domingo, 30 de septiembre de 2012

Desde mi higuera (31)

Ha sido un verano tan caluroso que me apetecía poco venir a sentarme a la sombra de la higuera. La sombra de la higuera no es fresca los días calmos en los que el mercurio del termómetro hierve. Tampoco me he asomado en demasía al mundo exterior para ver qué pasaba. Pero la semana pasada estuve en París. No se hablaba de otra cosa que de los rifi-rafes de los integristas musulmanes por una película norteamericana que hace burla de la figura del Profeta y varias viñetas alusivas, publicadas en periódicos franceses y alemanes. Con muertos de por medio, eso es lo triste.

Hace ya muchos años que vivimos una dura confrontación entre el radicalismo islámico y el mundo occidental (no me atrevo a hablar de civilización occidental). No es que en Occidente no haya también radicalismos religiosos cristianos y de otros signos dispuestos a armarla si su idea de lo sagrado es manoseada. Para no ir muy lejos, recordemos las algaradas que se formaron en la católica España cuando se estrenó la película de Mel Gibson sobre la vida de Cristo.

Me parece que no exagero si digo que la sociedad occidental es marcadamente laica y se la trae al fresco Cristo, Mahoma, Buda, etc. y los conceptos y preceptos religiosos que sus seguidores han ido elaborando a lo largo del tiempo (la historia de las religiones es un coto al que acceden pocos estudiosos, muy revelador de cómo se han ido construyendo las religiones). La filosofía contemporánea predominante es el braguetazo, el pelotazo (sea de la índole que fuere), el hedonismo, el culto a los placeres sensibles...

Frente a esa manera occidental de concebir la vida está la postura medieval musulmana, dominada por un feudalismo religioso inapelable, preceptivo, rígido, en constante pugna con la modernidad circundante. Vista con desapasionamiento, la situación actual del Islam me recuerda la de la Iglesia Católica medieval, igualmente integrista y con eficaces brazos armados como el de la Santa Inquisición. Aquella Iglesia feudal y preceptiva fue cambiando adaptándose a los tiempos para no perder poder temporal sino todo lo contrario. Porque, como dice la sabiduría popular, "una cosa es predicar y otra dar trigo...". En el siglo XXI la curia romana con el Papa a la cabeza sigue ejerciendo gran poder sobre las conciencias de millones de cristianos, pero cada vez son menos millones y si el sistema se ha de mantener y perpetuar no hay más remedio que contemporizar. Y tratar de escurrir el bulto cuando salta al escenario algún escándalo de bragueta o cualquier otro tipo de corrupción. Si las cosas siguen como van, con tal penuria de vocaciones religiosas, no tardaremos en ver casados a los curas. Al fin y al cabo no hay nada en las Escrituras que lo prohiba. Son las normas canónicas establecidas por el machismo eclesiástico las que lo prohiben. A los protestantes no parece que les vaya mal.

Pero, volviendo al asunto del islamismo, es posible que sean necesarios varios siglos para que se produza esa adaptación a "nuevos tiempos" que ha ido viviendo el cristianismo. El "quid" de la cuestión es si habrá tiempo para eso. Porque la intolerancia y la violencia están a flor de piel y no sería de extrañar que la próxima conflagación mundial fuera una cruzada al estilo medieval, pero con bombas atómicas.