viernes, 2 de junio de 2006

"Sic transit gloria mundi..."


Hoy ha muerto Rocío Jurado. Con mi edad, 61 años. La efemérides me ha traído a la memoria recuerdos. De la levedad del ser sólo los recuerdos pesan, ¿recuerdas?

Víspera de Reyes de 1978. Chipiona (Turris Caepionensis). Un amigo, Antonio, me había invitado a pasar unos días en su casa y allí, pared con pared junto a la suya, estaba (y está) la casa natal de Rocío. Había buena amistad entre ambas familias y pasamos un rato a tomar café y charlar. Rocío me pareció una mujer encantadora, extrovertida, simpática, con ese gracejo gaditano hábil para la chirigota. Una "real hembra", como diría un castizo.

Ese verano, en la campaña de excavaciones (se me olvidaba deciros que soy arqueólogo), se canturreaba frecuentemente "Un clavé... Un rojo, rojo clavé...".

Morirse es un fastidio pero yo no lo considero una tragedia personal. Particularmente si uno ha sabido (y podido) vivir con intensidad, saboreando los instantes, disfrutando afectos y amores, colmando sus curiosidades. No todo habrá sido un camino de rosas, por supuesto, que los rosales tienen puntiagudas espinas esperando para clavársete.

La levedad del ser, en mi opinión, reside precisamente en esa fragilidad esencial del estar vivo como una consecuencia de innumerables reacciones químicas que alimentan nuestras funciones vitales. ¡Es tan fácil que alguna falle en el momento más inesperado e incluso provoque la detención de todo el proceso...! Mi idea de la levedad no coincide, ciertamente, con la de Parménides pero sin duda nace de ella y se alimenta de las reflexiones de los cerca de dos mil quinientos años de pensamiento que le han seguido. Soy leve, pasajero porque soy frágil, impredeterminable.

Por entenderlo así, hacer discurrir mi tiempo haciendo las cosas que me interesan ahora se convierte en una necesidad acuciante. No puedo esperar demasiado... No puedo aplazar demasiadas cosas... El "principio de indeterminación" es excesivamente amenazador. No se trataría del "comamos y bebamos que mañana moriremos" de los gladiadores romanos, porque en ellos había la certeza explícita del fin próximo. Tampoco del despreocupado "vive al día". Es algo mucho más sutil y ennervante a veces: es la incertidumbre del futuro como motor esencial del presente, para poder fabricarme un futuro inmediato menos incierto.

Aquel verano del 78 se cantaba también con frecuencia una sevillana llena de sentimiento: "Cuando un amigo se va / algo se muere en el alma...". Dentro de la levedad del ser, los recuerdos de mayor gravidez son los que involucran afectos profundos.

1 comentario:

Mari dijo...

Leerte alivia (en el sentido de alivianar).
Dejo saludos