martes, 29 de julio de 2008

El Traductor

Hace algún tiempo coincidí con una colega norteamericana en un congreso y le propuse que escribiera un artículo sobre sus investigaciones para una revista española de la especialidad. Aceptó encantada. Como la revista sólo publica textos en español, yo andaba entonces con muchas tareas por delante y no podía comprometerme a traducírselo, le pregunté si tenía la posibilidad de un traductor. Me dijo que sí, que no me preocupara, pero me pidió que revisara la traducción.

Hace unos días he recibido el original en inglés y la traducción. ¡Qué espanto! Mi querida amiga ha debido utilizar un traductor cibernético y me va a costar más corregir la traducción de la máquina que hacerla yo mismo.

Lo mejor está en el último párrafo, el de los agradecimientos. Dice la traducción:

Yo agradezco a (lista de cinco nombres, todos varones, entre los que está el mío) por sus muchas y rectas penetraciones…

Dice el original:

I am grateful to (lista de cinco nombres, todos varones, entre los que está el mío) for their many and right insights…

¡Como para fiarse del traductor!

Nota: Para que los no angloparlantes entiendan mejor el chiste, insight significa penetración en el sentido de perspicacia, pero también (y ese es el sentido en el que la autora utiliza el término) intuición, nueva perspectiva sobre algo.

martes, 15 de julio de 2008

La encuesta de mi amiga Reme

Mi amiga Reme, hace ya algunos años (¡figuraos, éramos treintañeros!), hizo una encuesta muy curiosa: durante varios meses, en las reuniones de amigos, cenas y otros eventos con gente de confianza se dirigía a un varón y le preguntaba seriamente mirándolo fijamente a los ojos: “Para hacer el amor, ¿tú que prefieres cantidad o calidad?

Si respondías “calidad” (como fue mi caso), sonreía unos segundos y comentaba a continuación, con sorna, mirando a alguno de los presentes mientras ladeaba ligeramente la cabeza con expresión pícara: “Otro que la tiene pequeña”.

Yo solté una carcajada y, a continuación, una grosería: “Pues sí, pero muy juguetona. ¿Quieres comprobarlo?”. Pero había otros que se quedaban unos segundos sin habla, como corridos. Probablemente Reme había acertado y la tenían pequeña. O se lo parecía a ellos.

En cierto modo se producía una situación similar a la de aquellos “brain-storm” que se pusieron de moda en los años 70 en las reuniones de los equipos de ejecutivos agresivos de las jóvenes empresas de entonces, cuando quien dirigía la reunión (generalmente una mujer experta en técnicas de motivación) se acercaba a alguno de los presentes, le miraba fijamente a los ojos hasta que notaba en él cierta incomodidad y le espetaba a bocajarro: “Oiga, ¿usted se masturba?”. Era una manera de medir la capacidad de reacción del interpelado ante una situación crítica.

Y no es que a la mayoría nos preocupe (o, mejor dicho, nos preocupara) si la tenemos grande o pequeña o si nos masturbamos o no –dejo a un lado los casos patológicos. Lo preocupante es que “eso”, que consideramos pertenecer a nuestra esfera más privada, se convierta de pronto en noticia pública. Tanto Reme como la directora de un “brain-storm” esperaban que el interrogado supiera improvisar una mentira convincente de manera rápida, porque ni a la una ni a la otra le interesaba lo más mínimo conocer la respuesta verdadera.

Pero…, ¿preocupante por qué?

jueves, 3 de julio de 2008

Minivacaciones en Moscú

El Yayo Salva se marcha unos días a Moscú, mitad trabajo, mitad placeres de los sentidos. Un año más tendrá que poner a prueba su capacidad de aguante a la vodka “Russian style” frente a aguerridos nativos que intentarán tumbarle. Pero eso será sólo un día, el día del “gran banquete” con infinidad de brindis, algo muy típicamente ruso.

El programa musical ya está completo y las entradas en el bolsillo:

Día 5 de julio, Teatro Stanislavsky, ballet “El Lago de los Cisnes”, de P.I. Tchaikovsky, con coreografía de Vladimir Burmeister.
Día 6 de julio, Teatro Helikon-Opera, “Le Nozze di Figaro”, de W.A. Mozart, dirigida por Dmitry Bertman.
Día 7 de julio, Teatro Bolshoi, ballet “Spartacus”, de Aram Khachaturian, con coreografía de Yuri Grigorovich.

El gastronómico se improvisará sobre la marcha, pero no faltará una visita a U Pirosmani (cocina georgiana) a comer sus ricas berenjenas “khachapury”, después de un agradable paseo por los jardines del monasterio de Novodevichy. Y la sopa “borsch” en el restaurantillo siempre atestado que hay frente al metro, camino del mercado de Izmaylovo. Y aquel restaurante libanés en la zona residencial de estudiantes de la Universidad, con chicas que bailan habilidosamente la danza del vientre por unos pocos rublos (quizá me fume mientrastanto una narguila con aroma de naranja). Y tomar un helado (“moroshnoe”) en cualquier puestecillo callejero…

Y pasearé como un turista más por la Plaza Roja, y tomaré las enésimas fotos a las cúpulas de San Basilio, y sentiré una vez más la incomodidad al pasar frente al matadero de disidentes y simples sospechosos que fue el antiguo edificio de la KGB en la calle Lublianka.

En fin, que amo Moscú, y todos los años me busco alguna excusa para exprimirlo un poco más.