Desde mi higuera no se ve la Albufera, pero basta salir al balcón de la casa para tener una amplia panorámica de la laguna, brillando bajo los reflejos del primer sol de la mañana. Y me he puesto a recordar…
Andaba yo por el final de mis “teens”, allá por 1961, cuando se produjo el secuestro del buque trasatlántico “Santa María” por un comando capitaneado por el portugués Henrique Galvao. Fue un intento de llamar la atención del mundo contra las dictaduras ibéricas, la de Salazar en Portugal y la de Franco en España, aunque la prensa española maquilló el suceso con otros tintes patrioteros. Se ha sabido luego que Franco ordenó al buque de guerra español “Canarias” que fuera en su busca con orden de hundirlo en cuanto lo avistara. Pero parece ser que todo fue una bravuconada y un paripé de los militarotes bigotudos de aquellos tristes años, el “Santa María” arribó a Recife en Brasil y los piratas se acogieron al derecho de asilo político.
Digo esto porque mi cuadrilla de amigos, aficionados a la pesca y a navegar en barca por la Albufera, nos autodenominamos desde entonces “Los Galvaos”. No es que en nuestras correrías anduviéramos secuestrando barcas de agua dulce. Tampoco que el nombre llevara detrás ningún matiz político (¡pobres infelices, nosotros, adoctrinados en la monolítica Formación del Espíritu Nacional!). Fue, simplemente, que Galvao nos cayó simpático (y no fuimos los únicos).
Pero, hablando de piratería, me viene ahora a la memoria la piratería musical y las gilipolleces que ventosean en la SGAE sus jerifaltes y acólitos desde sus poltronas, fincas multimillonarias y otras menudencias. ¡Hatajo de inmorales subidos al carro de la abundancia! Soy pirata. Soy pirata desde los 16 años, desde que cayó en mis manos mi primer magnetófono de carrete, un entonces ya viejo Ingra. Desde entonces hasta ahora mi estudio de pirateo musical se ha modernizado mucho. He grabado para mi disfrute y el de mis amistades decenas de miles de canciones. Y lo seguiré haciendo. También he comprado (y sigo comprando) algunos miles de discos de vinilo (mi debilidad) y unos cientos de CDs, que todo no va a ser piratear.
Me jode que la música en cualquier formato se considere un artículo de lujo y vaya cargada con impuestos abusivos “ad hoc”. La cultura no puede ser tratada como un artículo de lujo. Pero, en el caso particular de la industria discográfica, el volumen de negocio es de tal calibre que los márgenes de beneficios son sencilla y llanamente una inmoralidad resultante del atraco a las magras economías de la mayoría de aficionados. ¿De dónde, si no, saldrían las sustanciosas fortunas de los quejumbrosos “ídolos” y de quienes a ellos se arriman a comer la sopa boba? Pero por lo visto quieren más, lo quieren todo.
Con la ley en la mano, la piratería musical y videográfica es un delito sin paliativo. Pero hay leyes justas, menos justas y del embudo. Así que, al igual que hacían cuando les convenía aquellos señorones feudales frente a ciertos decretos reales, “acato pero no cumplo”. Favor que hago al decir esto al legislador y a la cohorte de plañideras que berrean por aumentar su peculio a costa de mi bolsillo y del de otros muchos, porque el señorón medieval al decir “acato” reconocía la superioridad moral y de rango de quien podía legislar, pero yo no estoy nada convencido de que esos tales de la SGAE merezcan tal consideración.
martes, 8 de diciembre de 2009
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3 comentarios:
Es que a mí eso me sorprende, asusta, impacta y quita el habla: que estos señores quieran cobrar no un archivo de computadora ni nada de eso, sino el hecho de que la canción simple y sencillamente se oiga, que haga vibrar al aire y que algún incauto con mala suerte reciba las vibraciones. Horrible fantasía Orwelliana la que vivimos.
El problema es lo que tú muy bien has dicho: la avaricia. Les gusta mucho el dinero, tanto a la SGAE como a esos representantes del "mundo de la cultura", como se suele decir en los medios, aunque muchos de esos impostores nos venden "cultura" pero no saben ni hacer la o con un canuto. Un ejemplo utilizado recurrentemente por mi profesor de composición del conservatorio es el amigo David Bisbal (juas juas).
En definitiva, estoy totalmente de acuerdo contigo. Sólo se están poniendo barreras para la democratización de la cultura, al contrario de lo que se preconiza desde el poder. Y con fines lucrativos, que es lo más triste y los más ruín. No se hace música para enriquecer el alma sino el bolsillo.
Me gusta mucho este sitio, lo seguiré de aquí en adelante. Mis felicitaciones.
Por cierto, William Saints: me parece muy acertada tu frase "Horrible fantasía Orwelliana la que vivimos". Tristemente, es una fantasía muy real.
Muy valiente tu entrada...
Totalmente de acuerdo con ella
Para mi el colmo de la desfachatez es que cuando yo compro DVDs para gravar mis propios archivos de fotografía también les pago el Canon a estos señores ...
Espero que algún día la ley nos reconozca a los usuarios de cds para fotografía y otros archivos personales nuestros derechos de autor
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