miércoles, 21 de junio de 2006

Familia


Leía ayer, de soslayo, en el periódico de mi vecino de asiento en el autobús, los comentarios periodísticos sobre un estudio de un compañero de universidad, de la Facultad de Sociología. Según dicho estudio, las relaciones entre los miembros de la familia española están cambiando de manera significativa en los últimos tiempos. La dificultad que encuentran los hijos para emanciparse obliga a la permanencia en el hogar familiar más tiempo que antes y eso ha llevado a que las decisiones familiares importantes se tomen de manera colegiada, es decir, que los hijos intervienen también en la toma de decisiones, particularmente cuando se pueden ver afectados por ellas.

Considero que es un paso adelante para mejorar la convivencia familiar, si todos los miembros son conscientes de que hay objetivos comunitarios que se deben situar por encima de los intereses personales. Las posturas autoritarias, el "cuando seas padre comerás huevos...", se están poniendo en la picota, cosa que me parece razonable en los tiempos que corren, tan iconoclastas y demoledores de modelos rancios de familia.

Habrá quien piense que eso puede representar un duro golpe al principio de autoridad. Pero yo no lo creo así. Nunca he aceptado que la autoridad dependiera de los galones que uno ostenta. Más bien pienso que la autoridad no es propia de uno mismo sino que se la otorgan los demás si sabe ganárselos con su actitud y buen obrar. Y del mismo modo que se la conceden, se la pueden quitar. El ejercicio de la autoridad sin que se den esas premisas es, pura y llanamente, una actitud dictatorial, perversa.

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