jueves, 28 de diciembre de 2006

Cuentecillo navideño

La comida del día de Navidad había sido copiosa y su estómago le producía ciertas flatulencias como de un ser vivo que se desperezara espasmódicamente dentro de su abdomen. Pensó: "He comido demasiado. Me subirá el azúcar". Pero, ¿quién se resiste ante un buen puchero navideño? Su cuñada Teresín era una respetuosa seguidora de la tradición: la comida de Navidad, puchero, faltaría más... Y, cuando todavía andaba uno regurgitando la cena de Nochebuena, había que sentarse de nuevo a la mesa ante una humeante sopera llena de exquisiteces aviares y varias bandejas con las guarniciones y viandas del puchero.

Eran casi las cinco de la tarde cuando se había levantado de la mesa dispuesto a tomar una reparadora siesta pero la pesadez de estómago no le dejaba conciliar el sueño. El estómago y una idea fija que, al principio como simple punzada y luego como abierta inquietud, ronroneaba por su cerebro. Tumbado como estaba, levantó la cabeza de la almohada para asegurarse de que el teléfono móvil estaba conectado y bien visible sobre la mesilla. Esperaba una llamada especial o, mejor dicho, un mensaje. El año anterior, ese mismo día hacia la media tarde, había recibido un mensaje suyo: "Felices pascuas y próspero año nuevo". Nada original en sí, de no haber sido porque era la primera vez tras dos años que se producía ese contacto.

Desde entonces muchas cosas habían sucedido. La más notable, sin duda, esas inolvidables vacaciones de Semana Santa que pasaron juntos tendiendo puentes hacia lejanas ciudades y acariciando esperanzas de nuevos rumbos. Lo que había sucedido luego hizo posible que estrenaran esa nueva andadura.

Sintió sed y una pirueta del subconsciente trajo a primer plano el contenido de su nevera, siempre bastante desangelada: unas botellas de agua refrescándose, una botella de cava tumbada esperando su momento, un cabo de lomo de Guijuelo duro como una piedra después de varios meses, dos latas de Red Bull y una pastilla de chocolate puro Valor...

Chasqueó la lengua algo estropajosa varias veces y se dio la vuelta en la cama. Un dulce sopor le estaba venciendo mientras esperaba...



(La canción, Pigliate 'na pastiglia, interpretada por Renzo Arbore creo que viene al pelo...)

viernes, 22 de diciembre de 2006

¡Feliz Navidad!

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sábado, 16 de diciembre de 2006

La Natividad



Como supongo que harán otros miles de "bloggers" en estos días, se me ha ocurrido la nada original idea de escribir algo sobre la Navidad o, más específicamente, sobre la Natividad. Para la mayoría de las personas del mundo occidental, sean o no creyentes, estas fechas de final de año y comienzo del siguiente tienen algo de especial.

En el orbe católico se celebra la Natividad, el nacimiento del Jesús histórico quien, al crecer, tomaría conciencia y se convertiría en el Mesías Redentor. Pero ¿nació Jesús un 25 de diciembre o fecha equivalente en el calendario romano? ¿Qué dicen los textos canónicos y los no canónicos al respecto?

En los Evangelios sinópticos más antiguos, los de Lucas y Mateo, escritos en el último cuarto del siglo I, se pasa muy por encima sobre el hecho del nacimiento de Jesús, sobre todo en Mateo. Los otros dos evangelistas, Marcos y Juan, no tratan el tema. Sus intereses, desde perspectivas algo diferentes, se centran en la vida pública del Nazareno como camino hacia la Pasión y la Redención. Pero en todos ellos excepto en Juan hay algunos datos que, cruzando fechas y contextos históricos, nos pueden aproximar al momento que buscamos. Mateo nos dice que nació cuando reinaba en Judea Herodes el Grande (Nacido, pues, en Belén de Judá en los días del Rey Herodes..., Mt 2,1) quien, por miedo a las profecías mesiánicas (Jesús como rex judeorum), hizo asesinar a todos los niños menores de dos años (...mandó matar a todos los niños que había en Belén..., Mt 2,16). De este hecho sangriento sólo habla Mateo.

Herodes el Grande, personaje que conocemos en sus rasgos principales a través de los anales de Roma puesto que fue un protegido de la República, reinó en Judea entre los años 37 y 4 antes del nacimiento de Cristo, según el cómputo del calendario actual. Aquí se aprecia un desajuste calendárico que luego justificaré. Pero ¿por qué ordena la degollación de inocentes varones de hasta dos años? Los evangelios canónicos no aclaran este extremo y la única referencia en Mt 2,16, ...según el tiempo que con diligencia había inquirido (Herodes) de los magos..., hace pensar que falta texto aclaratorio en Mt 2,7. Se desprende que Jesús era ya niño crecido cuando recibió la visita de los Magos o, lo que es lo mismo, que los Magos de Oriente no fueron a adorarle de recién nacido como es creencia popular.

El evangelio apócrifo (no canónico) de la Natividad llamado Pseudo Mateo, escrito a mediados del siglo VI d. de C., nos da alguna luz sobre estos acontecimientos aunque, dada su redacción tardía amén de ciertas desviaciones del canon, la Iglesia no lo considera fruto de la inspiración divina: Después de transcurridos dos años (del nacimiento), vinieron a Jerusalén unos magos... (Ps Mt XVI,1).

Para librar a Jesús del loco infanticidio, la Sagrada Familia huyó a Egipto, hecho que sólo recoge el evangelio de Mateo, regresando y afincándose en Nazaret de Galilea después de la muerte de Herodes (Mt 2,19). El Pseudo Mateo nos dice que tras el regreso ...se encontraba Jesús en Galilea, recién cumplidos sus tres años... (Ps Mt XXVI, 1). Es decir, que cuando Herodes murió Jesús contaba con tres años vividos y acababa de iniciar su cuarto año. Sabemos con bastante aproximación la fecha de la muerte de Herodes porque, según escribió el historiador fariseo romanizado Flavio Josefo a finales del siglo I d. de C., murió pocos días después de que ocurriera un eclipse de luna. Tal eclipse sucedió la noche del 12 al 13 de marzo del año 750 de la fundación de Roma, equivalente al año 4 a. de C. de nuestro cómputo y es una fecha avalada por varias fuentes de la época y por el caledario astronómico.

Por lo tanto, Jesús debió nacer poco más de tres años antes de esa fecha, es decir en los años 7-6 a. de C. La credibilidad de esa fecha "antes de Cristo" para el nacimiento de Cristo concuerda con otros dos datos que encontramos en el evangelio de Lucas en donde se nos dice que Jesús contaba unos 30 años de edad cuando fue bautizado en las aguas de Jordán (Lc 3,23) y eso sucedía en el año 15 del imperio de Tiberio César (Lc 3,1). Tiberio fue emperador desde el otoño del año 14 al 37 d. de C. y su decimoquinto año imperial está a caballo de los años 27 y 28 d. de C. Si sumamos los 5-6 de decalage salen 32-33 años, esos aproximadamente 30 años de los que habla Lucas, que no saldrían si aplicáramos a rajatabla las fechas calendáricas por las que nos regimos actualmente.

Ese desequilibrio de fechas entre el nacimiento de Jesús y nuestro calendario se debe a que, cuando se estableció el calendario actual allá por el siglo VI d. de C., se consideró que la fundación de Roma era del año 754 a. de C. (los propios romanos no se ponían de acuerdo en la fecha de la fundación, encontrando en las fuentes oscilaciones entre el 758 y el 728 a. de C.). Pero la fecha en concreto de 754 es errónea, como se ha podido demostrar cruzando el calendario astronómico y los hechos históricos. La Era Cristiana, cuyo punto de origen es el nacimiento de Cristo, comenzó realmente cinco o seis años antes. Pero, como al fin y al cabo, es sólo una referencia acordada para que nos sirva de orientación, no vale la pena modificarla.

Otro tema distinto es por qué se celebra la Navidad el 25 de diciembre. La Iglesia Cristiana primitiva sólo celebraba una festividad: la de la Pascua de Resurrección, enraizada en la Pascua judía que tenía lugar en torno al equinoccio vernal. La Pascua se celebrara el primer viernes de luna llena de la primavera (por eso la Semana Santa fluctúa dentro del calendario actual). Fue a partir del edicto de Milán promulgado por Constantino en el año 321, por el cual el cristianismo dejaba de ser una religión ilegal y perseguida, cuando comienzan a celebrarse festividades públicas, generalmente cristianizando viejas fiestas paganas. El papa Julio I, mediado el siglo IV, fijó la fecha del 25 de diciembre para celebrar la Natividad del Señor, aprovechando las antiguas tradiciones festivas romanas de las Saturnales, del Mitraísmo y otras incluso anteriores relacionadas con el solsticio de invierno del mundo conocido entonces.

Estas breves pinceladas de historia, nada originales por mi parte porque sobre el tema se han escrito decenas de libros, sólo pretenden airear algunos datos curiosos en torno a unas celebraciones que la tradición cristiana ha consagrado como cliché estereotipado de una secuencia de hechos históricos cuya pauta fue otra.

Y como colofón musical os invito a escuchar un viejo villancico castellano recogido en el Cancionero de Oaxaca (esa Oaxaca que tanto nos duele desde hace demasiado tiempo), recopilado en el siglo XVII.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

De la memoria histórica



Otra agresión contra el patrimonio cultural de la humanidad. No es de hoy sino de hace unos pocos años y ya entonces se aireó en los medios de comunicación: el expolio de los museos de Irak como consecuencia de la guerra. Era algo que los profesionales de los museos sabíamos que ocurriría y por eso, poco antes de que se iniciara la cerril contienda, firmamos un manifiesto pidiendo protección para los yacimientos arqueológicos de la Mesopotamia, cuna de civilizaciones, y para los bienes culturales depositados en los museos. Como era de esperar, tras buenas palabras de la ONU, se pasaron las recomendaciones por el forro de los co..nes.

Los pasados cuatro o cinco años ha estado trabajando una comisión internacional de expertos en la confección de la interminable lista de obras de arte robadas por unos y por otros, aprovechando el río revuelto de la guerra y, por fin, hace unos días se presentó en España el libro editado como resultado de sus trabajos. Pretende ser una guía para anticuarios, policía de fronteras y galerias de subastas para que denuncien a Interpol la localización de alguno de esos objetos robados y puedan ser recuperados para la memoria histórica. La verdad, soy poco optimista al respecto. Se rumoreó en su momento sobre robos selectivos "bajo pedido" de coleccionistas sin escrúpulos, por lo que muchos de esos objetos están a buen recaudo en cajas fuertes privadas y pasará al menos una generación hasta que, probablemente por cuestiones de reparto de herencias, vuelvan a asomar a la luz pública. Sólo espero que la legislación internacional no haga prescribir el delito e Irak pueda recuperar esa parte importante de su identidad.

La desfachatez y el expansonismo imperialista yankee, ya expuestos sin ambages en 1823 con la Doctrina Monroe, sintetizable en la frase "América para los americanos" (entendiendo por americanos a los norteamericanos blancos, claro está) ha ampliado su ámbito al orbe entero justificando sus nefastas (y nefandas) intervenciones allá donde sus intereses económicos=políticos lo han aconsejado. No descubro nada nuevo al incluir la guerra de Irak dentro de esa categoría de intevenciones interesadas. De acuerdo en que el tal Saddam es un pájaro de cuentas, pero hay tantos como él en las avanzadillas políticas que si se les hiciera la guerra el mundo sería una antorcha ardiente. Hay un dicho en mi tierra que dice: "Si los hijos de pu.. volaran, taparían el sol". Pues eso. Confiemos en la democracia y en que "a todo cerdo le llega su San Martín".

Irak se ha convertido en un nuevo Viet-Nam. Lo reconocen las propias autoridades norteamericanas (aunque no con esas palabras) al decir estos días que esa guerra no les está yendo nada bien. Y es que la mentalidad de Oriente Medio, fundamentada en el mohometanismo y forjada por una memoria histórica particular es muy distinta de la occidental. El contraste es más acusado cuando se le antepone la mentalidad norteamericana blanca, que es la de un pueblo sin apenas memoria histórica y la poca que tienen no es para echar cohetes (de fiesta, que de los otros bien que lanzan).

Los fundamentalismos no son nada buenos. Son siempre resultado de posturas exacerbadas de agresión-defensa basadas en consignas religiosas que las sacralizan. Los viejos reinos de la España medieval son el ejemplo más prístino (y creo que único) de la posibilidad de convivencia pacífica y creativa de tres mentalidades con memorias históricas bien diferenciadas, la cristiana, la musulmana y la judía. Hubo sus rifi-rafes pero, en el fondo, poca cosa hasta que la mentalidad medieval cristiana dio paso a la "modernidad" y las nuevas consignas inspiradas en lecturas viciadas de los textos sagrados hicieron incompatible la tolerancia con el judaísmo y el arabismo. Detrás, todos lo sabemos, había la necesidad de justificar cuestiones políticas y económicas. Y surgieron las posiciones fundamentalistas, cuyo más dramático exponente en el campo católico fue la llamada Santa Inquisición de triste recuerdo, y de cuyos abusos sólo recientemente el Vaticano ha iniciado un discreto mea culpa en tono menor.

Los iraquíes se han visto abocados a abrazar posturas fundamentalistas, más o menos larvadas desde hace siglos, como mecanismo de defensa ante una injerencia occidental que va mucho más allá de una simple balacera. No las justifico. No justifico ningún uso de la violencia. Pero (con dolor) les entiendo. Y es que la memoria histórica acaba despertando y confiere a las personas nuevas formas de interpretar el presente y de proyección hacia el futuro. Y luchan por ello sin importarles el coste. Eso es algo que nunca comprenderán quienes, o no tienen memoria histórica o la pretenden ocultar bajo oropeles de supuesta modernidad.

Ya veis, he comenzado hablando de una cosa y, sobre la marcha, se me ha ido calentando la pluma. Porque si me duele el expolio de obras de arte, más me duele la pérdida de vidas humanas.

sábado, 25 de noviembre de 2006

Alarmante...



Hace unos días seguía en la televisión española una entrevista a un científico especializado en la investigación del genoma humano, en particular de los cromosomas. Dio algunos datos sobre nuestra salud cromosomática realmente preocupantes, alarmantes...

Hace muchos años estudié y seguí de cerca las diversas teorías sobre la evolución del género humano. Entonces me interesaba la Prehistoria y para su comprensión es de capital importancia el tema de la hominización, de la aparición del hombre sobre la Tierra. Por los años 60 del siglo XX teníamos pocos fósiles de homínidos y de los distintos eslabones de la secuencia del género Homo. Hoy la colección de restos fósiles es abrumadoramente mayor, lo que ha dado lugar al abandono de algunas teorías y al afianzamiento de otras. Pero el tema sigue (afortunadamente) sin solución.

Desde aquellos años mi posición ideológica es decididamente evolucionista aunque sigamos desconociendo detalles importantes de la secuencia evolutiva que llevó desde los homínidos al Homo sapiens sapiens, género y especie a las que creo pertenecer. Fue también entonces cuando comenzó a germinar en mí la idea de que si algo distingue al género humano de otros géneros de la escala zoológica es su capacidad de evolución en un tiempo (geológico) relativamente corto y que esa capacidad debía estar ligada a un hecho aparentemente simple: ser un animal inteligente progresivamente desadaptado. Lo que nos enseña la evolución social (ligada sin duda a la biológica) desde la más remota Prehistoria hasta la actualidad es que el Homo ha sido capaz de ir desadaptándose de su medio natural, la Madre Naturaleza, para intentar dominarla y crearse un entorno a su medida gracias a su inteligencia. No entro a valorar si eso es bueno o malo: simplemente constato lo que me parece un hecho evidente. ¿Qué sucedería si, de pronto, al levantarnos una mañana nos encontráramos sin energía eléctrica ni combustible para los vehículos ni agua potable ni alimentos en los anaqueles de los supermercados? Las íbamos a pasar canutas, pero quienes salvaran el pellejo pondrían en marcha recursos tecnológicos para sobrevivir, crecer y multiplicarse porque, de algún modo que ignoro, en algún rincón de nuestra herencia genética almacenamos recursos para superar las "crisis de adaptación".

Pero ¿qué sucederá si el Homo sapiens sapiens pierde su capacidad para reproducirse?

Algunos datos preocupantes que he ido entresacando de aquí y de allá:

1) En el cromosoma X (femenino) está escrita la posibilidad de que la mujer produzca durante su vida fértil más de un millón de óvulos. En la mujer neonata actual esa capacidad se ha reducido a unos 400.000 y a lo largo de su vida se reduce aún más.

2) Desde hace unos quince años se sabe que la cantidad de espermatozoides en el esperma del varón se ha reducido en un 50%. Pero, además, la calidad de esos bichitos ciliados y retozones deja mucho que desear incluso en la población juvenil.

3) Hace unos 300 millones de años el cromosoma Y (masculino) contenía unos 1.500 genes. Actualmente apenas son 50 los genes activos; el resto son inservibles, lo que hace que algunos genetistas lo hayan denominado "cromosoma vertedero" o "cromosoma basura".

4) En el Primer Mundo una de cada siete parejas es incapaz de concebir descendencia. La tasa de infertilidad se debe en un 40% a la mujer, otro 40% al hombre y el 20% restante a ambos. Esa situación ha puesto en marcha toda una "industria" de reproducción asistida, inseminación artificial, bebés-probeta, etc.

Los especialistas dicen que las causas podrían ser consecuencia de la polución, de un exceso de ingestión de estrógenos (hormona femenina, habitual componente, por ejemplo, de los conservantes alimentarios, cuyo efecto en los hombres es disminuir la capacidad para producir espermatozoides y en la mujer su exceso mengua la disposición para ovular), de la obesidad o la extrema delgadez, del sedentarismo, etc. Pero creo que el asunto no está nada claro.

Yo no sé si la Naturaleza es sabia. Pienso que es como es, y se auto-regula en función de las infinitas relaciones que se dan en el medio natural y de las que, en el fondo, el ser humano, por muy desadaptado que sea, no puede zafarse. En el último millón de años, sin que sepamos por qué y sin que nuestra especie pintara un pimiento, la Tierra ha vivido varios periodos glaciares cada vez más cercanos en el tiempo. ¿Estamos entrando en esa fase de calentamiento previa a una glaciación?

Pero, en el fondo, esa última pregunta es irrelevante dentro del tema raíz que me ha movido a escribir esta entrada. Lo inquietante es qué está pasando con nuestra especie. ¿Estamos al comienzo de una fase de recesión poblacional cuya solución es cada vez más dependiente de la manipulación genética? ¿Estamos abocados a sobrevivir como especie (en un futuro) gracias a sistemas de reproducción que hoy consideramos artificiales o éticamente criticables? ¿Se está abriendo el camino hacia una nueva especie de Homo?

Muchas preguntas para las que no tengo respuesta. Pero, en todo caso, me parecería una vida terriblemente aburrida la de esa nueva especie si se perdiera la capacidad para el orgasmo. Si, triste.


sábado, 18 de noviembre de 2006

La música rusa

Llevo unos días tristón. Un exceso de trabajo pero, sobre todo, una cuota de decepción demasiado alta. Creo que nunca me quedaré vacunado contra la decepción que me causan los comportamientos y reacciones negativas, incluso agresivas, de personas en las que había depositado cierto margen de confianza. Trato de verlo desde todos los ángulos, de comprenderles. Pero no consigo evitar sentirme decepcionado y preguntarme dónde están los fallos, en qué me he equivocado si es que ha sido mío el error.

Lo cierto es que desde hace unos días escucho cuando estoy en casa música rusa. Debió ser, al principio, una reacción subconsciente que luego ha seguido.

Al decir música rusa no me refiero a los grandes clásicos (Tchaikowsky, Glinka, Rimsky-Korsakow, Balakirev, Prokofieff, Shostakowitch y otros). Me refiero a la música popular, a esos cantos nacidos del pueblo con sus armonías sencillas y también a las corales litúrgicas, solemnes, de la religión ortodoxa, tan ancladas en las tonalidades de la música renacentista.

La música popular rusa es triste. Lo descubrí en innumerables noches bajo el cielo estrellado de la estepa siberiana, regadas con vodka casero, cuando inevitablemente del alma rusa aflora la faceta sentimental y canora. En comparación con nuestras canciones de melopea (El vino que tiene Asunción..., sin ir más lejos) sus cantos son musical y narrativamente tristes. De hecho, muchas de ellas forman una saga de "romances crueles" en los que lloran la opresión y el sufrimiento del mujik, del campesino, o los amores contrariados. Y las que no son tristes en sí mismas dejan un regusto de nostalgia. Los más de cincuenta años de dictadura soviética a ritmo de marcha militar y canción patriótica no han podido borrarlas de la memoria colectiva.

Algunas canciones rusas traspasaron el telón de acero y son bien conocidas en Occidente. Recordemos, por ejemplo, Ojos negros, Noches de Moscú, Katiusha o las diversas variantes del Swing de cosacos. Aunque en realidad ninguna de esas canciones forman parte del folklore, a pesar de su popularidad. Sólo Los remeros del Volga, conocida aquí a partir de un excelente arreglo de Glenn Miller y alguna más que no me viene ahora a la memoria serían música popular rusa. Por cierto, habría que separar de esa música tristona la de raíz kazak. Los cosacos son un pueblo alegre y bullanguero.

Tantos años conviviendo con los rusos en nuestras expediciones a Siberia han dejado mucho poso y un amplio repertorio de canciones populares. Agunas de ellas me las he podido traer en grabaciones discográficas rebuscando en los mercadillos del viejo Moscú, especialmente en Izmailova. Remato esta entrada con una bellísima canción que habla de la inmensidad de la estepa, de sus días luminosos y verdes cuando los hielos del invierno se funden y la primavera renace con todo su esplendor. Y de la insignificancia del ser humano en medio de esa llanura interminable.


viernes, 10 de noviembre de 2006

Los trabajos y los días

He titulado esta entrada Los trabajos y los días, como la inmortal alegoría poética de Hesíodo, no porque tenga nada especial que ver con ella salvo la vaguedad de los días y los trabajos que nos cuesta vivirlos. Bueno, en realidad habría algo más: cierta intención calendárica en el devenir de las cosas. Aunque eso es meramente incidental en el poema. Son mucho más interesantes sus profundas reflexiones sobre la realidad (triste realidad) de su tiempo (¿a qué me suena eso?), sobre la bondad del trabajo honrado frente a la corrupción, sobre la justicia, sobre unos dioses que deben ser menos caprichosos y cachondos que los de la Grecia heróica. Pero bueno, entrar a fondo en los Erga... requeriría más de una entrada y, sobre todo, una mayor capacidad para filosofar de la que yo tengo.

Mi motivación viene de la mano de las conmemoraciones: casi cada día del año tiene su patrono temático, y no me estoy refiriendo al santoral. Día de la Madre, del Padre, del Amor Fraterno, del Orgullo Gay, de la Paz, día sin humo (contra los fumadores, no contra la polución industrial), día sin tráfico rodado, Día Internacional de la Mujer, Día de Internet, Día de la Hispanidad, Día de la Mujer Trabajadora, Día de la Ciencia en la Calle, etc., etc. Estamos tan acostumbrados a celebrar algo casi cada día que nos vamos insensibilizando y, lo que es peor, acabamos por pensar que "ese tema" es cosa de un día. El amor materno o paterno es cosa de un día; pensar en la paz es cosa de "hoy" pero no de ayer ni de mañana y así sucesivamente.

El tema del día siguiente nos quita de la cabeza el del anterior sin apenas haberlo digerido. Me pregunto si no obedecerá todo a una maniobra maniquea preciamente para, por un lado, tranquilizar la conciencia colectiva oficializando que "ese" problema es tan importante que hasta se le dedica un día mundial o nacional, y por otro, aturdiéndonos con un ruidoso "¡chim-pom, chim-pom!" para que no pensemos demasiado en el asunto.

Silenciar la conciencia personal para que no piense es el peor de los atentados contra la humanidad.

(La ilustración musical es un andante que me produce sensación de paz. Espero que guste)


miércoles, 1 de noviembre de 2006

"Cum mortuis..."

Días de recuerdo a los muertos. Cuando se llega a cierta edad uno tiene más familiares directos muertos que entre los vivos. Es ley de vida. Por eso me parece tremendo que alguien necesite de un Día de Difuntos para recordarlos. Yo, al menos, no lo necesito. Quienes en vida fueron realmente importantes siguen ahí cada día como una presencia inefable que no precisa recordatorios.

El culto a los muertos es tan antiguo como la propia humanidad. Los vivos siempre hemos visto con estupor, miedo, esperanza y qué sé yo cuántas otras impresiones diversas ese tránsito a lo que de manera eufemística llamamos la otra vida. Y hemos imaginado de muchos modos distintos cómo debería ser esa otra vida. Y como los vivos sólo podemos pensar como tales, configuramos la otra vida con incontables rasgos antropomórficos: unos piensan que su cielo es un lugar donde discurren ríos de leche y las fuentes manan miel; otros piensan que en ese cielo disfrutarán de todo aquello que han carecido en vida; los de más allá esperan gozar de la presencia de la divinidad (¿qué significará "gozar" para un muerto o para un alma?); aquéllos esperan reencarnarse: al parecer piensan que no han tenido bastante con una vida.

Mientras tanto, en torno al Día de Difuntos se monta una gran parafernalia de feriantes y mercachifles que aprovechan de todos los modos posibles la sensiblería humana. Y lo digo desde el más profundo respeto a las creencias de cada cual. Pero al final todo se convierte en negocio. Si triste es la muerte, más triste aún es verla convertida en mercadería.

En la España profunda, la de mi niñez, el Día de Difuntos era jornada de recogimiento, de visitas necrolátricas, de lutos públicos, de flores. Hoy las cosas han cambiado mucho, sobre todo en la población joven. Pero he de confesar que una de las direcciones de ese cambio me resulta poco menos que hilarante: por si no fueran suficientes las viejas consejas de muertos aparecidos, tan del gusto mediterráneo (aunque no exclusivamente), ahora hemos importado junto a la Coca-Cola el Halloween norteamericano, en un curioso viaje de ida y vuelta pues, en sus orígenes, era una fiesta de los pueblos celtas del occidente europeo. Lo que originalmente fue un culto pagano, pero serio, para impedir la reencarnación, ahora es una fiesta en la que, en cierto modo, se hace burla de la muerte a través del manoseo de sus símbolos (calaveras, máscaras, huesos, etc.). Cuenta, además, con el cortejo de un sinfín de películas "de terror" en las que muertos y reencarnados (siempre malos malísimos) ponen en jaque y hacen mil perrerías sanguinolentas a los pobres mortales.

Hubo un tiempo en que era costumbre por estas fechas representar en los teatros el Don Juan Tenorio de Zorrilla. La moraleja de ese drama apasionado, romanticón hasta la médula, era la redención (cristiana) por el amor, de toda una vida crapulosa, la de Don Juan, ahíto de desflorar doncellas, asesinar contrincantes y otras tropelías. Los muertos vivientes (Doña Inés, El Comendador) parecen al espectador algo natural, imprescindible para reconducir la voluntad del malvado. El ser humano es por naturaleza incrédulo de lo preternatural, necesita del milagro para convencerse. Ese es el papel de los muertos en el Tenorio, muy distinto del de los del Halloween a la americana.

La liturgia de los muertos en el catolicismo es de una grandiosidad sobrecogedora. Los textos latinos que forman el Requiem son, a mi modo de ver, de una inspiración sublime. No extraña, pues, que casi todos los grandes músicos hayan encontrado en esas letras tan dramáticas la motivación para componer misas de una fuerza y musicalidad increíbles. De entre todos ellos escojo hoy a W.A. Mozart para amenizar esta entrada: el primer canto de la Sequentia, el Dies irae de su Requiem, K. 626.


sábado, 28 de octubre de 2006

En Lisboa

He estado unos días en Lisboa. Motivos profesionales me llevaron allá. A Lisboa es fácil llegar pero difícil marcharse.

Lisboa siempre me ha parecido una ciudad entrañable, cordial, acogedora. El diseño que el Marqués de Pombal encargó de la actual "Lisboa antigua y señorial" tras el devastador terremoto que la asoló en 1755, con sus grandes plazas, amplias avenidas y calles bien trazadas de lo que sería el centro oficial y comercial es, todavía hoy, de sorprendente modernidad (Avenida Liberdade, barrio del Rossio, la Baixa, el barrio Alto, Praça do Comércio, Praça Restauradores, etc.). La última gran catástrofe que sufrió fue el incendio en 1988 del Chiado, afortunadamente ya reconstruído.

Lisboa está cargada de historia (¡qué ciudad antigua no lo está!), la historia sorprendente de una gran metrópoli en un país pequeño en el extremo más occidental de Europa que llegó a dominar medio mundo con sus remotas colonias, de las que extrajo pingües beneficios y riquezas sin cuento que han quedado plasmadas para el recuerdo en innumerables edificios monumentales de dimensiones gigantescas.

Me gusta pasear solo por Lisboa: adentrarme en la maraña de callejuelas de la Alfama, al pie del castillo; subir las cuestas empinadas del Chiado hasta el barrio Alto y de camino, quizás, si la hora acompaña, sentarme en la mesa corrida de algún pequeño restaurante y cenar un buen plato de bacalao aderezado de cualquiera de las mil maneras en las que los cocineros portugueses son maestros, regado con un vino verde. Nunca falta compañía en la multirracial Lisboa. Por la noche, de algún local salen melodías de fado que invitan a entrar y sentarse reverencialmente a escuchar los sones eternamente tristones de las canciones populares lusas, ante una copa de generoso vino de Madeira o de Oporto.

De entre todos los edificios históricos lisboetas ninguno me inmpresiona tanto como el Monasterio de los Jerónimos, en el barrio de Belém, con su inmensa fachada de caliza blanca tendida al horizonte abierto del Tejo. Casi un siglo duró su construcción, el XVI, y representa la quintaesencia del estilo manuelino, esa curiosa mezcla de arquitectura gótica tardía y renacentista. Una vez más he paseado por su ordenado recinto, parte del cual alberga actualmente el Museo Arqueológico de Portugal y, como en otras ocasiones, he tratado de imaginar sus salas y corredores habitados por los frailes franciscanos capuchinos, el eco de sus pasos sobre las losas desnudas y el leve roce de sus vestes pardas de recia sarga, acompañado quizás del frufrú de las sedas de algún personaje noble conspirando en voz baja. Sobrecoge el enorme poder temporal que administró esta orden religiosa mendicante seguidora de la regla de pobreza del Santo de Asís.

domingo, 22 de octubre de 2006

Otoñales...

Una de las cosas grandes que tiene Internet es que me permite abrir esta ventana de mi casa en otras casas por todo el mundo. En entradas anteriores hablaba del verano o de la llegada del otoño como si el mundo no fuera esférico, como si en todos los lugares fuera verano u otoño igual que aquí. Algunos amigos me han recordado con sus comentarios que en el hemisferio sur andan al revés, que ellos estaban disfrutando su primavera y entraban en el verano. Cuando me referí a mis paisajes otoñales habituales como una sinfonía cambiante de colores, del verde al amarillo y a los pardos me dijeros otros: "Cuidado, Yayo, que entre el ecuador y los trópicos las cosas no funcionan así; aquí no hay estaciones tan marcadas como en tu país; más bien se trata de periodos más lluviosos o menos lluviosos y poco más". Otro comentarista me decía que en su tierra el otoño no destaca por los cambios de color del paisaje sino por el frío que cala hasta los huesos.

Pensando en unos y en otros he rebuscado en mis archivos fotográficos una serie de imágenes y he montado un sencillo videoclip. Espero que disfruten vuestos sentidos, a pesar de la baja calidad de reproducción de YouTube (servidumbres de la net).


domingo, 15 de octubre de 2006

¿Adictos a Internet?



Desde hace ya varios años se viene hablando y escribiendo acerca de un posible "síndrome de adicción a Internet". El alto grado de aceptación popular que está teniendo ese sistema de comunicación sin fronteras, llevado de la mano de la creciente popularización del ordenador personal en un sector de la población cada vez más amplio, el volumen de negocio que genera y el tiempo personal que se le dedica no podían pasar desapercibidos a psicólogos y psiquiatras, quienes aprecian conductas compulsivas en un porcentaje importante de usuarios, conductas que desencadenan problemas personales en esos "adictos" enganchados a su computadora o a la que alquilan en el cibercafé que les queda más a mano.

He leído recientemente un artículo de Helena Matute , quien desarrolla con pluma fácil y entretenida algunas ideas suscitadas en torno al tema. Concluye que, técnicamente, no se puede hablar de adicción en sentido patológico, ateniéndonos a la definición forense del término adicción. Pero es evidente que el empacho de red induce problemas en ese grupo de usuarios al fagocitar un tiempo que deberían dedicar a otras actividades más importantes y necesarias dentro del calendario de su vida cotidiana.

"Contra tibieza, templanza"..., nos decía cuando jóvenes un jesuíta empeñado en hacernos santos a un grupo de colegiales. Él se refería al sexo, claro está, esa voluptuosa querencia de todo adolescente fogoso (entonces ni siquiera podíamos imaginar la existencia de Internet, ni mucho menos su síndrome de adicción). Venía a significar: frente a actitudes carentes de fuerza de voluntad para combatir un impulso encandilante (tibieza) hay que procurar ser moderados (templanza).

La moderación no implica prescindir de algo sino usarlo racionalmente de acuerdo con las circunstancias (en el momento de aquella plática jesuítica no capté ese matiz, tan acostumbrado como estaba al admonitorio "eso no se toca, eso no se hace"; era listo aquel cura...). Seamos, pues, moderados con el tiempo que dedicamos a este mundo virtual tan lleno de agradables tentaciones. Actuemos con sensatez y templanza en todos los ámbitos de la vida y nos evitaremos problemas.

PS. Dedicado especialmente a la población estudiantil. Y a un estudiante en particular.

domingo, 8 de octubre de 2006

Adiós verano...

El verano se fue con sus calores, sus largos días, sus tibias noches... Ciertamente se fue hace casi veinte días, dando paso al otoño en el hemisferio boreal. Pero yo suelo asociar verano con vacaciones y las terminé hace poco. Es como si el verano fuera para mí un poco más largo.

El otoño, junto con la primavera, es estación de poetas y literatos. Si aquélla mueve a reverdecer, al renacimiento, a las sensaciones amorosas nuevas o renovadas, el otoño, por el contrario, es tiempo de camino hacia el recogimiento invernal, hacia un final de ciclo. El paisaje se llena de colores cambiantes mientras los verdes furiosos del estío se van tornando amarillos, anaranjados y pardos para que, finalmente, aquel árbol frondoso muestre la púdica desnudez de sus ramas nudosas. El otoño es una estación crepuscular, es como música escrita en la tonalidad de la bemol.

Para mí significa la reintegración total a mis quehaceres y siento que las casillas del tiempo se van ocupando de nuevo con actividades dejadas en suspenso tiempo atrás, desalojando otras que las habían sustituido temporalmente. El tiempo para mi blog, por ejemplo, ha de verse necesariamente recortado. Sólo recortado.

Pero antes de cambiar de tercio, como se dice en lenguaje taurino, quiero dejaros algunas imágenes amables de mi largo verano mientras canturreo aquella vieja canción del Dúo Dinámico, Adiós verano, adiós amor...

viernes, 29 de septiembre de 2006

El guateque

Las vacaciones son ese tiempo que a uno le concede su empresario capitalista para que recupere fuerzas para luego seguir explotándole durante otros once meses. En mi caso es la Administración del Estado mi explotador y, si he ser sincero, me encuentro muy a gusto haciendo el trabajo que hago. El periodo vacacional, para mí, no es tanto una necesaria cesura terapéutica en mi actividad habitual como un ligero cambio de actitud, una mayor dedicación a hacer otras cosas y a compartir mi tiempo de otra manera. Y, hasta si me apuráis, sentir el regustillo del aburrimiento de cuando en cuando. Y de síndrome post-vacacional, nada de nada.

Mi casa del pueblo es grande y un poco destartalada. Se nota que es, en realidad, una especie de almacén donde acumulo libros y otros cachivaches que no me caben en mi pequeño apartamento de Madrid de apenas 60 m2. Aquí tengo también la mayor parte de mi colección de música en viejos vinilos de los años 50 y 60.



Ayer organicé una cena-guateque al estilo de mis años mozos a la que invité a un grupo de amigos/as de aquellos años. Resultó un fiestón por todo lo alto con baile que duró hasta avanzada la madrugada.

Con el fin de prepara un programa musical a gusto de todos pedí a cada uno de los invitados que me pasara con antelación una lista con sus cuatro canciones preferidas y la cosa resultó tan entrañablemente curiosa que no me resisto a poner la relación de los 15 hits más seleccionados. No perdáis de vista que nos juntamos quince sesentones/as:

15 votos: Diana (2ª versión), por Paul Anka
15 votos: Only you, por The Platters
12 votos: Kiss me quick, por Elvis Presley
10 votos: Adam and Eve, por Paul Anka
10 votos: Geen fields, por The Brothers Four
10 votos: Oh, Carol!, por Neil Sedaka
10 votos: Sixteen tons, por The Platters
10 votos: El reloj, por Antonio Prieto y los Hermanos Rigual
10 votos: Piove (Ciao, ciao bambina), por Domenico Modugno
9 votos: Too young, por la Orquesta de Ray Conniff
9 votos: Perdóname, por El Dúo Dinámico
8 votos: The young ones, por Cliff Richard & The Shadows
8 votos: Long tall Sally, por Little Richard
8 votos: Taste of honey, por The Beatles
8 votos: Apache, por The Shadows



¡No me digáis que no formábamos una buena pandilla de carrozones con gustos musicales bien afines! El rock&roll hizo estragos en nuestros trabajados esqueletos demasiado recargados de años y de grasa, pero fue una velada inolvidable. Escribo estas líneas en la más completa inmovilidad porque el solo movimiento de los dedos sobre el teclado me levanta unas agujetas insoportables por todo el cuerpo. Y no soy de los peor parados: hay quien hoy no se ha levantado de la cama. Me consta...

PS1 Supongo que a los lectores jóvenes este Hit Parade les sonará poco o nada. A mí me sucede así con las canciones actuales.

PS2 Experimentando con el lenguaje HTML para incluir una canción he estropeado la entrada original y he tenido que rehacerla. Lo siento sobre todo porque había ya 12 comentarios que, desgraciadamente, han "volado". Les ruego que me disculpen y si me visitan de nuevo dejen constancia de su paso.

lunes, 25 de septiembre de 2006

Desde Gandía, mi pueblo

Dice el refrán que “uno no es de donde nace, sino de donde pace”. Como todos los refranes, tiene su parte de verdad porque yo nací en Valencia pero Gandía es mi pueblo. Tampoco me siento nada madrileño, a pesar de llevar viviendo en Madrid desde 1964. En Madrid no he echado raíces biológicas ni tendido vínculos de sangre aunque, con mi forma de ser y el tiempo transcurrido, muchos y fuertes lazos afectivos me amarran a gentes de esos pagos.

Mi pueblo es Gandía. Aquí llegué con mi familia a la edad de seis años, en la primavera de 1952. De mi anterior vida en Valencia apenas conservo recuerdos. Quizás el más sobresaliente sea la soberbia paliza que recibí de una monja (completada luego, zapatilla en mano, por mi madre) cuando en el colegio de pre-escolar decidí investigar si las monjas tenían orejas. Debía tener yo como cuatro o cinco años. Las monjas usaban entonces unos enormes tocados de cabeza, de tela blanca almidonada, que sólo dejaban ver su rostro encajonado entre los vuelos acartonados. En uno de los recreos una monja estaba en cuclillas arreglando un macizo de plantas del jardín. Me acerqué sigilosamente por detrás y, de un tirón brusco, le arranqué la toca. Y, ¡oh descubrimiento!, tenía dos orejas. Ese fue mi primer trabajo de investigación y di por bien empleado que me pusieran el culo rojo como un tomate. Creo que durante el mucho tiempo que me duró el escozor se forjó mi vocación de dedicarme a la investigación, pero en otras ramas del saber menos amenazadoras.



Mi pueblo es Gandía, aquella Gandía de los años 50 del siglo pasado, la que os mostré en unas viejas fotos en una entrada anterior (Alguna vez tuve 17 años...). La actual ha cambiado enormemente, como podéis ver en las imágenes que ilustran esta entrada, tomadas aproximadamente desde el mismo punto que las antiguas. Era una ciudad de unos 15.000 habitantes (ahora ronda los 100.000) que iniciaba el despegue desarrollista.



Las raíces de Gandía se hunden en la neblina de la Historia hasta la época de la ocupación romana. Las fuentes hablan de un caserío, Candia, que habitaron hispano-romanos y visigodos. Luego, a partir de comienzos del siglo VIII de la Era, los bereberes africanos ocuparon estas tierras y emplazaron castillos en Bairén, El Rebollet, Villalonga, Palma, Borró, etc. Por Gandía pasó Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid Campeador) los años 1091 y 1097 en los primeros intentos de reconquista cristiana. Pero fue en tiempos de Jaime I el Conquistador, allá por el año 1240, cuando estas fértiles tierras fueron anexionadas al Reino de Aragón y repobladas por las familias nobles aragonesas y catalanas que habían participado en la gesta. Mis dos apellidos principales, Rovira y Llorens, son de origen catalán.

Gandía ganó prestigio universal a finales del Medioevo cuando la familia Borja obtuvo el ducado. Los Borja constituyeron una poderosa saga con una rama valenciana y otra italiana (los Borgia), que dio renombrados papas, grandes santos, famosos hombres de armas y depravados asesinos. Quizás uno de los personajes más siniestros fuera Lucrecia Borgia, cuyo refinamiento en los placeres de la carne no tuvo igual en su tiempo. Se dice que por su alcoba desfilaron los mejores sementales del momento y muchos de ellos murieron envenenados con sutiles pócimas por la celosa Lucrecia para que no aliviaran con sus extraordinarias mañas a otras mujeres necesitadas. Lucrecia era hija natural del papa Alejandro VI, fue papisa vicaria durante algún tiempo y hay quien dice que el hijo que concibió en un periodo de reclusión monacal era obra de su propio padre. ¡Activa que fue la moza!

La Gandía de mi crianza era una ciudad tranquila cuyo ritmo de vida estaba marcado por las labores del campo, aunque ya entonces comenzaba a insinuarse su vocación de centro comercial de toda una amplia comarca. Tenía un instituto estatal de bachillerato en el que recalábamos los chavales provenientes de familias modestas y un colegio privado regentado por los Padres Escolapios, para la gente bien. Un par de colegios de monjas o tres, para las chicas (la diferenciación por sexos de la educación se llevaba a rajatabla entonces), completaban la oferta escolar.

Un día de verano de 1964 me encontré entre las manos mi diploma de bachiller y sentí, de pronto, que Gandía constituía un universo demasiado pequeño para mis necesidades de formación. Mi madre, amorosa y esperanzada, ordenó mi impedimenta en una vieja maleta de cartón a la que había cosido una funda de tela verde oliva para disimular y junto con mi padre y mis hermanos me acompañaron al tren que habría de llevarme a Madrid. Si alguien lloró, lloró por dentro. La alegría embargaba aquel comienzo de nueva etapa porque yo era el primer vástago de todas las generaciones conocidas que accedía a estudios universitarios.

Mientras el tren iba dejando atrás envuelta en humo la comarca, bebía con mis ojos los paisajes tan familiares de mi tierra para inscribirlos de manera indeleble en mi memoria y en mi corazón, y a cada instante me repetía: “Ahí seguiréis cuando regrese dentro de unos años...”

Me equivocaba, porque en los más de cuarenta años transcurridos nunca me acabé de ir del todo. Y el deseo de volver, de regresar definitivamente se ha ido acrecentando día a día sin conceder cuartel a la nostalgia. Un par de años más y podré dar carpetazo a mi currículo profesional y sentar de nuevo mis reales donde están los míos, los vivos y los muertos. Y pienso que la aventura ha valido la pena.

(PS. Siempre paso gran parte de mis vacaciones en mi pueblo y a él vuelvo en todas las festividades relevantes)

martes, 19 de septiembre de 2006

Benifaió



Hoy cumplo años. Quinta del 44. En casa habrá una pequeña fiesta familiar en torno a una paella que guisaré para comerla a medio día. Pero por la mañana, temprano, he querido venir al pueblo de mi padre, Benifaió, a visitar a parte de la familia y a unos cuantos viejos amigos de la juventud. He llegado justo a la hora del almuerzo. Almorzar, en las tierras de Valencia, significa detener toda otra actividad para sentarse a la mesa de algún bar, entre las 9 y las 10 de la mañana, a comer un bocadillo de productos de la tierra y tomar un café en compañía de los amigos y/o los compañeros de trabajo, en animada tertulia.

Aquí pasé muchos veranos de mi niñez y juventud, en casa de mi tía Ana María. Aquí aprendí muchas de las labores del campo con mi tío Vicente y mis primos. Tiempo de cosecha de las patatas y del cacahuete, de cuidado del tabaco, de la siega del arroz y su trilla en las eras...

Benifaió es un pueblo de origen moruno, como tantos otros de la fértil Ribera valenciana. Bani-Fayum, heredad o tierras de los Fayum, una saga cuyo origen hay que situar en alguna de las tribus árabes del norte de África, quizás almohades, que un día, hace muchos siglos, decidió participar en la conquista y ocupación de Hispania y acabó siendo poseedora de una buena y rica porción del Reino Moro de Valentia. Hubo un Muza de los Fayum que debió ser particularmente famoso, pues abundan los topónimos con su nombre, como la Torre de Mussa o la Fuente de Mussa.

Hoy sigue siendo Benifaió un pueblo de agricultores que miman la tierra amorosamente para cultivar sabrosas hortalizas y frutales, aunque la vecina factoría de automóviles Ford de Almussafes ha reclutado mucha mano de obra entre los jóvenes y la población campesina está envejeciendo sin generaciones nuevas que la reemplacen. Quizás el futuro esté en la tecnificación de las labores agrícolas en manos de los contingentes de africanos que a diario llegan a nuestras costas en una conquista ahora incruenta pero en parte con el mismo impulso que la medieval: hacerse un futuro mejor.



Después de almorzar he ido solo a pasear por huertas y campos que fueron o son todavía de la familia. He comido los dulces higos negros de la higuera de El Bovalar a la que tantas veces me subí de niño... Allí sigue todavía la caña encopada para que, desde los tiempos de mi tío Vicente, quien pase y quiera, coja algunos higos. He visto cómo pintan ya de amarillo las naranjas de El Rollet... He acariciado con ternura las doradas espigas de arroz de La Marjal...

Y he notado una nostalgia infinita invadirme todo entero, una llamada sutil y profunda de mi tierra, ahora que mi vida, ya larga, se siente amenazada.

miércoles, 13 de septiembre de 2006

En Bochum (Alemania)



El vuelo desde Madrid transcurrió con puntualidad teutónica, así que a la hora prevista, en la salida de aduanas de Düsseldorf, me estaban esperando Martina y Andreas. Abrazos y besos de viejas amistades largamente deseados. Media hora de automóvil y, al final, Bochum.

Bochum es una ciudad relativamente pequeña (unos 70.000 habitantes), moderna, de edificios de poca altura con grandes ventanales para aprovechar la insolación, con una arquitectura funcional con fuerte impronta de Alvar Aalto y la Bauhaus, sin desdeñar diseños más actuales. Es una ciudad nueva: fue completamente arrasada por las bombas aliadas durante la Segunda Gran Guerra y reconstruida a partir de los años 50 del siglo pasado. En pleno centro de la cuenca industrial del Rhur, fue objetivo militar imperativo por su total vinculación a la minería del carbón y a las acererías Krupp. De hecho, el símbolo de la ciudad es la enorme torre de un malacate (sistema de ascensores) de una mina, instalada en el Deutsches Bergbau-Museum (DBM, Museo Nacional de la Minería).

Según las viejas crónicas, Bochum fue fundada por Carlomagno como un modesto poblado minero. Y a esa actividad se ha dedicado hasta prácticamente nuestros días, aunque el eje capitalino que ostentó en el siglo XIX se haya desviado hacia Essen tras la crisis del carbón de los últimos años. Incendios y guerras dejaron la ciudad sin edificios históricos: apenas un par de casas o tres del siglo XVIII y nada más. Los edificios religiosos, de estilos neorrománico y neogótico a los que tan adictos son los alemanes, se han levantado recientemente. Y hablando de crisis, me comenta Andreas que la ciudad vive ahora una profunda depresión económica por el endeudamiento derivado de la unificación de las dos Alemanias, al que se suma el paro en las minas.



Pero, con todo, es una ciudad viva, de gente callejera que puebla de manera abigarrada las terrazas de las cafeterías y, sobre todo, los biergarten (cervecerías al aire libre) donde uno puede degustar cualquiera de los cientos de marcas de excelente cerveza alemana mientras en la tertulia vamos desgranando los recuerdos de tantos años de amistad vividos.


Con Martina he paseado por la Bochum profunda: una zona de moda para alterne denominada Bermuda 3 Eck, algo así como “Triángulo de las Bermudas”. Es una zona de terrazas y garitos que subsume y engulle a todos los alcoholófilos y sexodependientes de muchos kilómetros a la redonda, sumándose a la ya vieja y no demasiado atractiva “Red Zone”. El reclamo publicitario es: “Como Ámsterdam pero en Alemania”. No me ha gustado el ambiente. Y la comparación con Ámsterdam resulta muy pobre, no sólo por la diferencia de paisajes ciudadanos.

Yo sabía de la afición germana a las borracheras de fin de semana. Pero antes solían ser en plan privado, domésticas y entre personas de una cierta edad. Ahora, como en todas partes, la juventud se ha incorporado a la comitiva. Es como el “botellón” español pero con ciertos particularismos. Según me decían mis sobrinos cuando estaban en la edad, el “botellón” en España es un ritual comunitario en el que los jóvenes aportan cada cual una cantidad de dinero y con el capital reunido compran bebidas alcohólicas para trasegarlas en la calle. Aquí los miembros de la pandilla llevan cada cual sus suministros particulares para consumo propio. Ocupan parques y jardines y allí dan rienda suelta a sus ruidosas juergas. Pero sólo los viernes por la noche. Los sábados y los domingos por la noche, Bochum es una ciudad casi muerta, excepción hecha del mencionado “triángulo”.

Me ha causado cierta pena ver muchachos quinceañeros (apenas hay chicas en las pandillas) entregándose a la bebida como única salida a un fin de semana de asueto, anticipando a destiempo una actitud de adultos que tampoco en éstos me parece demasiado justificable. Supongo que es el signo de unos tiempos marcados por rumbos imprecisos, vacilantes y modelos copiados de ficciones peliculeras y de “famosillos” de revista del corazón.

Martina es una excelente cocinera. Aun con eso, hemos salido a cenar casi todas las noches. La horrible dieta de la Alemania nórdica (así la recordaré siempre), está actualmente notablemente mejorada por los numerosos restaurantes de cocina mediterránea. Recuerdo mientras escribo, con especial regustillo, un restaurante griego regentado por un nativo de Lavrion, parlanchín, enamorado de los atardeceres en Cabo Sounion (¿y quién no, que haya estado allí cuando el sol toca la línea del mar en el horizonte?). El nombre del establecimiento es Sorbas. Allí degustamos unas dolmas suavísimas al paladar aderezadas con yoghourt griego ligeramente ácido, un excelente pulpo a la brasa y unas gambas a la plancha, todo ello regado con áspero vino retsina rebajado con agua, como decían los escritores clásicos que debían hacerse las libaciones. O un pulquérrimo libanés, Ararat de nombre, con sus finos purés de garbanzos y berenjenas bien especiados, su cordero al vapor con guarnición de arroz, pasas y almendras laminadas, y un postre de helado con agua de azahar...

Gracias, Martina, por compartir conmigo una semana de tu tiempo y por haberme hecho rejuvenecer unos cuantos años al contacto con tu fogosa juventud.

lunes, 4 de septiembre de 2006

Vacaciones..., ¡por fin!


El inconveniente de ser un pluriempleado de la Administración como yo, con trabajo en un museo y en la universidad, es la dificultad para encajar las vacaciones. Menos mal que no arrastro familia conmigo porque entonces lo de poder disfrutar vacaciones todos juntos sería prácticamente imposible y, lógicamente, tendría que sacrificarme yo.

En julio y agosto no puedo tomarlas porque, como arqueólogo, es en verano cuando más excavaciones arqueológicas hay abiertas por aquello de que tenemos el buen tiempo asegurado y podemos contar con la ayuda de estudiantes que sí están de vacaciones. En cambio son meses no lectivos como docente. Pero a primeros de septiembre hay que examinar en la facultad a los estudiantes que se presentan a esa convocatoria. Total, que hasta que no pasan los exámenes no puedo hacer las maletas. Eso será el día 6.

Mi programa es sencillo: una semana en Alemania, en Bochum, atendiendo una invitación de unos amigos y relajando mis arrugadas carnes pecadoras en las aguas termales de un balneario. Aunque allí ya empieza a refrescar y llueve, me dicen, espero que no sea exageradamente. Y el resto en mi pueblo, junto al Mare Nostrum, con mis hermanos y sus familias (mis cuñadas me miman en exceso).

Así que, amigos lectores, es probable que hasta primeros de octubre no percibáis cambios en mi blog. Procuraré seguir los vuestros desde algún cibercafé.

Ciao...

domingo, 3 de septiembre de 2006

Tachín, tachíííín... ¡Ya he puesto links!

Probablemente muchos pensaréis que es una estupidez esta entrada. Vale, lo acepto... pero a regañadientes. Era una espinita que llevaba clavada el no saber cómo hacer para incorporar los enlaces de una serie de blogs que me resultan particularmente simpáticos o interesantes a una lista de links. Yo soy un sesentón poco habilidoso para la informática. Siguiendo las indicaciones (para listos) de Blogger entré en la plantilla, pero el lenguaje abstruso HTML me parecía sánscrito. ¿Qué digo sánscrito (que de ese un poco sé)? Chino, o japonés.

No disponer de esos enlaces me parecía, además, un agravio comparativo pues veía con vergüenza que otros blogs amigos me tenían en sus listas y yo no sabía corresponder.


Aprovechando la entrada anterior, puse en la encuesta alguna frase alusiva a mi problema y, hete aquí, que hace un rato, en un comentario, Raúl Grijalva (el de la foto, copiada de su perfil y un poco aliviada de rojos) se ofrecía voluntariosamente a enseñarme a hacerlo. Correo va, correo viene... y, ¡oh maravilla!, he sido capaz de seguir sus minuciosas instrucciones y lograr mi objetivo.

Gracias, muchacho, por cumplir el bonito deber de enseñar al que no sabe.

Otrosí: No os he pedido permiso a ninguno de los alistados para incluiros en mi relación. Si alguno se siente molesto, por favor que me lo diga, le pediré disculpas y apearé el enlace.

PS. Por si alguno no lo sabe, Raúl es el artífice del blog .::TWISTERIA::.

sábado, 2 de septiembre de 2006

Encuestas



Se están poniendo de moda. Con harta frecuencia me llegan por e-mail, algunas con final amenazador, como las cadenas de oraciones y otras beaterías. Recuerdo una que me llegó hace un par de meses que iba toda de sexo bastante guarrindongo (no es la de Virgen, que ahí hice los deberes aunque me sentí bastante ridículo, lo admito; además, el erotismo de Virgen es otra cosa) y al final te maldecían diciendo más o menos: “Si no contestas y la envías a otros cinco amigos se te va a enfermar el pene”. Me dio tanta risa que no pude evitar mirarme entre las piernas y pensar: “Pues si ya ni los microbios le entran...”. Y mandé el correo a la papelera. Hoy sigue igual de descacharrado.

Ahora me llega una de manera indirecta, “por recomendación” de Horus, a quien tengo por persona sensata. Así que, como se suele decir, por alusiones la contestaré. No la considero una encuesta seria (las respuestas que se han ido dando lo demuestran, resultando una onda que se cierra sobre sí misma), pero tiene sus pinceladas de humor. La autora es Clandestina. ¡Ahí va mi perfil erótico/bloguero!:

1.- Con qué blogueros/as pasarías o te gustaría pasar una noche de locura sexual?
Con ninguno/a. Ya no estoy para esos trotes y tengo muy acentuado el sentido del ridículo. El “aquí te pillo, aquí te mato...” terminó hace muuuchos años. Pero fue bonito mientras duró. Bueno, la verdad, tampoco fueron sesiones tan alocadas, ¿eh? Y tampoco las echo de menos. Cada cosa tiene su tiempo.

2.- ¿Cuánto tiempo llevas blogueando?
Desde el mes de mayo pasado. Apenas si he cumplido cuatro meses. ¡Soy un BB añoso!

3.- ¿Cómo te enteraste de la existencia de los blogs y te animaste a participar?
Jugueteando con MSN Spaces. Luego descubrí Blogger y después de ver que no era tan difícil (soy bastante negado para esto de la informática) me animé a escribir.

4.- Cinco blogs que sigas a diario o con mucha frecuencia.
Son muchos más de cinco, todos ellos muy seleccionados. Sería injusto dar sólo unos pocos titulares. Digamos que todos los de los amigos que animan mis entradas con sus comentarios, más algunos más. He de decir que no sé cómo se hace eso de los “links”, por eso mi blog no los tiene. Si consigo aprender a hacerlo será una larga lista.

5.- ¿Eres lector anónimo de algún blog?
Suelo visitar los enlaces de mis corresponsales y leo muchos blogs cuya temática no me interesa. Pero en aquellos que me interesan siempre dejo algún comentario con mi URL. Nunca hago comentarios anónimos. No me parece serio.

6.- ¿Te has enamorado alguna vez de algún bloguero/a?
Obviamente, no. No creo que fuera el mejor camino, dada mi forma de ser.

7.- ¿Con qué cinco blogueros te irías de borrachera?
De nuevo se queda cuantitativamente corta la pregunta de la encuestadora. Hay más de cinco con los que apetecería tomar unas copas. Pero voy a intentar ser más concreto en esta respuesta. Si se tratara de farra y alegría, quedaría con Padrenatas, Marga, Horus, Virgen, Lady Manson y Montanito (a ver si le espabilamos y pierde la dichosa timidez). Si fuera para una tertulia frente a una copa que se rellena de cuando en cuando hasta “coger el punto”, me gustaría quedar con Jaycam, Rafa Barceló, Mari--, Dalia y Eduardo. Si fuera para una sesión vespertina de gente joven y un tanto alocada, bebiendo “soft drinks” hasta que las burbujas gaseosas causen el efecto del champán (tengo un conocido que se achispaba con Fanta limón a palo seco), me gustaría participar en un encuentro con Raúl Grijalva, Ignacio Castro, Florecilla de Alcanfor, Swirlies y +Pako+. Seguro que seria una tarde muy animada por que son jóvenes con muchas y buenas inquietudes. Bueno, la verdad es que, excepto los menores, los demás son bastante intercambiables dentro de los dos primeros grupos. Pero me dejo en el tintero a muchos blogueros con los que tomaría bien a gusto más de una copa: Medeo y su Erario, Trako, Mr León, Zorro007, Wanda, etc. (véanse más nombres entre los comentaristas de mis entradas).

8.- ¿Has conocido a alguno más allá del teclado?
Si, a uno. Aunque fue antes de seducirme la fiebre del blog.

9.- Estás satisfecho con tu blog?
Si. Me permite escribir lo que pienso e ilustrarlo con alguna fotografía. No necesito más. Sería un buen complemento poder poner una lista de bloggers que me parecen interesantes, pero no sé cómo hacerlo.

10.- ¿Qué blogs consideras de mayor calidad?
Los que publican ideas interesantes. Los formatos, colorines y otros aditamentos me parecen muy secundarios y hasta molestos.

11.- ¿Algunos autores que te despierten especial simpatía?
Dalia, Aristóteles, Marga, Jaycam, Medeo Mandarino, Marcos, Eggy, Montanito, Raúl Grijalva, Swirlies, Mari--, Florecilla de Alcanfor, Dani de Vicente, etc., etc.

12.- Elige entre 3 y 5 blogueros para que contesten esta encuesta.
Bueno, esta es una cuestión algo complicada, como ya he justificado en el preámbulo, por mis propios prejucios. He revisado mis contactos y creo que pongo en un compromiso a Trako, Cxyboi, Johnboy, Grageda y Luis Creek. Chicos, disculpad pero había que pasar la pelota... y no recuerdo haber visto la encuesta entre vuestras entradas recientes.

PS 1. En realidad pido disculpas tanto a los citados como a los olvidados.

jueves, 31 de agosto de 2006

31 de agosto: día del blogger



¡Caramba!, me acabo de enterar que hoy es el Día del Blogger 2006. Claro, como soy tan novato no estoy al corriente de estas efemérides.

Se dice que es costumbre recomendar cinco blogs de temática variada, así que llevo más de dos horas haciendo una quiniela para decidir qué cinco selecciono. Serán los siguientes:

Mr. León:
http://huellasmil.blogspot.com/
Dotado de excelente pluma, habla de sus experiecias personales, sentimientos, etc. Es una delicia leer su prosa pero, sobre todo, meditarla.

Marga:
http://cajondesastremarga.blogspot.com/
Su Cajón Desastre es un magazine lleno de las cosas más inesperadas, reales como la vida misma. Si al lector no se le alegra el corazón y se le escapa una sonrisa (a veces carcajada) es que es una máquina cibernética.

Aristóteles:
http://comunikacion.blogspot.com/
Sus entradas son para reflexionar... y mucho. Es cura, pero no se le nota apenas.

Medeo Mandarino:
http://inhomoveritas.blogspot.com/
Glamouroso, introspectivo, vitalista, afectivo, apasionado. Sus experiencias "tocan".

Swirlies:
http://palmstars.blogspot.com/
Adolescente espabilado como pocos, expresando con valentía su propia vitalidad y las ganas de afirmar su personalidad. Soprende la claridad de sus ideas. Musiquero, como no podía ser menos.

Ya me diréis si os he decepcionado. En todo caso, los comentaristas de mis entradas anteriores suelen llevar adelante excelentes blogs de temática muy variada y espero que otros más inteligentes que yo les saquen a la palestra. Os invito a visitarlos.

domingo, 27 de agosto de 2006

Nostalgia y angustia

Soy un joven blogger (que no un blogger joven, ¡ojo!). Apenas si he cumplido unos pocos meses en el negocio. Y, si he de seros sincero, caí aquí por curiosidad y algo de aburrimiento. Internet siempre ha sido para mí una herramienta complementaria que me servía para efectuar búsquedas bibliográficas, consultar bases de datos profesionales y mantener correspondencia rápida e intercambio de información por correo electrónico. Mis conocimientos de informática son los de un usuario medio tirando a zoquete. Mi generación es todavía de las del lápiz y el papel, no de la computadora y eso se nota, aunque he de decir en mi descargo que hace más de veinte años que “descubrí” su potencial y, aunque soy de Humanidades, no de Ciencias, la traté de incorporar a mis quehaceres. Mi primer ordenador fue un IBM con disquetera de 8”, sin disco duro, con 500K de RAM. Y me costó aproximadamente unas treinta veces más caro que un último modelo medio actual con unos cuantos periféricos.

Pero a finales de febrero pasado un amigo muy querido, un joven que se destetó jugando ya con ordenadores tenía problemas y, para mantener conversaciones en tiempo real, me enseñó que existía una posibilidad que se llama Messenger, etc, etc. Durante mucho tiempo mantuvimos largas charlas a diario hasta las tantas de la madrugada. Poco a poco, conforme los problemas se fueron solucionando o derivando hacia otros derroteros, las conexiones se espaciaron pero yo seguía conectando el Messenger por si quería comunicarse conmigo. Durante aquellas largas esperas, muchas tardes infructuosas, comencé a jugar con MSN Spaces y acabé enganchándome a Blogger.

A lo largo de esos meses he contactado virtualmente con muchos corresponsales, algunos comentaristas habituales de mis entradas y, como cuando vas construyendo un puzzle, a través de sus respectivos blogs y de sus comentarios te vas formando una imagen de sus formas de ser y de pensar, y también de algunas de sus fijaciones y problemas. Un blog tiene más de diván de psicólogo que de escaparate, aunque hay de todo y algunos parecen ser ambas cosas. A mí los escaparates me interesan poco. Y por fin llegamos al meollo del tema de hoy, tras una larga justificación quizás innecesaria.




En mi última entrada han habido algunas personas jóvenes, veinteañeras, que han hablado en sus comentarios y apostillas de nostalgia (o sus sinónimos) a veces con ciertos toques de angustia (estoy haciendo verdaderos esfuerzos para no escribir sus alias). Que alguien sienta nostalgia, sea joven o viejo, a través de sus recuerdos no es nada extraordinario. Para eso están los buenos recuerdos, para traernos a la memoria aquellos momentos que vivimos y disfrutamos en un rabioso presente ya pretérito. Pero la angustia... La angustia tiene algo como de insatisfacción o miedo o disconformidad con la situación actual. Es la expresión de aquel (equivocado) viejo tópico que refrescara Jorge Manrique en sus Coplas...: “Cualquiera tiempo pasado fue mejor...”

¿A los 20 años? ¡Y un cuerno...! ¿Justo cuando uno está tomando las riendas de su vida y casi a diario estrena nuevos sentimientos y situaciones el pasado va a ser mejor? ¡El otro cuerno...! Pero los hechos son los hechos y si hay angustia es que existen también sus razones.

Quizás es que vivimos demasiado aceleradamente y todo pasa tan vertiginosamente que, en el fondo, no acabamos de degustarlo, de paladearlo y necesitamos de su recuerdo para acabar de digerirlo. “Lo malo de los orgasmos -me decía alguien cercano- es que son tan breves...”. El paradigma es inapropiado, por eso lo he utilizado. Sería un error de cuentas considerar el devenir como una fiesta constante. Hay tanta competitividad en el medio urbanita en el que nos desenvolvemos la mayoría de nosotros, que los jóvenes temen no encontrar su espacio o no ser capaces de encontrarlo. Y no me estoy refiriendo sólo a la esfera profesional: hablo sobre todo de las relaciones interpersonales provechosas, del amor, de la amistad, de la salsa milagrosa del sexo.

Dice el subtítulo de una blogger inteligente (cito de memoria): “¿Qué pasaría si se declara una guerra y no fuéramos nadie?”. Transponiendo términos, ¿qué pasaría si dejáramos de empujarnos unos a otros, de competir por menudencias y decidiéramos vivir con intensidad el presente, compartiéndolo, con la ilusión puesta en el futuro y no en el recuerdo del pasado aunque sea muy agradable? Parece una paradoja que lo diga yo, que ya sólo me quedan cuatro cortes de pelo, ¿verdad?

Mientras lo decidimos os doy las gracias a todos los bloggers por permitirme conoceros un poco mejor cada día. Ah, y por soportar tan estoicamente estas peroratas.

domingo, 20 de agosto de 2006

Alguna vez tuve 17 años... y era verano



Dicen que el mal de Alzheimer comienza a manifestarse en que uno olvida o no es capaz de retener en la memoria sucesos de su vida actual y en cambio recuerda perfectamente lo ocurrido en su niñez. No creo que me esté dando ya ese mal (aunque a veces tengo lapsus que me preocupan), pero llevo varios días en los que acuden a mi memoria con cierta insistencia imágenes y recuerdos de hace muchos años.

Tiene su razón de ser, no crean. De un tiempo a esta parte estoy empeñado en reprografiar mi archivo fotográfico para pasarlo a formato digital y quitarme de en medio las carpetas y archivadores en las que guardo más de 40.000 documentos gráficos, entre fotografías, negativos y diapositivas. Como decía aquel viejo bolero, “toda una vida...”. Lo hago en mis pocos ratos libres y ahora, en verano, es cuando de más dispongo.

Decía que tiene su razón de ser ese revival porque estos días he estado copiando las fotos y carretes de los años 60 del siglo pasado, de finales de mi adolescencia y comienzos de la juventud. Pura prehistoria, diréis alguno de los jóvenes lectores de este espacio público.



Me crié en un pueblo de la costa de Valencia de casas bajas y calles la mayoría sin empedrar, situado en medio de una huerta exuberante de un verde lujurioso, cuidada como un jardín en unas tierras fertilísimas. El pueblo se llama Gandía y estaba a tres kilómetros de la que fue una de las playas más hermosas que he conocido (las tropicales aparte).

Por aquel entonces estudiaba bachillerato (de los de antes, de siete años) y durante las vacaciones de verano trabajaba (cuando ya fui algo mayor) de cajero en un supermercado de la Colonia Ducal, en la playa, que sólo abría en época estival. Me ganaba unas perrillas para tirar con mis pequeños vicios el resto del año y, como les relataré en parte, sacaba algo más, no tanto por el mercadeo como por la edad, las hormonas, la playa y otras circunstancias favorables.

Aquellos años fueron el comienzo del boom del turismo extranjero de playa en España. Venían a buscar buen sol, ambiente confortable (aunque un tanto rústico para sus gustos) y comida mediterránea, todo ello tirado de precios para los niveles económicos de sus países. Pronto descubrieron otros alicientes y se lanzaron a su disfrute sin ningún recato. Franceses, alemanes, ingleses y nórdicos (incluyendo a las míticas suecas) comenzaron a poblar con sus looks imponentes y sus extrañas lenguas aquellos parajes virginales a los que, si acaso, aparte de los lugareños del entorno, sólo venían los alcoyanos y algún que otro madrileño. A estos últimos se los distinguía fácilmente porque sus frases siempre comenzaban o terminaban con algún “¡coño!”, interjeción absolutamente desusada por no decir que desconocida en mi tierra.



Imagínense el panorama (si la metáfora no les queda demasiado trasnochada): carne fresca de importación luciendo los primeros bikinis que el forzosamente casto varón hispánico tenía ocasión de contemplar sobre una percha semoviente, jóvenes nativos con la testosterona saliéndosenos hasta por los ojos y, en mi caso, además, con un puesto de privilegio en el único supermercado de la única colonia residencial poblada de extranjeros y con un físico que aparentaba una edad algo mayor que la oficial. Lo que tenía que pasar, pasó... Era inevitable.

Había dos salas de baile en la playa (salas de fiestas, las llamábamos) que abrían hasta la madrugada: Ukako, más corrientucha, y Pepe, muy encopetada. Por allí pasaron el Dúo Dinámico, José Guardiola, Los 5 Latinos, Los Mustang, Los 3 Sudamericanos, Los TNT, Los Pekenikes, Adriano Celentano, Los Sirex, Les Surf, Italo Leone, Domenico Modugno, Marie Laforet, Mina, Ennio Sangiusto, Los Panchos y un largo etcétera. Eran tiempos de los omnipresentes rock&roll y cha-cha-chá y de los nuevos ritmos, el twist, el madison, la yenka, el limbo-rock, la bossa nova... Pero también de las apasionadas baladas italianas: Nata per me, Si e‘ spento il sole, Dio come ti amo, Ciao, ciao bambina, Luna caprese... Combustible muy inflamable empapando cuerpos ya de por sí ardientes.

La fiesta terminaba irremisiblemente en la cálida madrugada buscando con cierta premura un lugar apartado donde echar los venenos, en la playa (los fines de semana no era fácil encontrarlo, así que había que compartir espacio con alguna pareja vecina, cada cual a lo suyo) o en los huertos cercanos, acosado por todas partes por alguna celta o vikinga liberada. ¡Ah, la leyenda europea del macho ibérico!... Algo me decía que había que cumplir con ese sagrado deber patrio en pro del turismo como futura riqueza nacional, en una España bastante deprimida que apenas si estrenaba plan de desarrollo a lo López Rodó por aquellos años, aunque ello menguara un poco nuestro capital como reserva espiritual de Occidente. Los preservativos los traían ellas (en mi pueblo no había manera de encontrarlos) y si no, "a pelo" (decían que tomaban la pilule, sustituto que me parecía mano de santo). Allí aprendí a chapurrear algunas lenguas que luego he conseguido hablar con bastante corrección ampliando el vocabulario.

Después, a dormir unas pocas horas... y a la caja. Había días que las teclas se me hacían chiribitas. Mi madre (¡ah, las sagaces madres...!) me llevó al médico a finales de agosto porque, según ella, me veía muy mala cara. El bueno de don Javier, con ese excelente ojo clínico de médico de toda la vida, sonrió al verme y me despachó en dos minutos con varias recetas de preparados polivitamínicos. "Hay que ayudar a la Naturaleza, perillán" -dijo, dándome una colleja cariñosa.

Esa fiebre canicular me duró un par de veranos, con breves correteos intermedios en Semana Santa. Luego surgió Ella y me redujo a la monogamia, afortunadamente.

Es bonito recordarlo por si me diera el Alzheimer.

Sí, alguna vez yo también tuve diecisiete años y era verano...

(PS. Estoy muy agradecido a Ostra por sus acertados consejos para insertar las imágenes prescindiendo de la opción de Blogger, que no me deja, y utilizando photobucket.com. Pido disculpas a los visitantes que no lo vieron ilustrado desde el primer momento)

viernes, 18 de agosto de 2006

Horóscopos


Diréis que soy un descreído y no sería totalmente cierto. Creo en muchas cosas que todavía no he tenido oportunidad de ver. Pero sé que están en un lugar concreto al que se puede llegar y luego regresar a casa. También creo en los sentimientos humanos, procurando potenciar los que me parecen positivos (afectos, amor, amistad...) y mantener bajo mínimos sus opuestos.

Soy religioso a mi manera (que también es la de otros muchos) sin sentirme vinculado a ningún credo en concreto, porque no creo en la trascendencia del ser humano. Se me podría definir como agnóstico, aunque trato de seguir algunos de los preceptos de las filosofías religiosas más diversas en lo que tienen de coincidente sobre normas de conducta que pueden mejorar el comportamiento y las relaciones entre las personas.

Desde hace una veintena de años vienen proliferando en España los consultorios de echadores de cartas, adivinadores del futuro y elaboradores de horóscopos. Hay quien dice que se alimentan de una fauna de pobres de espíritu que necesitan de esa orientación para vivir. Yo no me atrevería a ser tan tajante, aunque algo falla en los clientes. Quizás falla la confianza en ellos mismos para afrontar los retos diarios. O sienten esa curiosidad morbosa por anticiparse al futuro. O piensan que su destino está ya escrito en algún archivo que tratan de descifrar.

No creo en los horóscopos pero hoy me he entretenido visitando varias páginas para ver lo que el destino me tenía preparado. Veamos los resultados.

Horóscopo A:

MENSAJE. La energía adicional no es suficiente para librarse de las malas condiciones que le acosan. Los problemas vienen marcados por el exceso de optimismo y confianza. (¡Cielos, estoy siendo acosado y yo sin saberlo! Algo me decía que soy demasiado confiado)

TRABAJO. Encontramos un excelente crítico, que manifiesta la necesidad de comunicarse para triunfar en la profesión elegida. Fuerte influencia en asuntos relacionados con seguros y garantías, con posibilidad de engaños. (Cierto: soy docente e investigador y he de ser crítico y capaz de comunicar; lo de triunfar es otra historia. En temas de finanzas, cero pelotero)

VIDA SENTIMENTAL. En ninguno de los casos es bueno para las relaciones afectivas estables, aunque, por sí sola, es una influencia más bien genérica que específica. Otras aflicciones más graves pueden indicar peligro de difamación y calumnia. (Voy a ser difamado ¡paciencia! La primera parte no la acabo de entender)

SALUD. Un principio importante consiste en efectuar las comidas dentro del mayor sosiego, sin precipitaciones ni pausas por distracciones inútiles. (Gran principio, sí señor: comer despacio, masticando bien y sin pararse por los sustos de las telenoticias)


Horóscopo B:

Habrá ciertas personalidades poderosas manifestándose a tu alrededor. Las personas pueden armar lío y hablar apasionadamente y hasta en forma agresiva. Puede resultar fácil dejarse llevar por estas discusiones acaloradas. Haz lo más que puedas para no involucrarte. Te sentirás mejor si te mantienes al margen y observas estos dramas desde afuera. De esta manera, ¡al final del día puedes volver a casa con tu humor positivo intacto! (Me mantendré callado, lo prometo)


Horóscopo C:

Tu forma de amar es tan intensa que en determinados momentos puedes llegar a obsesionarte. (Pondré freno a mis amores apasionados. Ya no estoy para obsesiones amatorias, que me puede subir la tensión arterial y darme un infarto orgásmico)

Respecto a tu salud; evita los malos entendidos y los disgustos gratuitos. (Sabias palabras, específicas para un Virgo como yo que siempre entiende mal las situaciones y pilla grandes berrinches sin venir a cuento)

Mercurio y el Sol transitando por tu casa doce indica que tendrás que atender de forma rápida a multitud de pequeños detalles en lo que se refiere a tus asuntos de trabajo. (Es una relación evidente: los astros se van de pingos por mi casa 12, la de "Té de mi Luna de Agosto", y yo a enfrentarme a mi detallista trabajo, justo ahora que toda la Administración española está de vacaciones y apenas tengo nada que hacer en el despacho)


Horóscopo D:

No sientes ningún miedo en aventurarte por las sendas del conocimiento de temas tan trascendentales como la muerte o el sexo. (No tengo palabras. ¡Qué sagacidad! Porque es cierto, hace años que perdí el miedo a la muerte. En lo del sexo yerra: no por miedo sino por la edad. Ya no estoy para buscar y ensayar nuevas posturitas)


Horóscopo E:

Cambie su imagen. Visite a su peluquero y modifique el corte y el color de su pelo. Pruebe con otro tipo de ropa. (OK)

Salud: Su salud será hoy inmejorable. Después de unas semanas malas volverá usted a recobrar su espíritu optimista. (Ardo en deseos de que pase esta mala racha y volver a ser la persona optimista que he sido siempre)

Dinero: Busque algún trabajo que le permita mejorar en su situación económica. Posibilidad de un gasto extra en las próximas semanas. (Sí, estaré de vacaciones, derrochando. Lo de un trabajo extra no es tan fácil. Con el museo y la universidad no me quedan muchas horas libres. Además, tampoco es tan apremiante mi situación, ¡caramba!)

Amor: Poco a poco comienza a olvidar los problemas con su pareja. Debería realizar algún viaje de placer en su compañía. (¿Veinte años son suficientes? Lo del viaje no estaría mal, si estuviera en este mundo)

En fin, escojan ustedes. Yo me aburro... Pero no me burlo. El mundo es ancho y redondo, con espacio para todos.

miércoles, 9 de agosto de 2006

"Dasvidania Moskba"

San Basilio, vista desde la Plaza Roja
Decía en una entrada anterior del blog que este verano sería tiempo de adioses, de despedidas. He estado unos días en Moscú, rematando flecos de un proyecto hispano-ruso de investigación arqueológica que me ha tenido periódicamente en Rusia desde hace casi quince años. Gracias a él he conocido las dilatadas estepas de la Siberia occidental, casi despobladas, las inmensas praderas solitarias que nuestras expediciones han ido recorriendo en los periodos en que la ausencia de hielo lo permite. He conocido también a un puñado de excelentes colegas rusos y, con el tiempo y el agotador trabajo de campo, se han forjado sólidas relaciones personales más allá de los puros intereses científicos.

He conocido la dura transición económica que se produjo con la caída del régimen comunista y la perestroika: el hambre y la miseria de millones de rusos a principios de los años 90 del siglo pasado, totalmente desamparados ante un sistema de capitalismo feroz dominado por las mafias políticas y económicas. Actualmente la situación se ha suavizado mucho gracias a que Rusia es un país enorme y rico en recursos naturales.

Yo admiro al ruso medio, ese personaje doliente que lleva siglos siendo apaleado, primero por la monarquía zarista, luego por el régimen comunista y ahora por el capitalismo desaforado. Un pueblo sistemáticamente engañado, maltratado.

No es una anécdota. Yo he sido testigo. Con la crisis de la perestroika entraron a saco las compañías norteamericanas y coparon las televisiones. Comenzaron a emitirse las series televisivas que los occidentales sufrimos en los años 90. El pueblo ruso, aleccionado durante decenios por consignas en las que se decía que el modo de vida occidental era perverso, antinatural y degradante abrió los ojos como platos al comprobar el modus vivendi de los protagonistas de series como “Falcon Crest” y similares. El resultado fue que los jóvenes se echaron a la calle gritando que, puesto que la URSS era la primera potencia mundial según decían sus gobernantes, querían un nivel de vida similar al de los perversos occidentales: amor, sexo y lujo a todo trapo para todos.

La vuelta de la tortilla rusa es uno de los espectáculos más bochornosos que uno ha podido contemplar. Al Partido Comunista ruso sólo podían pertenecer una élite de probados sinvergüenzas sin escrúpulos de la calaña de Pepe Stalin y “compañeros”. Yo me sorprendí al comprobar que en Rusia casi nadie era comunista. Simplemente tragaban con el sistema porque si se oponían sabían que acabarían en alguna fosa sin nombre o en los campos de trabajo de Siberia. En Moscú, los alrededores del edificio de la Lubjanka, el cuartel general de la KGB, sigue siendo un lugar por el que la gente común evita pasar. Demasiada tortura, demasiados asesinatos gratuitos en sus mazmorras. Las generaciones actuales aún no lo han olvidado. Como no olvidan que sus gobernantes siguen siendo las mismas personas de antes, con trajes nuevos y coches de modelos europeos de lujo. Pero algunas cosas sí han cambiado: el ascenso al poder y la alianza coercitiva de la religión cristiana ortodoxa. Hasta tal punto la paradoja es sangrante que entre la nueva clase media está muy mal visto hablar contra la religión y contra los popes que hace quince años propalaban “ideas venenosas”.

Los mismos que se llenaban las pecheras de medallas por servicios al comunismo no dudaron ni un segundo en decapitar, defenestrar y volar con dinamita a sus propios ídolos, que han sido eliminados alegremente de su memoria histórica. Pude visitar en 1993 un inmenso cementerio donde se acumulaban las estatuas de todas las viejas ratas, tras retirarlas de sus antiguos emplazamientos en lugares de honor de la ciudad. Sólo Lenin se ha librado de esa quema de brujas, quizás porque fue represaliado por la inmensa máquina que él mismo había creado. Algo parecido a lo que le ocurrió a Danton con la Revolución Francesa. También K. Marx ha sido respetado, como ideólogo al que nunca siguieron al pie de la letra los comunistas.

Moscú es una ciudad triste, aunque se la intenta maquillar de lo contrario. Estos pocos días que he estado en ella me he ido despidiendo de lugares que probablemente no volveré a pisar. La calle Arbat y ese tranquilo café italiano en el que he pasado horas de conversación inolvidables; la Plaza Roja, junto al Kremlin, con la faraónica tumba de Lenin en granito rojo (no podía ser de otro color), antes pregrinación obligada de todo buen ruso, hoy un atractivo turístico más aunque en sus colas todavía se puede encontrar a algún nostálgico; los almacenes GUM, ahora colonizados por las marcas más caras de alta costura y cosmética internacionales (ciertamente, los GUM siempre fueron unos almacenes elitistas, antes de la gente del Partido y sus amiguetes; ahora de los nuevos ricos); y San Basilio, esa joya de la arquitectura religiosa rusa con cuya imagen abro esta entrada, y que nunca he podido evitar que me recordara unos cucuruchos de helado, en una nueva perspectiva gracias a que este año han derribado el megalocéntrico Hotel Rossia (6.000 habitaciones) cuya horrible arquitectura de los tiempos de Kruschev ocupaba toda la trasera de San Basilio vista desde la Plaza Roja; la Galería Tretiakov, que guarda grandes tesoros de las artes plásticas rusas de todos los tiempos... Dasvidania Moskba (adiós Moscú).

Como comprenderéis, después de tantos años hay muchos lugares de los que despedirse. Y también personas, aunque todos aparentamos allí que era como una despedida más “hasta el año que viene...”. Pero para mí, recordar aquellas canciones populares rusas (siempre tristes) que aprendí con ellos en las noches de melopea provocada por la vodka, en las frías noches de Kargaly, ha sonado a un adiós definitivo. Tempus fugit...

viernes, 4 de agosto de 2006

Esteatopigia

Venus de Willendorf

Paseaba esta mañana por la calle Serrano, en Madrid, camino del museo cuando no he podido evitar fijar la mirada en una chica joven, de unos 25 años, obesa, extraordinariamente obesa que caminaba con dificultad unos pocos metros delante de mí. Instantáneamente me ha venido a la memoria la Venus de Willendorf, esa estatuilla de caliza que talló algún artista de la Edad de la Piedra hace más de 25.000 años.

Los arqueólogos las llamamos Venus o diosas esteatopigias por ese exceso de grasa que engorda toda su anatomía corporal hasta límites casi monstruosos. Se han encontrado ejemplares en algunas cuevas europeas muy distantes unas de otras, lo que hace suponer que realmente representaron una idea, un modelo de belleza femenina muy extendido entre los cazadores paleolíticos. Se las suele asignar un papel de diosas madres que acumulan en su propio cuerpo los recursos alimenticios suficientes para la gestación y los largos periodos de lactancia de los bebés.


Pero volvamos a la actualidad. “Sobre gustos no hay nada escrito”, reza el refrán. Y he de reconocer que entre las flacas famélicas y las rellenitas, mis gustos se inclinan más por las redondeces de las modelos rubensianas que por las angulosidades anatómicas tan de moda actualmente entre la “glamourosa” beautiful people. Ya digo, cuestión de gustos.

Estéticas aparte, la obesidad, sea del género que fuere, conduce a problemas médicos, a patologías amplias que abarcan desde cuestiones de resistencia de materiales (los huesos y articulaciones sometidas a sobrepeso sistemático) a trastornos viscerales y hormonales. Dicen los endocrinólogos que la mayoría de los obesos/as, especialmente entre jóvenes, lo son por sus malos hábitos alimenticios, algo que se ha ido extendiendo por el mundo junto con la cocacola. Y parte de razón deben tener porque, hace muchos años, en mi juventud, sólo se veían esos bottoms espectaculares entre la gente joven de Norteamérica. En otros lugares eran excepcionales y casi siempre debidos a enfermedades hormonales. Ahora te los encuentras en casi cualquier parte del mundo. Es, parece ser, un símbolo de progreso asociable a la proliferación de la fast food.

¡Qué pena!... Porque yo sigo siendo ferviente apóstol de la comida casera (soy mediterráneo hasta el tuétano), de los alimentos naturales bien guisados y condimentados, de los vinos del terruño... Todo en su justa medida para no caer en sobrepeso.

¿Y qué me decís de la práctica del sexo con o entre personas obesas? No acabo de imaginármelo. Movimientos espasmódicos entre ondas de grasa a la búsqueda de recónditos “puntos G”. Sensaciones de ahogo.

Si seguimos a este ritmo de crecimiento de la obesidad habrá que hacer ediciones corregidas y aumentadas del Kama Sutra y del Ananga Ranga, entre otros manuales de orientación básica.

sábado, 22 de julio de 2006

"Si vis pacem para bellum"


En mis años mozos hice la “mili”, el servicio militar obligatorio. En la pared del edificio que albergaba mi compañía había un gran rótulo con la frase Si vis pacem para bellum. Hubiera sido un latín clásico más correcto bellum para pero, ¿qué queréis?, para el nivel de latín de los oficiales que disfruté, ya valía. Soy añoso pero no tanto como las legiones romanas y cuando hice la "mili" el latín ya era una reliquia para curiosos.

Si vis pacem bellum para: si quieres la paz, prepara la guerra, o prepárate para la guerra. Terrible frase. Amenazadora idea que, si bien pretende justificar la existencia de un ejército para la defensa de agresiones externas (esa sería la lectura en tiempos de paz), reconoce un hecho incuestionable: que la guerra puede entablarse en algún momento. Escarmentada lectura en un país como el mío, España, guerrero donde los haya, cuya primera generación que no ha conocido en sus propias carnes una guerra, aunque sí sus coletazos, es precisamente la mía. Espero llegar a morirme en paz sin necesidad del arrullo de trompetas, tambores y cañones.

Imagino que los judíos belicistas de Israel y los del mundo de la diáspora que les apoya tendrán esa frase muy a flor de piel, junto con otras menos solemnes, más de andar por casa como “el que da primero da dos veces”. Y ellos siempre tratan de ser los primeros y más contundentes, arropados por la superioridad tecnológica de sus máquinas de guerra y por su pretendida superioridad ideológica de pueblo escogido, que hacen que se pasen por el arco de triunfo (situado entre sus piernas, con pinjantes en lo alto) la opinión del resto de los mortales. Su texto sagrado es el Antiguo Testamento, un compendio beligerante donde los haya cuando es interpretado muy al pie de la letra. Pero ni el Israel histórico ni el moderno son excepciones, desgraciadamente. Cito a Israel sólo por sus últimas canalladas aireadas por la prensa. Hay otros muchos puntos calientes.

El mundo es injusto (antes y ahora) porque las sociedades que lo componen también lo son. Aplicando la propiedad transitiva, puesto que la sociedad la componemos individuos, se podría decir que nosotros también somos injustos. Y es posible que algo de verdad haya en ello (dejo esa discusión para otra entrada) pero, según mi percepción, la moralidad social no es la suma o el resumen o la media aritmética ponderada de las de sus componentes. Es otra cosa, algo más superestructural y teórico que trata de subsumir al propio individuo. Es el zumo, a veces ponzoñoso, que destilan los grupos de poder. La moral social no representa las moralidades individuales ni se construye desde ellas (como podría deducirse del juego democrático) sino que se elabora in vitro para adoctrinar a sus individuos, lo que da opción a una perversión de los valores y nos sitúa a todos en un pretendido infantilismo intelectual que requiere ser desasnado por el sistema, ignorando (y evitando) la libertad de escoger.

Y mientras tanto hay personas que mueren heridas por la guerra, que malditas las ganas que tenían de subir a sus cielos respectivos tan pronto, tan deprisa y sin saber por qué.