viernes, 9 de marzo de 2012

Desde mi higuera (28)


Por fin el tiempo ha mejorado. Los fríos de semanas anteriores han dejado paso a un clima más benigno, a días soleados en los que apetece de nuevo venir a sentarse bajo la higuera. Y lo hago mientras me ronronea por la cabeza la polémica que se ha levantado tras hacerse público un informe de la RAE sobre lenguaje sexista (http://noticias.universia.es/en-portada/noticia/2012/03/08/916215/rae-contra-lenguaje-no-sexista.html), un informe con el que estoy de acuerdo totalmente. El problema es que, en general, el español se habla mal, cada vez peor y por eso surge la polémica.

Nunca he sido partidario de los autoritarismos, y en esto del lenguaje la RAE no “hace” el idioma, sino que lo cuida. El idioma lo hace la gente que lo usa para comunicarse, y mientras pueda comunicarse el idioma es válido. La RAE ya se encargará de analizar los cambios y las adiciones necesarias para que la lengua evolucione.

Pero, ¿qué sucede cuando en el habla común alteramos los pilares gramaticales que constituyen el espinazo del idioma? Sencillamente, que hablamos mal. No es un problema de la lengua sino de quien la usa. Y en eso estamos asistiendo cotidianamente a verdaderas defenestraciones del lenguaje correcto porque la educación  y los conocimientos de la lengua española, que se aprenden en la calle pero también en la escuela, cada día son más pobretones. En realidad en la escuela, tan moderna, se enseña o se aprende poca gramática.

Cuando el lenguaje se empobrece es fácilmente colonizado por préstamos de otras lenguas e invenciones que hacen fortuna gracias a los medios de comunicación, renovando constantemente una especie de lenguaje “cheli” que sustituye palabras y expresiones correctas por otras que no lo son pero que su uso da al usuario cierto aire de moderno, de estar al día, de “estar al loro”, diría el cheli ya un tanto trasnochado. Y la RAE está en su perfecto derecho de advertir a la sociedad que se está pasando de la raya, aunque no mandará a los civiles a que laven la lengua con salfumant a los usuarios recalcitrantes.

Es un hecho que el vocabulario habitual se está empobreciendo gracias a la telebasura, la radiobasura y la prensabasura, en manos de unos negados (salvo honrosas excepciones) que tratan a batacazos la lengua española y todos les reímos las gracias. Se podría aplicar la copla a otras lenguas de España y, probablemente, del extranjero, pero el tema va aquí del español.

Y encima está ahora la polémica de si el español es sexista o no. ¡Vaya gilipollez! Hace años, cuando estaba en su mayor efervescencia el feminismo, me sucedió una anécdota. Dictaba yo una conferencia sobre un tema de Prehistoria y, a lo largo del discurso, empleaba expresiones como: “El descubrimiento del fuego fue uno de los primeros grandes logros del hombre”. Al terminar la conferencia, en el coloquio que se suscitó, una señora de buen ver me hizo observar (en realidad se quejaba) que no había usando en ninguna ocasión la palabra mujer. Si es que en la Prehistoria no había mujeres… Amablemente le respondí que sí debía haberlas porque la humanidad creció multiplicándose de la forma habitual que conocemos. Pero que, en cualquier caso, era evidente que yo había utilizado el término hombre como sinónimo de ser humano, categoría que incluye obviamente a las mujeres, dando por supuesto que todo mi auditorio lo entendería así. Dejando aparte el ramalazo reivindicativo sexista, mi interpelante parecía haber olvidado que la palabra hombre tiene otros significados además del de macho de la especie, según el contexto en el que se use el vocablo.

Pues así siguen las cosas.