martes, 22 de diciembre de 2009

Desde mi higuera (7)

Hoy hace un frío “que pela” debajo de mi higuera, aunque menos que estos días pasados. Llovizna. Pero es el día del sorteo extraordinario de la Lotería de Navidad, es decir, el comienzo oficial de las Navidades según el cómputo ancestral de la España de alpargata y pandereta. Tal día como hoy, hace muchos años, vivíamos pendientes de la retrasmisión por la radio del sorteo, mientras las mujeres andaban cacharreando por la cocina preparando los dulces de Navidad. Todo casero. No había otra posibilidad. En la llar ardían unos troncos de naranjo dando calor y aromatizando la casa. Recuerdo aquellas sensaciones de niño con cálida añoranza.
Para quienes paséis estos días por esta página:

¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!
Froehliche Weihnachten und ein gluckliches Neues Jahr!
Felices Navidaes y prosperu Añu Nuevu!
Bon Nadal i Feliç Any Nou!
Merry Christmas and Happy New Year!
Zorionak eta Urte Berri On!
Joyeux Noël et Bonne Année!
Bo Nadal e Prospero AniNovo!
Kala Christougenna Kieftihismenos O Kenourios Chronos!
Mo'adim Lesimkha!
Buon Natale e Felice Anno Nuovo!
Boas Festas e um feliz Ano Novo!
Pozdrevlyayu s prazdnikom Rozhdestva is Novim Godom!
Etc.

martes, 8 de diciembre de 2009

Desde mi higuera (6)

Desde mi higuera no se ve la Albufera, pero basta salir al balcón de la casa para tener una amplia panorámica de la laguna, brillando bajo los reflejos del primer sol de la mañana. Y me he puesto a recordar…

Andaba yo por el final de mis “teens”, allá por 1961, cuando se produjo el secuestro del buque trasatlántico “Santa María” por un comando capitaneado por el portugués Henrique Galvao. Fue un intento de llamar la atención del mundo contra las dictaduras ibéricas, la de Salazar en Portugal y la de Franco en España, aunque la prensa española maquilló el suceso con otros tintes patrioteros. Se ha sabido luego que Franco ordenó al buque de guerra español “Canarias” que fuera en su busca con orden de hundirlo en cuanto lo avistara. Pero parece ser que todo fue una bravuconada y un paripé de los militarotes bigotudos de aquellos tristes años, el “Santa María” arribó a Recife en Brasil y los piratas se acogieron al derecho de asilo político.

Digo esto porque mi cuadrilla de amigos, aficionados a la pesca y a navegar en barca por la Albufera, nos autodenominamos desde entonces “Los Galvaos”. No es que en nuestras correrías anduviéramos secuestrando barcas de agua dulce. Tampoco que el nombre llevara detrás ningún matiz político (¡pobres infelices, nosotros, adoctrinados en la monolítica Formación del Espíritu Nacional!). Fue, simplemente, que Galvao nos cayó simpático (y no fuimos los únicos).

Pero, hablando de piratería, me viene ahora a la memoria la piratería musical y las gilipolleces que ventosean en la SGAE sus jerifaltes y acólitos desde sus poltronas, fincas multimillonarias y otras menudencias. ¡Hatajo de inmorales subidos al carro de la abundancia! Soy pirata. Soy pirata desde los 16 años, desde que cayó en mis manos mi primer magnetófono de carrete, un entonces ya viejo Ingra. Desde entonces hasta ahora mi estudio de pirateo musical se ha modernizado mucho. He grabado para mi disfrute y el de mis amistades decenas de miles de canciones. Y lo seguiré haciendo. También he comprado (y sigo comprando) algunos miles de discos de vinilo (mi debilidad) y unos cientos de CDs, que todo no va a ser piratear.

Me jode que la música en cualquier formato se considere un artículo de lujo y vaya cargada con impuestos abusivos “ad hoc”. La cultura no puede ser tratada como un artículo de lujo. Pero, en el caso particular de la industria discográfica, el volumen de negocio es de tal calibre que los márgenes de beneficios son sencilla y llanamente una inmoralidad resultante del atraco a las magras economías de la mayoría de aficionados. ¿De dónde, si no, saldrían las sustanciosas fortunas de los quejumbrosos “ídolos” y de quienes a ellos se arriman a comer la sopa boba? Pero por lo visto quieren más, lo quieren todo.

Con la ley en la mano, la piratería musical y videográfica es un delito sin paliativo. Pero hay leyes justas, menos justas y del embudo. Así que, al igual que hacían cuando les convenía aquellos señorones feudales frente a ciertos decretos reales, “acato pero no cumplo”. Favor que hago al decir esto al legislador y a la cohorte de plañideras que berrean por aumentar su peculio a costa de mi bolsillo y del de otros muchos, porque el señorón medieval al decir “acato” reconocía la superioridad moral y de rango de quien podía legislar, pero yo no estoy nada convencido de que esos tales de la SGAE merezcan tal consideración.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Desde mi higuera (5)

Hace demasiado calor para un otoño tan avanzado. Mi higuera conserva casi todo su follaje y su sombra se agradece todavía a estas alturas de noviembre. Y mosquitos..., hay miríadas de mosquitos; como en verano.

Desde hace tiempo vengo pensando que hay al menos dos profesiones que están de sobra. Una es la de economista: nunca aciertan nada, nunca son capaces de prever las crisis económicas, nunca atinan con las soluciones. Al final, como siempre, los mercados se autorregulan y hacen que las aguas revueltas vuelvan a su cauce tras devastar algunas propiedades. La otra profesión que está de sobra es la del ecologista oficial, la del funcionario ecologista. Están de sobra, lógicamente, los departamentos gubernamentales que dicen que se dedican a cuidar del medio ambiente.

Soy de tierra de arroz. La Albufera de Valencia era uno de los parajes más hermosos que recuerdo haber disfrutado de joven. Allí, con mis amigos, en sus barcas de agua dulce, hemos pescado buenas anguilas y lubinas, las hemos guisado todavía coleando “a la vora d’un sequiol” (en la orilla de una acequia) y nos las hemos comido regadas con recio vino de Turís. Luego, si hacía calor, ¡al agua, patos! Ahora en las aguas sucias de la Albufera sólo hay miseria y podredumbre, esa que arrojamos hace años a toneladas cuando el desarrollismo industrial todo lo justificaba y que ahí ha quedado envenenando metros y metros del suelo cenagoso del marjal. Pero sigue siendo tierra de arroz, a pesar de las putadas.

La última ha venido de fuera, como casi siempre. Resulta que desde tiempo inmemorial, después de segar el arroz, el rastrojo se quemaba. Era una operación salutífera y terapéutica: el fuego quemaba los nidos de insectos provocadores de plagas, limpiaba el campo y la ceniza era un buen abono natural. En las casas había animales (caballos, vacas), y la paja de arroz servía para higienizar los suelos de las cuadras. Pero desde hace ya muchos años no hay animales de tiro y las vacas se han de estabular fuera de los pueblos, en establos que han de reunir las condiciones dictadas por ciertas normativas. Otra parte de la paja de mejor calidad se la llevaban los vinateros para hacer fundas con las que proteger las botellas en sus cajas de embalaje. Ahora la protección se hace con cartón y materiales sintéticos.

En resumen, que la paja de arroz ya no sirve ni para pasta de papel porque dicen que resulta más caro recogerla que el beneficio que da.

Y ahora viene lo bueno. Los arroceros, siguiendo su inveterada costumbre, a finales de septiembre o primeros de octubre quemaban la paja y los rastrojos. Pero este año no. Resulta que los “países europeos” se han quejado porque el humo de las pajas ensucia su atmósfera, etc., etc. No tengo muy claro a qué pajas se refieren… Lo cierto es que los ecologistas oficiales de la Comunidad Valenciana, lejos de argumentar los aspectos beneficiosos de tal uso, a la chita callando se han bajado los calzones ante los protestantes y han prohibido la quema del rastrojo arrocero. Seguro que habrán inflado el pecho (quizás lo único que se les infla) y habrán dicho: “Nosotros, los más obedientes y ecologistas del mundo”.

Pero resulta que este año, de otoño particularmente cálido, la paja comenzó a pudrirse y se ha convertido en un inmenso criadero de insectos, en particular de mosquitos. Estos insectos, en forma de plaga, están atacando a otros cultivos hortícolas y obligando a usar pesticidas que hasta ahora resultaban innecesarios. Y las personas humanas (uso el pleonasmo a sabiendas para poder excluir a los ecologistas) nos vemos perseguidos día y noche por los moquitos, defendiéndonos, cómo no, con mosquiteras e insecticidas de farmacia. Llegará la hora de plantar la próxima cosecha de arroz y los campos estarán echos una porquería. Porque ¿qué han de hacer los arroceros con la paja? Nadie de la Administración ha dado directrices al respecto.

Total: todo un éxito de la política ecológica. ¡Si serán borricos titulados superiores!

jueves, 5 de noviembre de 2009

Desde mi higuera (4)

He pasado unos días apacibles, otoñales, en los albergues de Péret (Francia), un pueblecito de no más de 500 almas situado en el corazón de los viñedos de L’Hérault. Buenos vinos, buena cocina campiñesa y todo el tiempo del mundo para dar largos paseos y pensar en las musarañas. El pueblo tiene apenas una docena de calles, una de las cuales está dedicada a los esposos Curie. Intenté en vano recordar algún pueblo o ciudad española con alguna vía pública dedicada a algún científico español de renombre universal pero resultó en vano. Quizás Severo Ochoa.
Y es que, mientras el desarrollo de las ciencias debe mucho a científicos franceses como Pasteur, Lavoisier, Carnot, Pascal, Ampère, Becquerel, Gay-Lussac, Fourier, Laplace, Cauchy, l’Hôpital, Poisson, Berthollet, Le Châtelier, Baumé, Mariotte, Flammarion (por mencionar sólo a algunos de los muchos a quienes los franceses honran dedicándoles calles y plazas), cuyas aportaciones recuerdo haber estudiado en mis años de bachillerato, en esos mismos años y textos de formación básica no recuerdo que figurara ningún científico español. Y me he preguntado por qué.
La respuesta a la raquítica aportación española al panorama de las Ciencias (con mayúscula) podría ejemplarizarse en la desafortunada frase nada menos que de D. Miguel de Unamuno, dicha a comienzos del siglo XX: “¡Que investiguen ellos!”. O la más genérica, trágica y patética del matón con galones de general Millán Astray (que sí tiene o ha tenido muchas calles con su nombre): “¡Mueran los intelectuales! ¡Viva la muerte!” (relacionada, curiosamente, con un discurso de Unamuno). Y es que durante demasiados siglos ha habido el triste convenciendo de que los españoles debían ser la mitad frailes y la otra mitad soldados (las españolas contaban poco en la comedia).
La rica España Imperial, esa en cuyas tierras no se ponía el sol, no fue capaz de alumbrar ningún científico. Muchos humanistas, eso sí. Pero en Francia, en Alemania, en Inglaterra e incluso en Italia, además de grandes humanistas fueron surgiendo esas cabezas pensantes que, contra viento y marea en ocasiones, han hecho posible el desarrollo científico y tecnológico que disfrutamos todos.
El “quid” de la cuestión está ahí: en el poder ilimitado que durante siglos han ejercido la Iglesia Católica y las instituciones militares sobre la educación. Sobre todo la Iglesia y su política castrante del desarrollo científico que tan frontalmente choca con el inmovilismo dogmático. Sí, que investiguen los otros, los librepensadores, los heterodoxos, los descreídos, los ateos, los protestantes, los infieles, los condenados al fuego eterno. Mientras tanto, veamos la televisión que se ha inventado gracias a ellos…

sábado, 17 de octubre de 2009

Desde mi higuera (3)

Tragicomedia de la gripe A, en varios actos, unos claramente criminales, otros de puro negocio sinvergonzón. Cuando allá por el mes de abril saltaron las alarmas en los medios de comunicación (siempre dispuestos a lanzar a bombo y platillos las noticias más extravagantes tiñéndolas de verdades incuestionables), amenazando a la población mundial con una plaga pestilífera de magnitudes bíblicas por contagio del virus N1H1 que se extendería desde México, hice una mueca de incredulidad. Hoy, seis meses más tarde, sentado bajo mi higuera viendo caer los primeros pámpanos otoñales, me ha dado por sintetizar tanta basura informativa y buscar los tres pies al gato del asunto, que los tiene.

El show mexicano quedó en apenas nada (con todos mis respetos y condolencias para las pocas víctimas de la epidemia que perdieron la vida, cuya tragedia personal y familiar es inconmensurable; a quien le ha tocado la china no le valen paños calientes). Pero, en términos estadísticos (que es una forma de valorar la gravedad de una epidemia), a estas fechas, las muertes por los efectos de la gripe A no superan la cifra de 4.000 en todo el mundo, mientras que para la gripe estacional se manejan cifras entre 40.000 y 200.000 fallecidos. Sin embargo, el efecto de la noticia sobre la población (entre otros) se tradujo en el asalto masivo a las farmacias a comprar mascarillas de papel que, al menos en Madrid, se agotaron en unas horas mientras los fabricantes se frotaban las manos y ponían las máquinas a toda pastilla para aprovechar el tirón del negocio. Yo he presenciado en el metro cómo, cuando alguien estornudaba, se hacía un vacío preventivo a su alrededor.

Con todo, lo de la gripe A ya no es una epidemia sino una pandemia, que es una calificación de mucha mayor gravedad. Pero para poder ser declarada pandemia la OMS (Organización Mundial de la Salud) ha tenido de modificar recientemente la definición de pandemia, porque con la anterior no entraba. Uno, que es perro viejo escéptico en tantas cosas, sabe de las aficiones barraganas de la ONU, exhibidas sin ningún pudor casi a diario. Por lo visto, esas aptitudes para la prostitución adornan también a organismos de ella dependientes como la OMS. ¿Que por qué digo esto? Pues porque ante una epidemia (u otro mal grave que tenga que ver con la salud pública) la OMS recomienda a los estados miembros cómo deben actuar para resolverla. Como se trata de una recomendación, dichos estados pueden o no hacer caso a la OMS. Pero ante una pandemia la OMS ordena lo que hay que hacer de manera ineludible. Así las cosas, la OMS puede ordenar la obligatoriedad de que se vacune a toda la población mundial contra el virus de la gripe A. Y ahora quienes se frotan las manos de contento son las multinacionales farmacéuticas, que ven la posibilidad de fabricar miles de millones de vacunas con la venta asegurada. La presión mediática se está encargando de preparar el terreno, aireando cada fallecimiento por gripe A y callándose los cientos de fallecidos por gripe estacional en el mismo periodo. ¡Vaya mierda de periodistas!

Hay quien dice que, en realidad, el brote de gripe A ha sido provocado. Lo cual, de ser verdad, sería un verdadero crimen contra la Humanidad. Algo debe haber de cierto porque se ha dicho que los técnicos de un laboratorio farmacéutico desenterraron el cadáver de un esquimal fallecido en la gran epidemia de gripe A de hacia 1920, extrajeron el virus N1H1 congelado y lo han reproducido artificialmente. En posible relación con esto, cierta multinacional farmacéutica distribuyó hace poco por Europa central 17 kg de vacunas (miles de dosis) contra la gripe estacional. Pero, mira tú por dónde, a un técnico de uno de esos países se le ocurrió analizar lo que contenían los viales de vacuna y se encontró con la sorpresa de que había una mezcla de cepas de gripe estacional y de gripe A. Es decir, cepas de gran capacidad de contagio pero baja mortalidad (gripe estacional) y cepas de difícil contagio pero elevada mortalidad (gripe A). Si las leyes de Mendel no son erróneas (que no parece), algunas personas inoculadas con esa vacuna podrían haber desarrollado una cepa mutada de gran morbilidad y gran capacidad de contagio. Obviamente las vacunas se devolvieron al laboratorio fabricante, cuya única disculpa parece ser que fue algo así como “¡vaya error más tonto!”. A la cosa no se le dio ninguna publicidad (o muy poca) y espero y deseo que esos viales asesinos no estén viajando a un destino tercermundista, incluso dentro de algún programa de beneficencia de la OMS.

Porque detrás de todo este asunto canallesco están las poderosas multinacionales que, encima, se quieren lavar las manos como Pilatos y han exigido (y obtenido en EE.UU.) una ley que les exima de toda responsabilidad por los posibles efectos secundarios de sus vacunas, de modo que ningún paciente afectado pueda llevarles ante los tribunales y exigir daños y perjuicios. Todo muy transparente, n’est pas?

Los brotes de gripe A no son nuevos. Ya he mencionado la epidemia de los años 20, y recuerdo la que afectó a España hacia 1970, tras la cual los maduritos como yo quedamos inmunizados. Pero si se ponen en circulación cepas mutadas no vale ninguna autoinmunidad. Y nadie es capaz de controlar esa amenaza bacteriológica.

Tal como están las cosas, no me voy a vacunar. Si las autoridades hacen la vacunación obligatoria, tendrán que mandar a los civiles para sacarme a rastras de debajo de mi higuera.

En fin, echen un vistazo a este vídeo, que no tiene desperdicio. Es la primera parte de seis, que pueden encontrar en YouTube.



sábado, 19 de septiembre de 2009

Desde mi higuera (2)

Septiembre es un mes de retornos (en España). Es el regreso de las vacaciones, su final inaplazable e inexorable para muchos; es el comienzo del nuevo curso en escuelas, institutos y universidades… Desde mi higuera todo eso me parece hoy muy lejano y, sin embargo, hace apenas una semana que terminé mis obligaciones docentes en la universidad y ayer las del museo.
Septiembre es un mes de crisis. A muchas personas les entra el “yuyu” por tener que volver a las rutinas del trabajo diario, algo que en una época de crisis como la actual, con tanto paro, parece un lujo inexplicable. El hecho mismo de tener vacaciones ya es un privilegio, tal y como pintan las cosas.
Y es que hay demasiada gente sobre la que recae con todo rigor la maldición bíblica: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. El sudor, como metáfora, significa ante todo tener que hacer algo que a uno no le gusta una jornada tras otra, todos los días del calendario laboral. En septiembre les llega a muchos el síndrome post-vacacional, la angustia de una vida sin sentido o con un sentido distinto del deseado.
Yo he tenido la gran suerte, hasta ahora, de que me gustaran mis obligaciones. Cuando era estudiante de bachillerato me hartaban aquellas vacaciones tan largas, desde finales de mayo hasta primeros de octubre. Estaba deseando volver a las aulas y encarar un nuevo curso. Luego, como profesional, casi siempre he trabajado en lo que me ha gustado. No digo que no haya habido contratiempos e incluso situaciones crispantes. Pero el balance siempre ha sido positivo.
Mi obligación ahora es ser un jubilado feliz, y pienso cumplirla al pie de la letra.

domingo, 30 de agosto de 2009

Desde mi higuera (1)

La higuera es en mi tierra, la Huerta Valenciana, un árbol frondoso, a menudo centenario. En verano, su sombra adensada por los grandes pámpanos y aromatizada por la lechosa savia es refugio amable donde sestear tumbado en una hamaca. En invierno sus peladas y nudosas ramas parecen querer detener las nubes. Me gusta sentarme, entonces, sobre la rumorosa hojarasca.
La higuera es un árbol importante en mi vida; sobre todo lo fue durante mi niñez y adolescencia. Recuerdo la higuera negra de mi tío Vicente en el Bovalar y la blanca en Els Sassens, a las que no me dejaban encaramarme (tendría yo 6 ó 7 años). Hoy ya no existen, abatidas por el transformismo urbanístico. Tampoco existe ya, por las mismas razones, la de Ricardo, a la que nos subíamos la pandilla de chavales para tramar en secreto nuestras correrías veraniegas, ocultos en la fronda. Pero todavía están ahí, centenarias, la de la Casa del Tío Cabrera y la de la Señora Anita. Me conozco sus ramas una por una, casi con los ojos cerrados; por todas he brincado, reptado o me he dejado caer balanceándome al estilo de Tarzán. En más de una horquilla me sentaba a masturbarme siendo adolescente, sin saber todavía que el higo es una fruta erótica cantada en bellas poesías por los poetas árabes medievales (la higuera, el sicomoro fue traído a España por los moros) y vulgarizada chabacanamente por la gente soez, también.
Hace unos años planté una higuera en el corral de la casa de campo. Ya está crecida y da higos negros pero no la veré llegar a su pleno desarrollo: hace falta un tiempo del que mi vida no dispone. Pero no me importa: es mi higuera, me da sombra y frutos y puedo sentarme bajo sus jóvenes ramas y contemplar el mundo desde mi higuera, ahora que, jubilado, muchas cosas han cambiado en mi entorno. A aquella sensación de levedad del ser que siempre me acompañó se suma ahora cierta necesidad de síntesis, de ordenar mis cosas para dejarlas en un mundo que cada vez me resultará más ajeno. He ganado en dominio del tiempo para hacer lo que me convenga con pocas limitaciones externas, precisamente cuando la lógica me dice que a mi reloj de arena le quedan pocas vueltas.
Pero eso no me preocupa, ni mucho menos me angustia. Cargo en mis espaldas tanta historia vivida que lo ya hecho me colma; lo que venga será una añadidura, una guinda. Y tengo tantos planes para esa añadidura que me temo que voy a dedicar poco tiempo a estar en la higuera.

domingo, 2 de agosto de 2009

La muerte del ídolo

Hace poco murió Michael Jackson, “El Rey del Pop”. El triste acontecimiento ha engrosado el caudal de los ríos de tinta que sobre el artista corrían desde hace ya bastantes años. Y es que el cantante era en vida una figura popular controvertida, “ventoseada” por los medios de comunicación gracias a los cuales él mantenía y acrecentaba su popularidad y ellos (los medios) obtenían audiencia, es decir dinero, negocio. Era una relación de conveniencia, en ocasiones turbulenta, con el Cuarto Poder.
Ahora que el “tsunami” (antes lo llamaríamos “maremoto” pero también la prensa ha popularizado el vocablo japonés, que parece tener más aptitudes metafóricas) Michael Jackson parece que va perdiendo fuerza me decido a escribir algunas ideas que me fueron surgiendo a partir de los acontecimientos provocados por su muerte.
Ni la música ni los espectáculos de Michael Jackson fueron de mi gusto. Pero eso, ahora, tiene poca importancia porque “algo tiene el agua cuando la bendicen” y los millones de seguidores del artista en todo el mundo no pueden estar todos equivocados. Me decía una amiga que siguió por la televisión la ceremonia de las exequias que resultó un “show” impresionante, a la medida del “Rey del Pop”. Dentro de poco (si es que no ha comenzado ya) se pondrán a la venta millones de copias en DVD de aquel acto de despedida en el que participaron afamados artistas amigos del finado. Porque detrás de la ceremonia del duelo, tan humana, hay cuestiones de royalties, de (también humano) negocio.
El mismo día del entierro leía una gacetilla en un periódico gratuito en la que se decía que en el Ayuntamiento de Los Ángeles se preguntaban quién iba a hacerse cargo de los dos millones de dólares que vendría a costar el acto. Por lo visto la familia, a pesar de la gran fortuna del cantante, no estaba dispuesta a poner ni un céntimo para despedirle a lo grande. Se hablaba de una suscripción popular que, de llevarse a cabo, seguro que daría superávit.
Otra anécdota que me llamó la atención se refiere a los precios astronómicos que están adquiriendo las entradas para los espectáculos que Michael Jackson tenía programados y que ya no podrá dar. Para los organizadores, un negocio redondo: no van a tener ningún gasto y no tienen que devolver el importe de las localidades, ahora convertidas en caros fetiches.
Y además están todos los chismorreos sobre la herencia, sobre el montaje de la falsa acusación de pederastia, sobre algún nuevo hijo que quieren atribuirle…
Si fuera creyente en algún Más Allá le desearía un eterno descanso en paz, que bien se lo merece después de una (corta) vida tan agitada. Como no lo soy, me viene a la memoria el refrán castizo: “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Y menudo “bollo” que has dejado, Michael…
En fin, que “El Rey del Pop” ha muerto. Larga vida al mito.

miércoles, 1 de julio de 2009

Yo, fumador...

Empecé a fumar ya mayor de 20 años, cuando hacerlo era un hábito social bien visto y muchos de mis amigos y amigas de entonces fumaban. Claro, que de eso hace más de 40 años y desde entonces ha llovido lo suyo. Y con los cambios habidos del curso de las torrenteras ahora resulta que fumar es un hábito perverso, un vicio nefando, un atentado social contra la nueva sociedad montada en el decibelio y el bit, pobre de lenguaje (parece que los adjetivos que más se usan entre la gente joven y asimilados son los que comienzan con “super”, “mega” y a veces “supermega” lo-que-sea...) y, por contraste, deseosa de un ambiente puro y limpio sin las miasmas del tabaco otrora balsámicas. Ahora “fumar mata”, advierten las cajetillas de cigarrillos en casi todo el mundo menos en España, donde sólo “puede matar”. En Rusia ni mata ni nada, por ahora.

Los comentarios a mi anterior entrada me han hecho reflexionar, no tanto porque me resultaran novedosos (uno es ya perro viejo), como porque en alguno de ellos asoma la patita la intolerancia, una intolerancia genérica excesivamente extendida, un proteccionismo a ultranza de “MI ENTORNO” contra el de los demás. Y eso, pienso, es más grave que el hecho de fumar pasivamente.

Yo, fumador, nunca he fumado ni fumaré en ambientes protegidos por la ley o en lugares en donde me consta que el humo del tabaco molesta. Es un tanto injusto, pero me aguanto, del mismo modo que tengo que soportar el hedor del sobaco del vecino del metro cuando, por la tarde, volvemos a casa agarrados de la barra; o el penetrante perfume carísimo con que se riegan generosamente algunas damas y caballeros para hacerse notar (por cierto, que los radicales alcohólicos y aromáticos tampoco debe ser nada saludable respirarlos); o el humo de los tubos de escape de los vehículos a motor. A veces se da la curiosa circunstancia en algunas mujeres que conozco, que son furibundas enemigas del tabaco pero se empapan con colonias que detesto. Uno no puede fumar en su presencia pero ha de tragarse las esencias de sus odorizantes camuflando las miasmas. ¡Olé sus tetas! Pero uno es tolerante...

Yo, fumador, nunca echaría a perder una buena amistad por el tabaco. Mientras que para fumar siempre hay tiempo, para cultivar una buena amistad el tiempo es poco. No estigmatizaría a un amigo por ser fumador ni le reprocharía sus fobias tabaquiles si las tuviera. Ejercería la tolerancia...

Los tiempos cambian, las modas cambian, los gustos cambian... Pero la intolerancia es siempre un pecado mortal.

domingo, 7 de junio de 2009

La guerra contra los fumadores

Al año se le acaban los días libres para celebrar efemérides. El pasado día 31 de mayo fue el Día Mundial Sin Tabaco. Yo, que soy un fumador vocacional impenitente, no me enteré hasta el día siguiente por una breve noticia dada por la televisión en un noticiario de la mañana mientras saboreaba un café con leche y ese primer cigarrillo del día en el bar donde suelo desayunar a diario antes de marchar al trabajo.

En Madrid hubo manifestación convocada por el Partido de los No-Fumadores (¿?) en la Plaza de España bajo el lema “En defensa del fumador pasivo”. No sé cuántos partidarios asistirían al acto; no parecían muchos, por las brevísimas imágenes que dio la televisión. Pero algún participante joven era realmente agresivo y provocador: la cámara le siguió unos segundos mientras acosaba despiadadamente a un señor mayor que hasta entonces paseaba tranquilamente fumando un cigarrillo.

Hace unos años se promulgó una Ley Antitabaco que no me gustó un pelo, como tampoco me gusta pagar los impuestos que me imponen las leyes tributarias correspondientes. Pero soy cumplidor, acato las leyes y trato de cumplirlas. Tuve que eliminar de mi lista de restaurantes habituales unos cuantos que lucen desde entonces en la puerta el cartel de “prohibido fumar en el interior”. Y bien que lo sentí porque son restaurantes con excelentes caldos y viandas. Porque una buena comida, si no va rematada con un par de cigarrillos tras los postres, ya no es tan buena para mi gusto. Tampoco fumo en locales públicos cerrados ni en los privados de no fumadores. Pero hay restaurantes y cafeterías que, por sus reducidas dimensiones pueden acogerse a excepciones de la ley y permitir que se fume legalmente en su interior. Y ahí está el conflicto, según el PNF, porque los no fumadores se convierten en fumadores pasivos y protestan y exigen que se endurezca la ley.

¡Ay, que me da la risa!...

La guerra abierta en pro y en contra del tabaco es tan antigua como su traída a España desde América: mientras doctos catedrático de medicina escribían documentados tratados sobre las bondades del tabaco, la Iglesia prohibía fumar bajo pena nada menos que de excomunión a los sevillanos en 1642, y en 1696 el Sínodo de Tortosa prohibió el consumo de tabaco a los sacerdotes y miembros de la Iglesia, es decir a todo el orbe católico. Luego, en 1725, el Papa Benedicto XIII levantó las sanciones de sus antecesores y debieron formarse largas colas ante las puertas del cielo con todos los ex-excomulgados ahora redimidos de un plumazo. Porque para entonces fumar o tomar rapé se había convertido en un hábito social distinguido, y en el caso español, el monopolio de tabacos (lo que ahora es la Tabacalera ESA, pero que sus orígenes se remontan nada menos que a 1634) rendía pingües beneficios a las arcas reales.

Pero, acercándonos a nuestros tiempos, durante casi todo el siglo XX estuvo bien visto el hábito social del tabaco. Hacia finales de siglo, sin embargo, la cosa comenzó a cambiar: por una parte, los gastos médicos por enfermedades presuntamente provocadas por el tabaquismo comenzaban a equilibrar, cuando no a superar, lo recaudado con los impuestos sobre el tabaco; por otra, pero dándose la mano ambas, la medicina oficial comenzaba lanzar diatribas por los efectos nocivos de su consumo. Tanto los fumadores empedernidos como los fumadores pasivos ahora corren el grave riesgo de morir como chinches por culpa del tabaco.

De algo hay que morirse, que no va uno a durar eternamente. Dejando aparte la dudosa veracidad de los anatemas médicos (la Medicina es una de las Ciencias menos exactas que existe, de ahí que los antiguos la llamaran Arte, que no Ciencia), y como una constante contestación a sus catastróficas predicciones, lo cierto es que la esperanza de vida en los países desarrollados es cada vez mayor a pesar del tabaco, del estrés, de los humos del escape de los coches, de las industrias contaminantes, del “fast-food” y un largo etcétera.

A los fumadores pasivos más hipocondríacos les recordaría que vivimos inmersos en un mundo de radiaciones electromagnéticas cuyos efectos sobre los seres vivos nadie tiene interés en valorar por el momento. Muchos hasta llevamos nuestra propia regadera electromagnética en el bolsillo en forma de teléfono móvil, a veces cerca del corazón (órgano) y más a menudo a unos pocos milímetros del cerebro.

(Hoy estoy particularmente contento: a Trako le han concedido la beca que tanto desea)

martes, 12 de mayo de 2009

La salsa de la vida

Hoy salía en noticia de primera plana en algunos diarios españoles que se va a liberalizar la “píldora del día después”. No sólo se va a poder adquirir sin receta médica sino que se podrá vender en las farmacias a menores de edad. Los agoreros cenizos pronostican largas colas a las puertas de las farmacias. Yo no lo creo. Pienso, más bien, que la medida responde a una realidad social y podrá evitar más de un susto. Porque follar…, follar…, sin la bendición correspondiente, ¡vaya que si se folla! Tengo una sobrina boticaria que ha comentado más de una vez los enjuagues que ha de hacer los lunes para limpiar los polvos del fin de semana. Porque, querámoslo reconocer o no, para mucha gente joven un fin de semana sin sexo es la cosa más aburrida del mundo. Y para la menos joven, también, ahora que los pases de anuncios de la tele duran casi media hora.

O algo está fallando en el sistema educativo o está asomando una rebelión de las masas juveniles a las que, por lo que se ve y se oye, ya no les bastan los consuelos domésticos de toda la vida. No podía ser de otro modo en una sociedad tan erotizada como la nuestra en la que hasta para anunciar una gaseosa te ponen delante unas señoras despampanantes. Y eso, día a día, va calando. Así que no seamos tan cínicos como para no reconocerlo.

Hace muchos años que tengo asumido que la práctica del sexo es la salsa de la vida y que, según la edad y otros factores vitales, la vida se adereza con más o menos cantidad de esa salsa. Supongo que algunos se escandalizarán. ¡Qué le vamos a hacer...! La doble moral me produce risa, y la sociedad española tiene una gran experiencia en eso desde los tiempos de la Santa Inquisición, por lo menos. Sobre este tema en particular, en casa la santa madre de los hijos y en los bloques de apartamentos la querida. Me refiero a la clase pudiente, que es la que más se santigua en estos casos y más ruido mete.

Me ha venido a la cabeza una novela de Francisco Umbral, Memorias de un niño de derechas, de 1972, que describe muy bien algunos retazos de esa doble moral en la clase media y alta española. Recuerdo aquellos pasajes en los que habla del papel de las criadas jóvenes en las casas-bien como iniciadoras en el sexo de los “señoritos” adolescentes. Y de cómo, cuando el padre o el niñato le hacían un bombo a la chica (nunca se sabía quién a ciencia cierta), se la despedía por puta o, si no eran tan mala gente, la mandaban al pueblo a parir un bastardillo que nunca reconocerían, con algo de dinero para abrirse otro camino. Y buscaban otra criada joven, que las había a cientos. Y mientras tanto, los afortunados padres se frotaban las manos de contento mientras se decían: “¡El chico vale, el chico vale…!”

La gente no va a follar más porque tenga a mano la pastilla, ya lo veréis. Pero quizá los haga más a gusto…

jueves, 16 de abril de 2009

Un paseo por el Albayzín de Granada

El Albayzín es el barrio con mayor personalidad de la ciudad de Granada, la capital del último reino musulmán en España. Siempre que viajo a Granada por motivos profesionales me gusta alojarme en el Carmen de la Victoria, la residencia de la Universidad para profesores invitados, en el Albayzín. El carmen es una delicia para los sentidos. Desde sus jardines de traza romántica uno puede disfrutar de una hermosa vista de la fortaleza y los palacios de la Alhambra y los jardines del Generalife.

Subir la empinada Cuesta del Chapiz es ascender hacia el corazón del Albayzín e internarse en la maraña de callejuelas de este barrio popular impregnado de espíritu moruno y calé. Aunque totalmente cristianizado tras la toma de la ciudad por las tropas de los Reyes Católicos, no es difícil reconocer en los campanarios los minaretes de las antiguas mezquitas y en el quiebro contante de sus callejones la llamada a los principios coránicos acerca de la finitud de lo humano.
Aunque ciertas zonas del Albayzín suelen ser muy frecuentadas por los “guiris” (es la forma coloquial de llamar en Andalucía a los turistas extranjeros), hay momentos de la mañana en los que la calma se extiende por doquier y uno puede curiosear por los mercadillos instalados en recónditas plazuelas o charlar de lo mal que va el negocio con el dueño de alguna taberna todavía medio adormecida, en penumbra, mientras saborea un café mañanero y un cigarrillo.

Espero que os guste el reportaje.

lunes, 23 de marzo de 2009

Otra vez a vueltas con el aborto

El Estado y la Iglesia están de nuevo a la greña en España por la nueva ley sobre el aborto que el Gobierno pretende sacar adelante. ¿El punto más polémico ahora?, que una mujer embarazada de más de 16 años de edad pueda decidir libremente, sin consultar con sus padres, si aborta o no dentro de los plazos de gestación establecidos. Con la ley actual es a partir de los 18 años.
Pienso que la decisión de abortar es una tremenda decisión que compete exclusivamente a quien ha de tomarla, por lo que debería pedir consejo antes de hacerlo. Nunca he sido partidario del aborto indiscriminado, pero me revientan las posturas farisaicas prohibicionistas que tanta alharaca promueven. La moral sexual de la sociedad “civilizada” occidental, sobre la cual ha influido decisivamente el cristianismo imperante, se basa en restricciones y tabúes irracionales cuyo fin último, a mi entender, es la autodefensa de unos determinados valores considerados “universales” mediante la coacción punitiva. Además, esa moral (que ni es única ni tiene por qué ser la mejor) contradice en muchos puntos a las fuerzas de la Naturaleza.

La Naturaleza, ignorando olímpicamente los mandatos divinos y sociales al uso, hace que las personas normalmente desarrolladas sean fértiles para la procreación a los 12 o 13 años de edad. Más aún: es en los primeros años cuando el organismo está mejor preparado para esa tarea. Pero la sociedad actual no puede permitírselo, así que a aguantarse tocan y que cada cual se resuelva el tirón de la hormona como mejor pueda pero siempre bajo la mirada inquisitorial de unos mayores que han olvidado que algunos años fueron pubertos (o hacen como que lo olvidan), blandiendo amenazadores las penas de un Infierno inventado a su medida.

En las sociedades tribales primitivas, tan apegadas a la Madre Naturaleza, cuando llegaba la pubertad organizaban una gran fiesta, un rito de paso, porque los pubertos iniciaban su ingreso en el mundo de los adultos. Además de someterse a los rituales iniciáticos, el ya iniciado debía demostrar con alguna acción o hazaña (de caza, guerrera o de otro tipo) que había dejado de ser niño. Y se preparaba para formar su propia familia. Nada queda de aquello en la sociedad moderna, salvo que llamemos rito iniciático al calvario del bachillerato o a las ñoñas puestas de largo de las quiceañeras de las casas bienestantes.

¿Y del sexo, qué? Leía hace unos días en el periódico que la juventud española estrenaba sus relaciones sexuales completas cada vez más temprano. Se decía, creo recordar, que a los 16 años por término medio, aunque hablaba de bastantes precoces de 14 años. Si las cosas son así, no parece que hayan cambiado mucho de cuando yo era jovenzuelo, hace de eso muchos años. Entonces, en mi pueblo, cuando uno cumplía los 16 era habitual un primer desahogo con alguna meretriz de la capital, a poder ser francesa, para ir abriendo boca. Pero volvamos a la actualidad. Así, pues, parece darse “de facto” una clara rebelión de las masas púberes y adolescentes contra las normas establecidas. ¿Quién es tan corto de vista que no percibe la alta probabilidad de un embarazo no deseado a esa edad, a pesar de los repartos masivos de preservativos? ¿Qué sociedad es tan farisea que no reconoce que sus métodos educativos para una sexualidad bien entendida y practicada hacen agua por los cuatro costados? ¿Quién es el inocente que sigue pensando que la solución está en la continencia y la castidad? ¿Qué moralina es aplicable a un embarazo no deseado que puede destrozar toda una vida?

Hace ya muchos años, poco antes de la primera ley del aborto de 1985, ayudé a una pareja de jóvenes que había tenido un desliz. Él, estudiante de medicina (¡ojo al dato!); ella, de arquitectura (al parecer llevaba mal las cuentas). Pasamos muchas horas reflexionando en común. Al final decidieron marchar a Londres a abortar, como hacían entonces las parejas en similares circunstancias. Siguieron juntos algún tiempo más y luego cada cual encontró caminos nuevos. Hoy viven sus vidas con normalidad, hasta donde yo sé. Supongo que la Iglesia me habrá excomulgado por ayudarles a viajar a Londres, pero no es algo que me preocupe en modo alguno a la vista de cómo la Iglesia ha manejado la pena de excomunión a lo largo de su historia. La “cagada” más reciente ha sido el levantamiento de la excomunión por el Papa actual al fundamentalista y rebelde Monseñor Lefebvre, excomulgado por Juan Pablo II. ¡Como para tomárselo en serio!...

No me gusta el aborto. Aunque no soy capaz de ponerme en la piel de una muchacha embarazada sin desearlo (por mucho que le guste la música del órgano) que pide ayuda, tampoco soy capaz de esconder la mano y responder con anatemas. A veces el fin justifica los medios, como bien saben los políticos y los eclesiásticos aunque ninguno lo reconozca. Pero la Historia bien aprendida lo demuestra.

domingo, 22 de febrero de 2009

Desierto

He estado unas semanas en Oranjemund (Namibia), una mota verde en medio del inmenso desierto namibiense. Por las tardes, cuando comenzaba a caer el sol, me gustaba dar un paseo por entre las desoladas dunas cuando la luz tiñe el paisaje de colores tornasolados y las nubes primero azulean para luego volverse rosáceas, mientras en el horizonte quedaba apenas una fina línea anaranjada. La noche cae de pronto en el desierto como una cortina de cretona negra.

Es el momento de la reflexión… En un día suceden infinidad de cosas y situaciones que apenas percibimos porque las estamos viviendo en ese momento. Luego, revivir aquel detalle, aquel gesto amable o aquella expresión crispada es como extraer la esencia a la jornada para saborearla con deleite (aunque algún trago amarguee) y alimentar la jornada aún por venir. Hacer planes para mañana en un entorno en el que las formas se difuminan lentamente y pierden sus límites reconocibles se asemeja un poco a crear desde la oscuridad de la nada, a sabiendas de que al cabo de unas horas todo podrá ser percibido.

viernes, 9 de enero de 2009

Hoy nieva en Madrid...

Madrid ha despertado hoy perezosamente de la resaca navideña cubierta por un manto blanco de nieve. No se recuerda una nevada así desde hace muchos años. La nieve ronda todos los años el espacio ciudadano pero no se atreve a atravesar el hongo cálido y contaminado que cubre la gran ciudad. Ha sido necesaria la conjunción de un frío polar y de unas nubes cargadas de agua para que se produjera el milagro. A media mañana los árboles de los parques mostraban un aspecto bellísimo, invernal, hasta navideño...

De algún modo ha revivido en mí la vieja savia de muchas generaciones de gente del campo ("Año de nieves, año de bienes", decían) y he visto Madrid con otros ojos. Luego, el urbanita ha sentido el frío como una ofensa y la nieve como una amenaza al tráfago de la vida ciudadana: mezquindades, en el fondo. Mañana los ecologistas clamarán al cielo protestando por las toneladas de sal que los servicios municipales han extendido por las aceras y calles para disolver la nieve (más mezquindades).

A la entrada del museo, una adolescente le decía a su acompañante: "Se le van a congelar las tetas a esa tía". Probablemente no sabe que es una esfinge y las esfinges son frías de por sí.