jueves, 27 de febrero de 2014

Desde mi higuera (39)

Tuvimos un otoño raro en cuanto al clima e igual de raro está pasando el invierno: no llueve y hace más frío de lo normal. ¿Cuándo llegarán esas mañanas soleadas para poder sentarme bajo mi higuera a solazarme? Mientras tanto el ambiente fallero se palpa por doquier.

Hace unos días leí una estadística espeluznante por lo que a mí me toca. Resulta que la vida media de la población anciana española, entre la que me cuento, ha descendido últimamente. Los viejos nos morimos antes. Es un hecho que nadie ha tenido la osadía de explicar.

Cuando hace un par de años o tres se empezó a practicar el medicamentazo y el co-pago de las medicinas para los afiliados a la Seguridad Social, que somos la inmensa mayoría, la cosa nos cayó mal, muy mal. Pero decían los políticos que no había otra solución. Las arcas de la nación estaban bajo mínimos y había que retocar algunos registros del "estado del bienesta", que no podía mantenerse con los impuestos que pagamos y con los robos multimillonarios de los políticos sinvergüenzas. No hubo más remedio que apretarse el cinturón un agujero más.

Yo me encuentro bien de salud, afortunadamente, gracias a los medicamentos. Quiero decir que soy usuario habitual de medicinas para paliar ciertas deficiencias crónicas como la diabetes y, últimamente, ciertos achaques que me producen vértigos incómodos. Voy periódicamente a mi médico de cabecera (ahora los llaman médicos de familia, puro eufemismo) a por recetas y el bueno de Don Enrique siempre me dice: "Estas entran en el Seguro pero estas otras no". En palabras llanas: hay medicinas que tendré que co-pagar y otras que pagaré totalmente. Don Enrique, como quejándose, apostilla: "Cada día me llegan notas diciendo que tal o cual preparado ya no entra en el Seguro". De la consulta, a la farmacia. Allí, en la farmacia, veo con harta frecuencia que el enfermo pregunta al farmacéutico o a su mancebo cuánto le van a costar las medicinas, y con la misma frecuencia prescinde de alguna de ellas porque el bolsillo no da de sí. El resultado es un mal tratamiento de su enfermedad que puede llevar a un agravamiento con el tiempo.

Estoy convencido de que en tiempo pasado se han cometido abusos en la Sanidad por parte de los "enfermos", que se han atiborrado de vitaminas y otros específicos caros y bastante inútiles salvo en estados carenciales bien concretos. La industria farmacéutica, que no tiene nada de ONG, plantea sus planes teniendo en cuenta estos factores y da la de cal y la de arena. Pero también estoy convencido de que esos abusos medicamentosos han sido el chocolate del loro comparados con los gastos faraónicos derivados de la mala gestión de la Sanidad y sus medios por nuestros próceres de la poltrona.

He de reconocer que la jugada es cojonuda: con el co-pago y la descatalogación el Estado ahorra en gasto farmacéutico, y con la muerte prematura de los ancianos el Estado ahorra en pensiones. ¿Hace falta ser clarividente para entender la jugada?