martes, 12 de mayo de 2009

La salsa de la vida

Hoy salía en noticia de primera plana en algunos diarios españoles que se va a liberalizar la “píldora del día después”. No sólo se va a poder adquirir sin receta médica sino que se podrá vender en las farmacias a menores de edad. Los agoreros cenizos pronostican largas colas a las puertas de las farmacias. Yo no lo creo. Pienso, más bien, que la medida responde a una realidad social y podrá evitar más de un susto. Porque follar…, follar…, sin la bendición correspondiente, ¡vaya que si se folla! Tengo una sobrina boticaria que ha comentado más de una vez los enjuagues que ha de hacer los lunes para limpiar los polvos del fin de semana. Porque, querámoslo reconocer o no, para mucha gente joven un fin de semana sin sexo es la cosa más aburrida del mundo. Y para la menos joven, también, ahora que los pases de anuncios de la tele duran casi media hora.

O algo está fallando en el sistema educativo o está asomando una rebelión de las masas juveniles a las que, por lo que se ve y se oye, ya no les bastan los consuelos domésticos de toda la vida. No podía ser de otro modo en una sociedad tan erotizada como la nuestra en la que hasta para anunciar una gaseosa te ponen delante unas señoras despampanantes. Y eso, día a día, va calando. Así que no seamos tan cínicos como para no reconocerlo.

Hace muchos años que tengo asumido que la práctica del sexo es la salsa de la vida y que, según la edad y otros factores vitales, la vida se adereza con más o menos cantidad de esa salsa. Supongo que algunos se escandalizarán. ¡Qué le vamos a hacer...! La doble moral me produce risa, y la sociedad española tiene una gran experiencia en eso desde los tiempos de la Santa Inquisición, por lo menos. Sobre este tema en particular, en casa la santa madre de los hijos y en los bloques de apartamentos la querida. Me refiero a la clase pudiente, que es la que más se santigua en estos casos y más ruido mete.

Me ha venido a la cabeza una novela de Francisco Umbral, Memorias de un niño de derechas, de 1972, que describe muy bien algunos retazos de esa doble moral en la clase media y alta española. Recuerdo aquellos pasajes en los que habla del papel de las criadas jóvenes en las casas-bien como iniciadoras en el sexo de los “señoritos” adolescentes. Y de cómo, cuando el padre o el niñato le hacían un bombo a la chica (nunca se sabía quién a ciencia cierta), se la despedía por puta o, si no eran tan mala gente, la mandaban al pueblo a parir un bastardillo que nunca reconocerían, con algo de dinero para abrirse otro camino. Y buscaban otra criada joven, que las había a cientos. Y mientras tanto, los afortunados padres se frotaban las manos de contento mientras se decían: “¡El chico vale, el chico vale…!”

La gente no va a follar más porque tenga a mano la pastilla, ya lo veréis. Pero quizá los haga más a gusto…