domingo, 4 de junio de 2006

Del mar y de los peces...


Todos tenemos nuestro propio punto de vista sobre las cosas, aunque en una sociedad mediatizada por los medios de comunicación no queda muy claro, al final, de qué o quién depende ese punto de vista y cómo se ha formado.

Pensar es un acto propio e inevitable del ser racional. Filosofar (posiblemente lo que estoy haciendo yo ahora, aunque en tono menor) es una forma en cierto modo refinada de pensar. Ese refinamiento no es otra cosa que atenerse a unas reglas para encauzar los pensamientos (doctrinas filosóficas) y respetar unas limitaciones: que la cosa sobre la que se piensa forme parte de un universo natural reconocible.

Afortunadamente, los medios de comunicación más comunes y masivos ejercen su acción (o presión) en la esfera de la vida social y ésta, por mucho que se la pondere, no deja de ser la epidermis de un tejido más complejo formado por individualidades (tú, yo, los vecinos, etc.) cuyo grado de permeabilidad epidérmica a esos estímulos externos es muy variable. Hay indivíduos muy permeables al "contexto social" en el que viven, se identifican con él y lo arropan al tiempo que se protegen en él. Otros son conscientes de que hay corrientes más profundas y otras opciones de vida en sociedad. Yo creo encontrarme entre estos últimos.

No es que me parezca que la sociedad actual no tenga valores respetables. Ya lo creo que los tiene... Si la comparo con la del nacional-catolicismo que viví en mi adolescencia y juventud, la diferencia es notoria y positiva. Pero encuentro carencias importantes: mayor tolerancia hacia opciones de vida minoritarias, mayor capacidad de comprensión hacia otras posturas, más capacidad para compartir y, sobre todo, mayor libertad para expresar con generosidad los sentimientos sin que nadie se tenga que rasgar farisaicamente las vestiduras. Y sobra doble moral a raudales.

Los nostálgicos que creen los versos de Manrique "cualquiera tiempo pasado fue mejor..." se hallan anclados a un tiempo y un espacio inexistentes, a puras fantasmagorías. Pensar que el inmovilismo es posible en un mundo (capitalista) dinámico es un contrasentido, algo antinatural. Pero defienden su postura declarando antinatural todo lo que no entra en los estrechos límites de su escala de valores. Por razón de la tolerancia que antes echaba en falta diré que su postura es respetable y comprensible.

Pero no deja de causarme desazón y hasta angustia el sufrimiento de esos seres que, por ser y sentirse diferentes, se ven atrapados por los convencionalismos y privados de algunas o todas sus posibilidades de vivir la vida que desean.

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