jueves, 22 de junio de 2006

21/06/06 Solsticio de verano

Crepúsculo en Burgo de Osma, junio 1988

El sol se resistía denodadamente a ocultarse tras el horizonte de poniente madrileño. Eran las 21:30 y todavía andaba cuatro dedos por encima de la línea de tierra. Solsticio de verano, el día más largo...

He pasado la jornada en Elche comprobando el correcto funcionamiento de los sistemas de climatización de la sala donde se exhibe actualmente la Dama de Elche. Bueno, para ser más exacto debería decir que he estado unas cuatro horas en Elche y más de ocho en la carretera, entre el viaje de ida y el de vuelta, amenizadas éstas con música de Gershwin, Bruch, J.S. Bach, Elgar, Korngold y algún otro que ahora no recuerdo.

Me han invitado a comer una cassola d'arròs amb costra en un club exclusivo y excluyente, formado por apenas media docena de hombres que todos los miércoles se reúnen en su local social a preparar con especial arte ese guiso de arroz, que luego comen con los invitados de turno. Soy un arrocero impenitente y, no sé cómo, había llegado a sus oídos mi afición y que hoy estaría en Elche. Así que, acabada mi tarea, han venido a recogerme justo a tiempo para que pudiera participar también en el ritual completo de la cocina y discutiéramos sesudamente las sensaciones gustativas de cada paso de la ceremonia. Sencillamente inenarrable...

Tras una amena sobremesa endulzada con arrop i talladetes he dado un paseo por las calurosas calles ilicitanas para "bajar" la excesiva ingesta, antes de ponerme a conducir de regreso a Madrid, y allí he visto cómo, en cada plazuela con fuente ornametal, decenas de chavales de ambos sexos, en ropa de calle, se refrescaban con algarabía bajo los chorros de agua, ante la pasividad del resto de viandantes. Le he preguntando a un guardia y ha sentenciado con cierta conmiseración por mi ignorancia: "Es que hoy han dado las vacaciones de verano en colegios e institutos y los alumnos aquí lo celebran así". Ah!..., las vacaciones..., ya...

1 comentario:

RBD dijo...

Hola Yayo,

Me encantan los solticios y ese atardecer que retrataste es verdaderamente increíble, me ha erizado un poco la piel, debo confesar. La idea del solsticio como punto de inflexión en el ciclo anual, en el que la luz alcanza la cima en su lucha contra la oscuridad me hace sentir a mí también triunfador sobre las fuerzas de la tierra, aunque nada tengan que ver conmigo y sea solamente mi egocentrismo, tan propio de los humanos, el que me haga concebir el triunfo como mío. Un saludo desde México y por supuesto que puedes llamarme Rafa.

Rafael Barceló Durazo
Sonora, México.