domingo, 17 de enero de 2010

Desde mi higuera (8)

Los Reyes Magos llegaron con frío, lluvia y hasta nieve a mi habitualmente templada tierra. Todavía andaban los pequeños disfrutando sus esperados regalos cuando el barómetro comenzó a bajar peligrosamente y un  viento huracanado nos trajo la ruína: árboles arrancados de cuajo, cosechas perdidas, invernaderos volando por los aires... Pero lo sabíamos. Los partes meteorológicos venían anunciando con antelación el riesgo. Una catástrofe anunciada no es menos catástrofe pero permite tomar algunas medidas preventivas.

Hoy, por fin, el sol ha asomado tímidamente su redonda cara bondadosa y me he apresurado a sentarme debajo de la higuera a solearme un poco. Estaba yo rumiando los efectos del huracán cuando me ha venido a la memoria un correo que recibí ayer de un conocido, en el que me enviaba adjunto un archivo con una presentación en PowerPoint conteniendo los horóscopos según los signos del zodíaco. Hasta ahí la cosa podía resultar hasta simpática. Pero cuando me entró el descojone fue al final, cuando el autor del bodrio (no mi corresponsal) me pronosticaba un mañana (por hoy) lleno de desgracias que se prolongarían durante los próximos siete años (número cabalístico) si no enviaba el susodicho bodrio a otras direcciones de mi agenda. Cuantas más, mayor sería mi suerte futura.

Leer las estrellas es tan antiguo como el propio fenómeno humano. La profundidad del cielo estrellado es estremecedora y su cambio circular estacional invita al misterio sobrecogedor y a sentir la presencia de fuerzas sobrenaturales. No sorprende que surgieran los astrólogos y que de sus observaciones en largas noches de vigilia se buscaran relaciones fenomenológicas.

El ser humano se ha visto siempre enfrentado a ese gran misterio de sí mismo, y de su angustia se han aprovechado y se aprovechan ciertos "magos" recetando soluciones que van desde los credos religiosos a los consultorios de todo tipo. Todo sea bienvenido si con ello se consigue aliviar esa angustia vital de las personas, o de algunas al menos.

Pero los fantoches que vaticinan gratuitamente terribles desgracias a quienes les siguen si no realizan determinados actos de acatamiento de su voluntad, los miserables que juegan canallamente con lo que de supersticioso tenemos, ésos, son gentuza. Y los hay en todos los ámbitos. No es la primera vez que me ha llegado un mensaje en cadena pidiendo que rezara tal o cual jaculatoria a determinado Santo del santoral cristiano y que la hiciera circular bajo pena de terribles desgracias.

Somos seres leves y a menudo indefensos ante el devenir. Cae dentro de lo posible que mañana, o un día de estos, o dentro de unos años me acaezca una desgracia (¡ojalá que no!). Seguro que si el hideputa que ha confeccionado el amenzador horóscopo que recibí ayer se entera dirá a sus devotos: "¡Claro! Si ya se lo vaticiné yo...". Y se quedará tan ancho.