miércoles, 28 de mayo de 2008

Dos años en la "blogosfera"

Hace unos días, el 15 de mayo, día de San Isidro, se cumplieron los dos años de actividad de este blog. Los aniversarios, en general, siempre me han dejado indiferente. No es por ninguna fobia al paso del tiempo, no: las manecillas del reloj se mueven pese a quien pese. Además, he escrito indiferente, no enrabietado o malhumorado. Me gusta celebrar aquellas situaciones que lo merecen, no el simple hecho de alcanzar tal o cual fecha. Aunque alguien podría decir que, a mi edad, cumplir años se convierte en un reto, no es mi caso. O, visto desde mi ángulo, tendría que celebrar cada instante que pasa. Ciertamente, algo de eso hay porque la alegría de estar vivo me acompaña hasta en los malos momentos (que siempre hay).

Dos años en la blogosfera me han deparado entretenimiento, conocimientos y no poca diversión. Y también amistades que están más allá o fuera del mundo virtual: ellos/as saben a qué me refiero.

lunes, 19 de mayo de 2008

Cultura y producto cultural

“La cultura sucumbe bajo el volumen de la producción, la avalancha de letras, la locura de la cantidad”.
(M. Kundera: La insoportable levedad del ser, cap. 5)

He leído varias veces esa novela por el goce disidente con quien piensa que la vida de cada cual es esencialmente insignificante y sentirla tan leve le resulta insoportable. Para mí en esa levedad está la maravilla de sentirme vivo, no la angustia de saberme inútil. Me tranquiliza. Pero no es de eso de lo que quería hablar. En esta lectura me he detenido a pensar en la frase entrecomillada que abre esta entrada.

La frase encierra una verdad a medias. Es cierto que vivimos desde hace años inmersos en un mercantilismo que afecta también a los procesos de producción artística en sentido lato, y esa productividad tutelada ha afectado sobre todo a los países socialistas en los que el “producto cultural” se ha intentado (vanamente) ponderar en términos de determinismo social. El modelo o la idea de cultura de Kundera, más cercana quizás al ideal renacentista de lo artístico, se ha visto ahogada por el panfletarismo, por la cultura de masas.

En el occidente del libre mercado la avalancha de productos culturales se pondera, en primer lugar, en términos de royalties, de beneficios económicos, y, en segundo lugar, como incidencia en la sociedad a través de un complejo maridaje que cierra el ciclo con trabazón de mercadotecnia.

Pero en ambos casos, aunque desde presupuestos diferentes, el creador de productos culturales no es un ser libre e independiente sino un trabajador mediatizado.

Sin embargo, al contrario de lo que expone el pensamiento de Kundera (de ahí su verdad a medias), la cultura es un concepto, una infraestructura que no puede sucumbir en modo alguno. Podrán hacerlo determinados rasgos culturales, pero no la cultura.

Con el paso del tiempo las sociedades (los verdaderos pilares de la cultura) van depurando esas toneladas de productos culturales y arrojando al muladar lo que resulta inservible, que suele ser mucho. La Historia es una dura censora, al fin y al cabo.

lunes, 5 de mayo de 2008

Por tierras cátaras

He estado unos días de viaje por el sur de Francia por motivos profesionales, pero como tengo la suerte de tener un trabajo que me permite hasta cierto punto ser dueño de mi tiempo, he podido hacer un largo recorrido por las tierras que los franceses llaman “Pays Cathare”, es decir las antiguas tierras de la Occitania romana. Y ante las imponentes ruinas de la fortaleza de Carcasona uno no puede dejar de pensar en aquellos “hombres buenos” masacrados por la gula y el pecado de la carne de la Iglesia romana.

Porque los cátaros fueron, ante todo, cristianos puros que renunciaban a la posesión de los bienes materiales. Ni siquiera arremetían contra los clérigos pervertidores de las enseñanzas evangélicas. Pero su ejemplo era un señalamiento continuo de la vida disipada de la jerarquía eclesiástica desde el papado a los frailes libertinos. Y esto era algo que los rollizos representantes de Dios en la tierra no podían tolerar. A partir del siglo XIII los herejes cátaros (también llamados albigenses) fueron pasados a cuchillo o quemados en la hoguera de la Santa Inquisición a millares. De entonces es aquella frase del legado papal cuando, tras la rendición de Beziers, ordenó que se matara a toda la población (unas 30.000 almas) “…que Dios ya sabrá escoger a los suyos”.

La historia de la Iglesia católica está llena de páginas sangrientas, de decisiones equivocadas, de ilegalidades cometidas en el nombre de lo más sagrado… Pocas instituciones de tan larga vida han hecho tanto por camuflar y ocultar su memoria histórica so pretexto de que el mensaje evangélico es un mensaje siempre actual, de los vivos.

Pero estos días pasados por tierras cátaras he sentido de algún modo la vibración de tantos mártires asesinados por acogerse fielmente a las enseñanzas del Sermón de la Montaña. Ahora que, de cuando en cuando, la Iglesia oficial entona tímidamente algún “mea culpa” (la histórica vejación del pueblo judío o los escándalos de cariz sexual de algunos clérigos norteamericanos), no estaría de más que se airearan las mentiras de la “Santa Inquisición”, se hiciera un lugar para los cátaros en el Día de Todos los Santos y se apeara del santoral a algún mastuerzo como San Bernardo de Claraval.