martes, 20 de septiembre de 2011

Desde mi higuera (22)

He estado una semana en Toulouse (Francia), la vieja Tolosa capital del reino visigodo occitano y uno de los núcleos de resistencia cátara. Es una ciudad encantadora, solazada en las riberas del río Garona (siempre me ha resultado chocante que los franceses asignen a los ríos el  género femenino: “la Garonne”), un río caudaloso alimentado por las nieves de los Pirineos. Me encanta pasear por su casco antiguo, que conserva el trazado dieciochesco y no pocos edificios de aquella época, y sentarme en alguna de sus pequeñas terrazas a contemplar el paso de una gente multirracial completamente integrada en una floreciente polis de medio millón de habitantes, tres universidades y gran aparato industrial.

Inevitablemente, mis pasos perdidos acaban siempre en la basílica de Saint-Serin o San Saturnino de Tolosa, una monumental iglesia románica de las más grandes de Europa, que me hace recordar la importancia que tuvo Tolosa en el Medioevo como centro de acogida de peregrinos del Camino de Santiago, antes de dar el salto a los Pirineos por el paso de Canfranc hacia Jaca, o ya de vuelta. Es un edificio soberbio, de poderosos muros y arriesgada arquitectura. De planta cruciforme, su nave central eleva sus pilares a gran altura, y sus cuatro naves laterales, dos a dos, están recorridas en lo alto por una amplia tribuna que bordea todo el templo. Sobre el crucero apoya una esbelta torre-campanario octogonal de cinco cuerpos y aguja con gallo en la veleta. Sus relieves, tallados en piedra con detallismo de orfebre, me recuerdan los estilos y las manos de los maestros canteros que también trabajaron en las iglesias y claustros románicos españoles. Ante los ojos observadores desfila un complejo programa iconográfico en el que se entremezclan lo sagrado y lo profano lanzando un mensaje que ya no tiene receptores porque el hombre moderno ha perdido las claves para interpretarlo como lo hacían los peregrinos medievales.

Reanudando una vieja costumbre, he preparado un reportaje con algunas imágenes de tanta maravilla. Espero que les guste.





jueves, 8 de septiembre de 2011

Desde mi higuera (21)

Hace mucho tiempo, demasiado, que no vengo a sentarme a la sombra de mi higuera. Ahora comienza a ser tiempo de higos por acá y ya van pintando de negro. El verano da sus últimos coletazos retozones regalándonos calores todavía, pero las playas se van quedando desiertas. Sería bueno que lloviera antes de la siega del arroz. Que lloviera, no esas tormentas que a veces nos trae septiembre y que nos pone perdidos en unas horas, con el agua hasta la rodilla.

Para los ritmos de la sociedad española septiembre es el mes de los retornos: retorno al trabajo después de las vacaciones (aquellos afortunados que tienen trabajo y vacaciones), retorno a las aulas de grandes y pequeños, retorno…, πάντα ρει…

Me gustaría retornar de algo, pero comienzo a ser lo suficientemente añoso como para estar ya de vuelta de casi todo. No, no es cierto: Ítaca estará siempre más allá de mi horizonte. Por eso he retornado a mi higuera.