viernes, 7 de noviembre de 2008

Ocho días en Atenas

Esta vez es Atenas el destino de mi viaje y con él espero dar por terminado mi periplo de este año, más viajado de lo que en principio pensé. Grecia es un país que me resulta familiar. Su paisaje, típicamente mediterráneo, se parece mucho al de mi tierra: costas accidentadas y escabrosas entre las que se extienden tramos de tranquilas playas de arenas limpias bañadas por un mar verdeazulado de aguas transparentes. En sus montañas, romero, tomillo, brezo, carrasca... Viñas y olivos en las terrazas de los campos.

Me alojaré en un tranquilo hotel cerca de la Plaza Omonia, a quince minutos de agradable paseo de las ruinas de la Atenas clásica, recorriendo las viejas calles del barrio Psyrri Monastiraki, y más o menos a la misma distancia del Museo Nacional de Historia, no lejos de Syntagma.

Atenas me hechiza. La reverente sorpresa de los primeros viajes –de eso hace ya muchos años- ha cedido la vez a un profundo sentimiento romántico (en el sentido decimonónico del término): sentarme en los restos de la gradilla del Ágora donde quizás Sócrates puso también sus huesudas posaderas muchos siglos antes; recorrer la cavea del teatro donde aún parecen resonar los diálogos de una tragedia de Esquilo o de una comedia de Aristófanes; escuchar en el silencio las viejas melodías del Odeon; y la omnipresente Acrópolis, la ciudad de los dioses. Sentarme a media tarde en un café del Observatorio a merendar mientras, al fondo, las nobles piedras del Partenón van cambiando su color hacia tonos amarillentos y ocres conforme va cayendo el crepúsculo.

La noche en el Pireo es una caja de sorpresas: tentadoras hetairas ofreciendo un repertorio carnal inolvidable –dicen ellas-; luego no es para tanto –dicen ellos-; alegres sirtakis en los abarrotados locales de copas; restaurantes que pregonan sus deliciosos menús de pescados y mariscos -¿quién puede resistir tamaña tentación ?…

PS – Sé que tengo un poco abandonada mi responsabilidad con este blog. Espero poder corregirla pronto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me sumo a esa envidia sana. Páselo bien.

P_G_C dijo...

Tambien me uno a a sana envidia.

Ademas comento: no es abandono no publicar frecuentemente aqui.

Las reflecciones o anecdotas interesantes, son esporadicas, es como la comida en un restaurante especial, no se hace todos los dias.

Anónimo dijo...

No te haces una idea de la envidia q me das, compañero, ¡ni una ligera idea!, pero veo q todos estamos igual ;).

Aprovecha esos viajes y disfruta por todos los q no podemos!.

Un beso!

(Te enlazo mi nueva casa, para cuando te apetezca pasarte.)

RBD dijo...

Yayo:

Acabo de volver a tu blog, después de una inexplicable ausencia de mi parte, debida únicamente a mi distracción con otras tareas. Y me he quedado helado por la sorpresa de saber que anunciabas una visita a mi tierra ¡a Sonora! y a la ciudad de México, donde actualmente vivo. Me ha generado una sensación de impotencia, porque de haberme enterado antes hubiera hecho todo lo posible porque me aceptaras al menos una invitación a un café o a cenar, si tus ocupaciones lo hubieran permitido, en el tiempo que estuviste en ciudad de México. Pero no pudo ser, yo espero que la encrucijada de civilizaciones (real o metafóricamente) nos vuelva a poner en el mismo lugar del planeta, porque será un gusto enorme conocerte personalmente. Te envío un abrazo grande que intente sanar el mal rato que me hizo pasar nuestro "desencuentro".

Rafael Barceló Durazo