sábado, 20 de mayo de 2006

Esas pequeñas cosas

A menudo surgen esos compromisos que la vida en sociedad impone y uno, a regañadientes, acepta. Esa cena en viernes, cuando uno realmente desearía quedarse en casa tumbado en el sofá, regodeándose en los primeros compases del fin de semana recién estrenado... Esa conferencia a traición cuya asistencia no puedes eludir...

Luego resulta que la cena desemboca en amena tertulia hasta las tantas y la conferencia (que fue un "rollo" infumable) te lleva a la cervecería de la esquina y, entre caña y caña, hablas con unos y con otros de mil asuntos interesantes y saludas a aquel colega con el que hacía mucho tiempo que no habías coincidido.

Ciertos apriorismos no son buenos. No se debe pensar que sólo lo que uno planifica vale la pena. Tampoco aceptaría que todo ha de ser improvisación o dejarse llevar. Pero en ese término medio saludable hay situaciones hacia las que uno se ve impelido que resultan una guinda grata, inesperada.

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