jueves, 28 de diciembre de 2006

Cuentecillo navideño

La comida del día de Navidad había sido copiosa y su estómago le producía ciertas flatulencias como de un ser vivo que se desperezara espasmódicamente dentro de su abdomen. Pensó: "He comido demasiado. Me subirá el azúcar". Pero, ¿quién se resiste ante un buen puchero navideño? Su cuñada Teresín era una respetuosa seguidora de la tradición: la comida de Navidad, puchero, faltaría más... Y, cuando todavía andaba uno regurgitando la cena de Nochebuena, había que sentarse de nuevo a la mesa ante una humeante sopera llena de exquisiteces aviares y varias bandejas con las guarniciones y viandas del puchero.

Eran casi las cinco de la tarde cuando se había levantado de la mesa dispuesto a tomar una reparadora siesta pero la pesadez de estómago no le dejaba conciliar el sueño. El estómago y una idea fija que, al principio como simple punzada y luego como abierta inquietud, ronroneaba por su cerebro. Tumbado como estaba, levantó la cabeza de la almohada para asegurarse de que el teléfono móvil estaba conectado y bien visible sobre la mesilla. Esperaba una llamada especial o, mejor dicho, un mensaje. El año anterior, ese mismo día hacia la media tarde, había recibido un mensaje suyo: "Felices pascuas y próspero año nuevo". Nada original en sí, de no haber sido porque era la primera vez tras dos años que se producía ese contacto.

Desde entonces muchas cosas habían sucedido. La más notable, sin duda, esas inolvidables vacaciones de Semana Santa que pasaron juntos tendiendo puentes hacia lejanas ciudades y acariciando esperanzas de nuevos rumbos. Lo que había sucedido luego hizo posible que estrenaran esa nueva andadura.

Sintió sed y una pirueta del subconsciente trajo a primer plano el contenido de su nevera, siempre bastante desangelada: unas botellas de agua refrescándose, una botella de cava tumbada esperando su momento, un cabo de lomo de Guijuelo duro como una piedra después de varios meses, dos latas de Red Bull y una pastilla de chocolate puro Valor...

Chasqueó la lengua algo estropajosa varias veces y se dio la vuelta en la cama. Un dulce sopor le estaba venciendo mientras esperaba...



(La canción, Pigliate 'na pastiglia, interpretada por Renzo Arbore creo que viene al pelo...)

viernes, 22 de diciembre de 2006

¡Feliz Navidad!

Photobucket - Video and Image Hosting

sábado, 16 de diciembre de 2006

La Natividad



Como supongo que harán otros miles de "bloggers" en estos días, se me ha ocurrido la nada original idea de escribir algo sobre la Navidad o, más específicamente, sobre la Natividad. Para la mayoría de las personas del mundo occidental, sean o no creyentes, estas fechas de final de año y comienzo del siguiente tienen algo de especial.

En el orbe católico se celebra la Natividad, el nacimiento del Jesús histórico quien, al crecer, tomaría conciencia y se convertiría en el Mesías Redentor. Pero ¿nació Jesús un 25 de diciembre o fecha equivalente en el calendario romano? ¿Qué dicen los textos canónicos y los no canónicos al respecto?

En los Evangelios sinópticos más antiguos, los de Lucas y Mateo, escritos en el último cuarto del siglo I, se pasa muy por encima sobre el hecho del nacimiento de Jesús, sobre todo en Mateo. Los otros dos evangelistas, Marcos y Juan, no tratan el tema. Sus intereses, desde perspectivas algo diferentes, se centran en la vida pública del Nazareno como camino hacia la Pasión y la Redención. Pero en todos ellos excepto en Juan hay algunos datos que, cruzando fechas y contextos históricos, nos pueden aproximar al momento que buscamos. Mateo nos dice que nació cuando reinaba en Judea Herodes el Grande (Nacido, pues, en Belén de Judá en los días del Rey Herodes..., Mt 2,1) quien, por miedo a las profecías mesiánicas (Jesús como rex judeorum), hizo asesinar a todos los niños menores de dos años (...mandó matar a todos los niños que había en Belén..., Mt 2,16). De este hecho sangriento sólo habla Mateo.

Herodes el Grande, personaje que conocemos en sus rasgos principales a través de los anales de Roma puesto que fue un protegido de la República, reinó en Judea entre los años 37 y 4 antes del nacimiento de Cristo, según el cómputo del calendario actual. Aquí se aprecia un desajuste calendárico que luego justificaré. Pero ¿por qué ordena la degollación de inocentes varones de hasta dos años? Los evangelios canónicos no aclaran este extremo y la única referencia en Mt 2,16, ...según el tiempo que con diligencia había inquirido (Herodes) de los magos..., hace pensar que falta texto aclaratorio en Mt 2,7. Se desprende que Jesús era ya niño crecido cuando recibió la visita de los Magos o, lo que es lo mismo, que los Magos de Oriente no fueron a adorarle de recién nacido como es creencia popular.

El evangelio apócrifo (no canónico) de la Natividad llamado Pseudo Mateo, escrito a mediados del siglo VI d. de C., nos da alguna luz sobre estos acontecimientos aunque, dada su redacción tardía amén de ciertas desviaciones del canon, la Iglesia no lo considera fruto de la inspiración divina: Después de transcurridos dos años (del nacimiento), vinieron a Jerusalén unos magos... (Ps Mt XVI,1).

Para librar a Jesús del loco infanticidio, la Sagrada Familia huyó a Egipto, hecho que sólo recoge el evangelio de Mateo, regresando y afincándose en Nazaret de Galilea después de la muerte de Herodes (Mt 2,19). El Pseudo Mateo nos dice que tras el regreso ...se encontraba Jesús en Galilea, recién cumplidos sus tres años... (Ps Mt XXVI, 1). Es decir, que cuando Herodes murió Jesús contaba con tres años vividos y acababa de iniciar su cuarto año. Sabemos con bastante aproximación la fecha de la muerte de Herodes porque, según escribió el historiador fariseo romanizado Flavio Josefo a finales del siglo I d. de C., murió pocos días después de que ocurriera un eclipse de luna. Tal eclipse sucedió la noche del 12 al 13 de marzo del año 750 de la fundación de Roma, equivalente al año 4 a. de C. de nuestro cómputo y es una fecha avalada por varias fuentes de la época y por el caledario astronómico.

Por lo tanto, Jesús debió nacer poco más de tres años antes de esa fecha, es decir en los años 7-6 a. de C. La credibilidad de esa fecha "antes de Cristo" para el nacimiento de Cristo concuerda con otros dos datos que encontramos en el evangelio de Lucas en donde se nos dice que Jesús contaba unos 30 años de edad cuando fue bautizado en las aguas de Jordán (Lc 3,23) y eso sucedía en el año 15 del imperio de Tiberio César (Lc 3,1). Tiberio fue emperador desde el otoño del año 14 al 37 d. de C. y su decimoquinto año imperial está a caballo de los años 27 y 28 d. de C. Si sumamos los 5-6 de decalage salen 32-33 años, esos aproximadamente 30 años de los que habla Lucas, que no saldrían si aplicáramos a rajatabla las fechas calendáricas por las que nos regimos actualmente.

Ese desequilibrio de fechas entre el nacimiento de Jesús y nuestro calendario se debe a que, cuando se estableció el calendario actual allá por el siglo VI d. de C., se consideró que la fundación de Roma era del año 754 a. de C. (los propios romanos no se ponían de acuerdo en la fecha de la fundación, encontrando en las fuentes oscilaciones entre el 758 y el 728 a. de C.). Pero la fecha en concreto de 754 es errónea, como se ha podido demostrar cruzando el calendario astronómico y los hechos históricos. La Era Cristiana, cuyo punto de origen es el nacimiento de Cristo, comenzó realmente cinco o seis años antes. Pero, como al fin y al cabo, es sólo una referencia acordada para que nos sirva de orientación, no vale la pena modificarla.

Otro tema distinto es por qué se celebra la Navidad el 25 de diciembre. La Iglesia Cristiana primitiva sólo celebraba una festividad: la de la Pascua de Resurrección, enraizada en la Pascua judía que tenía lugar en torno al equinoccio vernal. La Pascua se celebrara el primer viernes de luna llena de la primavera (por eso la Semana Santa fluctúa dentro del calendario actual). Fue a partir del edicto de Milán promulgado por Constantino en el año 321, por el cual el cristianismo dejaba de ser una religión ilegal y perseguida, cuando comienzan a celebrarse festividades públicas, generalmente cristianizando viejas fiestas paganas. El papa Julio I, mediado el siglo IV, fijó la fecha del 25 de diciembre para celebrar la Natividad del Señor, aprovechando las antiguas tradiciones festivas romanas de las Saturnales, del Mitraísmo y otras incluso anteriores relacionadas con el solsticio de invierno del mundo conocido entonces.

Estas breves pinceladas de historia, nada originales por mi parte porque sobre el tema se han escrito decenas de libros, sólo pretenden airear algunos datos curiosos en torno a unas celebraciones que la tradición cristiana ha consagrado como cliché estereotipado de una secuencia de hechos históricos cuya pauta fue otra.

Y como colofón musical os invito a escuchar un viejo villancico castellano recogido en el Cancionero de Oaxaca (esa Oaxaca que tanto nos duele desde hace demasiado tiempo), recopilado en el siglo XVII.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

De la memoria histórica



Otra agresión contra el patrimonio cultural de la humanidad. No es de hoy sino de hace unos pocos años y ya entonces se aireó en los medios de comunicación: el expolio de los museos de Irak como consecuencia de la guerra. Era algo que los profesionales de los museos sabíamos que ocurriría y por eso, poco antes de que se iniciara la cerril contienda, firmamos un manifiesto pidiendo protección para los yacimientos arqueológicos de la Mesopotamia, cuna de civilizaciones, y para los bienes culturales depositados en los museos. Como era de esperar, tras buenas palabras de la ONU, se pasaron las recomendaciones por el forro de los co..nes.

Los pasados cuatro o cinco años ha estado trabajando una comisión internacional de expertos en la confección de la interminable lista de obras de arte robadas por unos y por otros, aprovechando el río revuelto de la guerra y, por fin, hace unos días se presentó en España el libro editado como resultado de sus trabajos. Pretende ser una guía para anticuarios, policía de fronteras y galerias de subastas para que denuncien a Interpol la localización de alguno de esos objetos robados y puedan ser recuperados para la memoria histórica. La verdad, soy poco optimista al respecto. Se rumoreó en su momento sobre robos selectivos "bajo pedido" de coleccionistas sin escrúpulos, por lo que muchos de esos objetos están a buen recaudo en cajas fuertes privadas y pasará al menos una generación hasta que, probablemente por cuestiones de reparto de herencias, vuelvan a asomar a la luz pública. Sólo espero que la legislación internacional no haga prescribir el delito e Irak pueda recuperar esa parte importante de su identidad.

La desfachatez y el expansonismo imperialista yankee, ya expuestos sin ambages en 1823 con la Doctrina Monroe, sintetizable en la frase "América para los americanos" (entendiendo por americanos a los norteamericanos blancos, claro está) ha ampliado su ámbito al orbe entero justificando sus nefastas (y nefandas) intervenciones allá donde sus intereses económicos=políticos lo han aconsejado. No descubro nada nuevo al incluir la guerra de Irak dentro de esa categoría de intevenciones interesadas. De acuerdo en que el tal Saddam es un pájaro de cuentas, pero hay tantos como él en las avanzadillas políticas que si se les hiciera la guerra el mundo sería una antorcha ardiente. Hay un dicho en mi tierra que dice: "Si los hijos de pu.. volaran, taparían el sol". Pues eso. Confiemos en la democracia y en que "a todo cerdo le llega su San Martín".

Irak se ha convertido en un nuevo Viet-Nam. Lo reconocen las propias autoridades norteamericanas (aunque no con esas palabras) al decir estos días que esa guerra no les está yendo nada bien. Y es que la mentalidad de Oriente Medio, fundamentada en el mohometanismo y forjada por una memoria histórica particular es muy distinta de la occidental. El contraste es más acusado cuando se le antepone la mentalidad norteamericana blanca, que es la de un pueblo sin apenas memoria histórica y la poca que tienen no es para echar cohetes (de fiesta, que de los otros bien que lanzan).

Los fundamentalismos no son nada buenos. Son siempre resultado de posturas exacerbadas de agresión-defensa basadas en consignas religiosas que las sacralizan. Los viejos reinos de la España medieval son el ejemplo más prístino (y creo que único) de la posibilidad de convivencia pacífica y creativa de tres mentalidades con memorias históricas bien diferenciadas, la cristiana, la musulmana y la judía. Hubo sus rifi-rafes pero, en el fondo, poca cosa hasta que la mentalidad medieval cristiana dio paso a la "modernidad" y las nuevas consignas inspiradas en lecturas viciadas de los textos sagrados hicieron incompatible la tolerancia con el judaísmo y el arabismo. Detrás, todos lo sabemos, había la necesidad de justificar cuestiones políticas y económicas. Y surgieron las posiciones fundamentalistas, cuyo más dramático exponente en el campo católico fue la llamada Santa Inquisición de triste recuerdo, y de cuyos abusos sólo recientemente el Vaticano ha iniciado un discreto mea culpa en tono menor.

Los iraquíes se han visto abocados a abrazar posturas fundamentalistas, más o menos larvadas desde hace siglos, como mecanismo de defensa ante una injerencia occidental que va mucho más allá de una simple balacera. No las justifico. No justifico ningún uso de la violencia. Pero (con dolor) les entiendo. Y es que la memoria histórica acaba despertando y confiere a las personas nuevas formas de interpretar el presente y de proyección hacia el futuro. Y luchan por ello sin importarles el coste. Eso es algo que nunca comprenderán quienes, o no tienen memoria histórica o la pretenden ocultar bajo oropeles de supuesta modernidad.

Ya veis, he comenzado hablando de una cosa y, sobre la marcha, se me ha ido calentando la pluma. Porque si me duele el expolio de obras de arte, más me duele la pérdida de vidas humanas.