jueves, 18 de diciembre de 2014

Desde mi higuera (42)


Hace mucho tiempo que no vengo a sentarme bajo la higuera a meditar en voz alta. Demasiado... Trataré de remediarlo en próximo año. Mientras tanto, llega la Navidad y es el tiempo de los buenos deseos. Paz y bien a todas las personas de buena voluntad que se acercan a visitar estas páginas.

sábado, 28 de junio de 2014

Desde mi higuera (41)

Con harta frecuencia escucho en las conversaciones de café que España sería el país más rico de Europa de no ser por la miríada de sinvergüenzas que meten mano al Tesoro Público para llenarse los bolsillos. Según los medios de comunicación, mires donde mires salta la noticia de un nuevo atropello, de nuevos encausados, de nuevos escándalos (o viejos escándalos sin resolver todavía cuyo sumario engorda "ad infinitum").

Quizás sea verdad eso de que el deporte nacional no es el fútbol sino el robo de guante blanco. Leí hace poco que en España existen unos 10.000 aforados, es decir, personas con un estatus especial a las que la Justicia no puede encausar de forma inmediata. No acabo de entender por qué un diputado, o un senador, o un alto cargo político debe ser inmune a la acción normal de la Justicia. Pienso que debería ser al contrario: precisamente por razón del cargo debería estar más vigilado y, al primer desmán, garrotazo y a la puta calle. Pero ya se han preocupado ellos por hacerse leyes que les hace inmunes a las contravenciones de cualquier código ético.

Otro deporte nacional es el nepotismo o, como dicen ahora los periodistas faltos de culturilla, la endogamia. Según el diccionario de la RAE nepotismo es la "desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos". En cambio, endogamia (en su segunda acepción) es la "actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo o institución". Desde mi punto de vista, el enchufismo tan practicado por políticos y afines es más bien nepotismo que endogamia. Pero bueno, la palabreja es lo de menos. Lo realmente airante es que en las Administraciones, en los últimos años, muy pocos "trabajadores" han pasado por las horcas claudinas de las oposiciones para ganarse el puesto de trabajo. Son trabajadores "digitálicos" a los que con el tiempo se les "arregla" su situación laboral mediante trampas legales. Para los altos cargos ni siquiera hace falta hacer trampas...

Estos días esoy especialmente cabreado con Hacienda, esa "cosa" que dicen que somos todos. El refinamiento de las trampas legales con los sufridos pensionistas es extremado. Con una mano te dan unas perrillas y con la otra te las reducen en un porcentaje escandaloso, inmoral. Para la publicidad lo que cuenta es lo que te han dado, no lo que te quitan luego. Y si no pagas religiosamente tus obligaciones te amenazan con una amplia serie de medidas que pueden dejarte "en porreta". Sin embargo todavía no he oído que los condenados por grandes robos al Estado hayan devuelto un sólo euro. Parece que pagan su pena con una temporada en la cárcel en plan hotel de cinco estrellas...

Acabo de ver entre los pámpanos una cuantas brevas maduras. Voy a cogerlas no sea que las vea también algún listillo y se la lleve puestas...

viernes, 18 de abril de 2014

Desde mi higuera (40)

 Hace un día espléndido de primavera. Sentado bajo la higuera estoy viendo cómo los botones de la ramas anticipan la salida de los nuevos pámpanos que me darán su sombra en verano. Es Viernes Santo y la suave brisa trae aroma de azahar de los floridos naranjales del entorno.

El campo ha jugado un papel importante en mi vida, aunque mi padre no fuera agricultor. De pequeño pasaba los veranos en casa de mi tía Ana María y mi tío Vicente, campesinos acomodados. Todos los días, al clarear, montaba en el carro tirado por la jaca Lucera (que por cierto era un caballo), con mi tío y mis primos, y ayudaba en las tareas propias de la estación. Era el tiempo de la recogida del cacahuete, del algodón, del tabaco, de segar alfalfa para las vacas estabuladas en el corral, de atender las últimas tareas en los arrozales antes de la siega... Quizás alguien piense con mentalidad moderna que, a mis once o doce años, aquello era explotación infantil. ¡Vaya memez! Aquello era el aprendizaje de las cosas útiles de la vida. Y mi tío, que de la vida sabía mucho, cuando me veía tronchado por el cansancio, me decía con cierta sorna: "¿Que prefieres, ésto o los libros?". La respuesta era evidente en mi caso.

Con mucho esfuerzo, mis padres compraron un parcelita en el campo, entre montañas, y poco a poco construyeron una casita. Allí pasábamos los fines de semana, los veranos y, cuando mi padre se jubiló (yo ya estaba emancipado), mis padres vivían allí la mayor parte del año hasta que los achaques de la vejez lo hicieron inviable.

Recuerdo que era el 1 de Mayo, día festivo, y yo había ido a ver a mis padres. Mi padre estaba delicado de salud. Pensé que sería bueno que fuéramos a pasar la tarde a la casita y allá que nos fuimos. En un momento dado, mi padre me pidió que le ayudara a subir a la azotea de la casa y así lo hice. Allí estuvo lago rato, disfrutando del paisaje.

Al atardecer regresamos al pueblo. No habría pasado una hora cuando mi padre sufrió un infarto cerebral que le dejó hemipléjico. Tras un mes de hospitalización cayó en coma fatal. Me gusta pensar que aquella tarde presintió el final y quiso llenarse con las imágenes de aquel paisaje tan querido para que le acompañaran en su última andadura. De esto hace casi treinta años...


jueves, 27 de febrero de 2014

Desde mi higuera (39)

Tuvimos un otoño raro en cuanto al clima e igual de raro está pasando el invierno: no llueve y hace más frío de lo normal. ¿Cuándo llegarán esas mañanas soleadas para poder sentarme bajo mi higuera a solazarme? Mientras tanto el ambiente fallero se palpa por doquier.

Hace unos días leí una estadística espeluznante por lo que a mí me toca. Resulta que la vida media de la población anciana española, entre la que me cuento, ha descendido últimamente. Los viejos nos morimos antes. Es un hecho que nadie ha tenido la osadía de explicar.

Cuando hace un par de años o tres se empezó a practicar el medicamentazo y el co-pago de las medicinas para los afiliados a la Seguridad Social, que somos la inmensa mayoría, la cosa nos cayó mal, muy mal. Pero decían los políticos que no había otra solución. Las arcas de la nación estaban bajo mínimos y había que retocar algunos registros del "estado del bienesta", que no podía mantenerse con los impuestos que pagamos y con los robos multimillonarios de los políticos sinvergüenzas. No hubo más remedio que apretarse el cinturón un agujero más.

Yo me encuentro bien de salud, afortunadamente, gracias a los medicamentos. Quiero decir que soy usuario habitual de medicinas para paliar ciertas deficiencias crónicas como la diabetes y, últimamente, ciertos achaques que me producen vértigos incómodos. Voy periódicamente a mi médico de cabecera (ahora los llaman médicos de familia, puro eufemismo) a por recetas y el bueno de Don Enrique siempre me dice: "Estas entran en el Seguro pero estas otras no". En palabras llanas: hay medicinas que tendré que co-pagar y otras que pagaré totalmente. Don Enrique, como quejándose, apostilla: "Cada día me llegan notas diciendo que tal o cual preparado ya no entra en el Seguro". De la consulta, a la farmacia. Allí, en la farmacia, veo con harta frecuencia que el enfermo pregunta al farmacéutico o a su mancebo cuánto le van a costar las medicinas, y con la misma frecuencia prescinde de alguna de ellas porque el bolsillo no da de sí. El resultado es un mal tratamiento de su enfermedad que puede llevar a un agravamiento con el tiempo.

Estoy convencido de que en tiempo pasado se han cometido abusos en la Sanidad por parte de los "enfermos", que se han atiborrado de vitaminas y otros específicos caros y bastante inútiles salvo en estados carenciales bien concretos. La industria farmacéutica, que no tiene nada de ONG, plantea sus planes teniendo en cuenta estos factores y da la de cal y la de arena. Pero también estoy convencido de que esos abusos medicamentosos han sido el chocolate del loro comparados con los gastos faraónicos derivados de la mala gestión de la Sanidad y sus medios por nuestros próceres de la poltrona.

He de reconocer que la jugada es cojonuda: con el co-pago y la descatalogación el Estado ahorra en gasto farmacéutico, y con la muerte prematura de los ancianos el Estado ahorra en pensiones. ¿Hace falta ser clarividente para entender la jugada?

martes, 28 de enero de 2014

Desde mi higuera (38)

Se supone que las labores de un jubilados consisten en salir a tomar el sol y dar largos paseos todos los día, jugar a la petanca en el parque con los de su quinta, sestear aburrido viendo la tele, etc., etc. ¡Pues no hay manera! No sé cómo me las apaño que si salgo del despacho es para comprar tabaco. Porque ahora, con las comodidades que proporcionan esas cafeteras automáticas y la variedad de cafés empaquetados que existen, tampoco me queda la excusa de bajar al bar de la esquina a tomarme un cortado.

Ahora en serio: creo que soy una persona afortunada. Ni quiero ni puedo cortar mi actividad profesional. He tenido la fortuna de trabajar casi toda mi vida en las cosas que me gustan y no veo la necesidad de cortar bruscamente por el simple hecho de llegar a una determinada edad. Y me gustaría seguir así muchos años...