sábado, 22 de julio de 2006

"Si vis pacem para bellum"


En mis años mozos hice la “mili”, el servicio militar obligatorio. En la pared del edificio que albergaba mi compañía había un gran rótulo con la frase Si vis pacem para bellum. Hubiera sido un latín clásico más correcto bellum para pero, ¿qué queréis?, para el nivel de latín de los oficiales que disfruté, ya valía. Soy añoso pero no tanto como las legiones romanas y cuando hice la "mili" el latín ya era una reliquia para curiosos.

Si vis pacem bellum para: si quieres la paz, prepara la guerra, o prepárate para la guerra. Terrible frase. Amenazadora idea que, si bien pretende justificar la existencia de un ejército para la defensa de agresiones externas (esa sería la lectura en tiempos de paz), reconoce un hecho incuestionable: que la guerra puede entablarse en algún momento. Escarmentada lectura en un país como el mío, España, guerrero donde los haya, cuya primera generación que no ha conocido en sus propias carnes una guerra, aunque sí sus coletazos, es precisamente la mía. Espero llegar a morirme en paz sin necesidad del arrullo de trompetas, tambores y cañones.

Imagino que los judíos belicistas de Israel y los del mundo de la diáspora que les apoya tendrán esa frase muy a flor de piel, junto con otras menos solemnes, más de andar por casa como “el que da primero da dos veces”. Y ellos siempre tratan de ser los primeros y más contundentes, arropados por la superioridad tecnológica de sus máquinas de guerra y por su pretendida superioridad ideológica de pueblo escogido, que hacen que se pasen por el arco de triunfo (situado entre sus piernas, con pinjantes en lo alto) la opinión del resto de los mortales. Su texto sagrado es el Antiguo Testamento, un compendio beligerante donde los haya cuando es interpretado muy al pie de la letra. Pero ni el Israel histórico ni el moderno son excepciones, desgraciadamente. Cito a Israel sólo por sus últimas canalladas aireadas por la prensa. Hay otros muchos puntos calientes.

El mundo es injusto (antes y ahora) porque las sociedades que lo componen también lo son. Aplicando la propiedad transitiva, puesto que la sociedad la componemos individuos, se podría decir que nosotros también somos injustos. Y es posible que algo de verdad haya en ello (dejo esa discusión para otra entrada) pero, según mi percepción, la moralidad social no es la suma o el resumen o la media aritmética ponderada de las de sus componentes. Es otra cosa, algo más superestructural y teórico que trata de subsumir al propio individuo. Es el zumo, a veces ponzoñoso, que destilan los grupos de poder. La moral social no representa las moralidades individuales ni se construye desde ellas (como podría deducirse del juego democrático) sino que se elabora in vitro para adoctrinar a sus individuos, lo que da opción a una perversión de los valores y nos sitúa a todos en un pretendido infantilismo intelectual que requiere ser desasnado por el sistema, ignorando (y evitando) la libertad de escoger.

Y mientras tanto hay personas que mueren heridas por la guerra, que malditas las ganas que tenían de subir a sus cielos respectivos tan pronto, tan deprisa y sin saber por qué.

jueves, 13 de julio de 2006

Ítaca, de nuevo y siempre


Pensaba escribir acerca de las vueltas que da la vida, de las situaciones a menudo complejas de esa singladura que, en mi caso, comienza ya a ser larga. La idea de mar y de viaje me ha pasado por la cabeza e, inmediatamente, he pensado en Kavafis, ese gran poeta griego contemporáneo cuyo pálpito mediterráneo tantas veces me ha emocionado. Pensar en la vida como un viaje y asociarla a su poema Ítaca todo ha sido uno. Nadie mejor que él ha plasmado lo que hubiera intentado yo escribir. Así que lo mejor que puedo hacer es copiar a continuación sus versos.

He usado Ítaca como parábola para plantear temas de reflexión a algunos jóvenes que, rebosando vitalidad, abrían, ora pasmados, ora angustiados, sus ojos ante ese dilatado paisaje casi sin estrenar que son sus propias vidas. Muy recientemente con una persona especialmente querida.

Bueno, ahí va el poema:

Cuando emprendes el viaje hacia Ítaca
debes pedir que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas;
tales cosas en tu ruta nunca hallarás
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.
Debes pedir que el camino sea largo.
Que sean muchas las madrugadas
en que con gran dicha, con gran alegría
entres a puertos nunca vistos:
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
ve a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Ten siempre en tu pensamiento a Ítaca.
Has de llegar a ella, ese es tu destino.
Pero no fuerces jamás la travesía.
Es mejor que se prolongue muchos años
y viejo ya ancles en la isla,
enriquecido con cuanto habrás ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te ofrezca más riquezas.
Ítaca te dio el hermoso viaje.
Sin ella no hubieras zarpado.
Otras cosas no tiene ya que darte.
Y si la encuentras pobre no pienses que Ítaca te engañó.
Como sabio en que te habrás convertido, con experiencia tanta,
sabrás muy bien lo que significan las Ítacas.

miércoles, 5 de julio de 2006

Demasiados demasiados

Claustro del Monasterio de Silos (1974)

Demasiado dolor mordiendo rabioso mi cansado corazón.

Demasiados juicios de valor equivocados pesando sobre mi vieja espalda.

Demasiados adioses apresurados, sin tiempo ni opción para las despedidas.

Bye, dijiste. Sencillamente.

Ya no más llanto.

Es tiempo de silencio y meditación.

Mondo cane. Arrivederci.