martes, 27 de junio de 2006

Joan Climent


El 31 de diciembre de 2004 murió Joan Climent. Había nacido en 1918 y vivió una vida azarosa pero culminada por el reconocimiento general como poeta y hombre de la cultura en el sentido más amplio del término. Dos días antes habíamos merendado juntos mientras hablaba con entusiasmo de su próximo libro de poesía ya en galeradas y me preguntaba, como siempre, por mis proyectos inmediatos. A nadie he conocido que tuviera más lejos de sí, a pesar de los años, la idea de la muerte.

Hoy he sentido la necesidad de hablar de Joan o, mejor dicho, del Sr. Climent, que es como le he tratado siempre y sólo al final, y con poca naturalidad, le llamaba Joan como él quería.

Le conocí en 1957 (por ser amigo de sus hijos Marilin y Juan Antonio) y casi desde entonces se convirtió en mi mentor para toda la vida. Con sus consejos navegué con éxito las tormentas de mi adolescencia de estudiante de bachillerato y su afecto y orientación no me han faltado durante toda su vida. Él me introdujo en el mundo de la radiodifusión en mis años mozos y me enseñó a saber estar delante de un micrófono. Él me enseñó a escribir y me obligó, amablemente, a leer a los grandes autores que fueron marcando mi proceso de maduración. Con él pasé muchas tardes de domingo leyendo poesía y escribiendo. Con él, animador incansable, asistí a numerosas tertulias literarias (siendo yo casi un chaval) en las que se leían y comentaban libros perseguidos por la dictadura franquista, de Sartre, Bataille, Nietzsche, Neruda y tantos otros.

Mi padre era un simple mecánico consciente de sus limitaciones, abierto de mente y nunca se opuso a esos contactos (de los que yo hablaba en casa). Nunca las consideró "amistades peligrosas".

De Joan aprendí la importancia de prestar ayuda a los más jóvenes, de asistirles en la búsqueda de sus caminos, aun a riesgo de involucrarme en sus vidas. Pero procurando siempre ser leve, casi sin que se note mi presencia.

Quizás por eso he recordado un verso suyo de la primera época, del libro Sonido en la sombra (1956):

Como el aire. Tú eres como el aire
más suave. En envolventes, tenues, finas
manos hasta mi cuerpo llega el aire.
Y tú. Y nadie nos verá. Y miras.

Y nadie. Sólo el aire, tú y yo.
Y tú tampoco, ¡ah, liriales brisas!
Tú como el aire siempre. Tú en los sueños.
Tú como el aire verde transitiva.

4 comentarios:

Marga F. Rosende dijo...

Es muy emocionante el poema. Que afortunado has sido de tener un mentor asi.

Yayo Salva dijo...

Ya lo creo, Marga. Ya lo creo...
Un saludo.

papa pan dijo...

Enhorabuena por su mentor, pero sobre todo por su padre.

Anónimo dijo...

Hola, Yayo.
El Señor Joan Climent te dio parte de sí, y ahora vos me das parte de mí.
Gracias a ambos.
Gracias por Kavafis.
Saludos