jueves, 20 de diciembre de 2012
domingo, 30 de septiembre de 2012
Desde mi higuera (31)
Ha sido un verano tan caluroso que me apetecía poco venir a sentarme a la sombra de la higuera. La sombra de la higuera no es fresca los días calmos en los que el mercurio del termómetro hierve. Tampoco me he asomado en demasía al mundo exterior para ver qué pasaba. Pero la semana pasada estuve en París. No se hablaba de otra cosa que de los rifi-rafes de los integristas musulmanes por una película norteamericana que hace burla de la figura del Profeta y varias viñetas alusivas, publicadas en periódicos franceses y alemanes. Con muertos de por medio, eso es lo triste.
Hace ya muchos años que vivimos una dura confrontación entre el radicalismo islámico y el mundo occidental (no me atrevo a hablar de civilización occidental). No es que en Occidente no haya también radicalismos religiosos cristianos y de otros signos dispuestos a armarla si su idea de lo sagrado es manoseada. Para no ir muy lejos, recordemos las algaradas que se formaron en la católica España cuando se estrenó la película de Mel Gibson sobre la vida de Cristo.
Me parece que no exagero si digo que la sociedad occidental es marcadamente laica y se la trae al fresco Cristo, Mahoma, Buda, etc. y los conceptos y preceptos religiosos que sus seguidores han ido elaborando a lo largo del tiempo (la historia de las religiones es un coto al que acceden pocos estudiosos, muy revelador de cómo se han ido construyendo las religiones). La filosofía contemporánea predominante es el braguetazo, el pelotazo (sea de la índole que fuere), el hedonismo, el culto a los placeres sensibles...
Frente a esa manera occidental de concebir la vida está la postura medieval musulmana, dominada por un feudalismo religioso inapelable, preceptivo, rígido, en constante pugna con la modernidad circundante. Vista con desapasionamiento, la situación actual del Islam me recuerda la de la Iglesia Católica medieval, igualmente integrista y con eficaces brazos armados como el de la Santa Inquisición. Aquella Iglesia feudal y preceptiva fue cambiando adaptándose a los tiempos para no perder poder temporal sino todo lo contrario. Porque, como dice la sabiduría popular, "una cosa es predicar y otra dar trigo...". En el siglo XXI la curia romana con el Papa a la cabeza sigue ejerciendo gran poder sobre las conciencias de millones de cristianos, pero cada vez son menos millones y si el sistema se ha de mantener y perpetuar no hay más remedio que contemporizar. Y tratar de escurrir el bulto cuando salta al escenario algún escándalo de bragueta o cualquier otro tipo de corrupción. Si las cosas siguen como van, con tal penuria de vocaciones religiosas, no tardaremos en ver casados a los curas. Al fin y al cabo no hay nada en las Escrituras que lo prohiba. Son las normas canónicas establecidas por el machismo eclesiástico las que lo prohiben. A los protestantes no parece que les vaya mal.
Pero, volviendo al asunto del islamismo, es posible que sean necesarios varios siglos para que se produza esa adaptación a "nuevos tiempos" que ha ido viviendo el cristianismo. El "quid" de la cuestión es si habrá tiempo para eso. Porque la intolerancia y la violencia están a flor de piel y no sería de extrañar que la próxima conflagación mundial fuera una cruzada al estilo medieval, pero con bombas atómicas.
Hace ya muchos años que vivimos una dura confrontación entre el radicalismo islámico y el mundo occidental (no me atrevo a hablar de civilización occidental). No es que en Occidente no haya también radicalismos religiosos cristianos y de otros signos dispuestos a armarla si su idea de lo sagrado es manoseada. Para no ir muy lejos, recordemos las algaradas que se formaron en la católica España cuando se estrenó la película de Mel Gibson sobre la vida de Cristo.
Me parece que no exagero si digo que la sociedad occidental es marcadamente laica y se la trae al fresco Cristo, Mahoma, Buda, etc. y los conceptos y preceptos religiosos que sus seguidores han ido elaborando a lo largo del tiempo (la historia de las religiones es un coto al que acceden pocos estudiosos, muy revelador de cómo se han ido construyendo las religiones). La filosofía contemporánea predominante es el braguetazo, el pelotazo (sea de la índole que fuere), el hedonismo, el culto a los placeres sensibles...
Frente a esa manera occidental de concebir la vida está la postura medieval musulmana, dominada por un feudalismo religioso inapelable, preceptivo, rígido, en constante pugna con la modernidad circundante. Vista con desapasionamiento, la situación actual del Islam me recuerda la de la Iglesia Católica medieval, igualmente integrista y con eficaces brazos armados como el de la Santa Inquisición. Aquella Iglesia feudal y preceptiva fue cambiando adaptándose a los tiempos para no perder poder temporal sino todo lo contrario. Porque, como dice la sabiduría popular, "una cosa es predicar y otra dar trigo...". En el siglo XXI la curia romana con el Papa a la cabeza sigue ejerciendo gran poder sobre las conciencias de millones de cristianos, pero cada vez son menos millones y si el sistema se ha de mantener y perpetuar no hay más remedio que contemporizar. Y tratar de escurrir el bulto cuando salta al escenario algún escándalo de bragueta o cualquier otro tipo de corrupción. Si las cosas siguen como van, con tal penuria de vocaciones religiosas, no tardaremos en ver casados a los curas. Al fin y al cabo no hay nada en las Escrituras que lo prohiba. Son las normas canónicas establecidas por el machismo eclesiástico las que lo prohiben. A los protestantes no parece que les vaya mal.
Pero, volviendo al asunto del islamismo, es posible que sean necesarios varios siglos para que se produza esa adaptación a "nuevos tiempos" que ha ido viviendo el cristianismo. El "quid" de la cuestión es si habrá tiempo para eso. Porque la intolerancia y la violencia están a flor de piel y no sería de extrañar que la próxima conflagación mundial fuera una cruzada al estilo medieval, pero con bombas atómicas.
lunes, 16 de julio de 2012
Desde mi higuera (30)
“¡Que se jodan…!”, dijo la impresentable diputada del PP Andrea
Fabra (digno miembro de una conocida saga de triperos de la política) cuando el
cabestro de su partido anunció los nuevos recortes, en particular los de las
prestaciones por desempleo. ¡Que se jodan los parados! Los parados, que como
indican todas las encuestas oficiales y privadas, son la primera preocupación
de los ciudadanos españoles. ¡Viva la política, los políticos y políticas y el
coño de la Bernarda!
Le faltó tiempo a otro siniestro personaje pepero, la Cospedal, para salir en
su defensa y justificación. Si uno sigue con detenimiento la sarta de
argumentos cospedaleros, aplicando la propiedad transitiva, al final resulta
que la culpa del exabrupto la tienen sencillamente los parados. Si
desaparecieran los parados…
También me ha llamado la atención otro argumento de esta
gran virtuosa del cinismo: si se expedientara a la Fabra habría que expedientar
también a medio Parlamento. ¡Ostras! Así van las cosas.
La corrupción y el choriceo llegan también a la política
aldeana (¿o comienza allí?). En un pueblo no muy lejos del mío, Oliva, TODOS
los concejales, y al decir todos quiero decir también los de su propio partido
el PP, acaban de echar a la alcaldesa mediante una moción de censura. Imagínense
cómo será la angelita. Lo bueno del caso es que ella se defiende, además de
proclamándose la única culta del consistorio por el hecho de ser maestra de
escuela, diciendo que ha sufrido un golpe de estado. Pero lo mejor es que acto
seguido de la defenestración los órganos provinciales del PP le han buscado un
despachito para asegurarle el jornal y que pueda seguir jodiendo la marrana
impunemente.
Esta misma mañana, en la tertulia mañanera de un grupo de
jubilados de la que formo parte, alguien comentó que la crisis no acabará hasta
que desaparezcan todos los chorizos (no los de comer sino los otros, los de dos
patas). Sabia sentencia. Lo malo es que vivimos en una democracia que prima el
choriceo y uno ya empieza a dudar si habrá alguna otra que no sea así.
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sábado, 19 de mayo de 2012
Desde mi higuera (29)
Me gusta pasear desde la Plaza del Marqués de Pombal, por la Avenida da Liberdade, hasta Restauradores y seguir por Rossio hasta la Plaza del Comercio, abierta al estuario. Todo un símbolo. Si se hace la hora de comer o de cenar procuro rehuir las muchas ofertas restauradoras de la Rua da Palma para dirigirme a la Casa do Alentejo, un viejo caserón del siglo XVII que conoció tiempos gloriosos en el siglo XIX como casino, hoy envejecido, decadente y plagado de desconchones en sus pinturas murales pero con una excelente cocina alentejana. O, si se tercia, subir al Barrio Alto y sentarme en la mesa corrida de algún restaurante popular donde algún cantante de fados desgrana su melancolía en la cálida noche primaveral.
Lisboa multirracial y tolerante, como corresponde a su herencia imperial. Y no me olvido de tomar unos pasteles de feijão mientras saboreo alguna de las más de veinte variedades de café ofertadas en las buenas cafeterías. Lisboa antigua y señorial. Sí señor.
viernes, 9 de marzo de 2012
Desde mi higuera (28)
Por fin el tiempo ha mejorado. Los fríos de semanas
anteriores han dejado paso a un clima más benigno, a días soleados en los que
apetece de nuevo venir a sentarse bajo la higuera. Y lo hago mientras me
ronronea por la cabeza la polémica que se ha levantado tras hacerse público un
informe de la RAE
sobre lenguaje sexista (http://noticias.universia.es/en-portada/noticia/2012/03/08/916215/rae-contra-lenguaje-no-sexista.html),
un informe con el que estoy de acuerdo totalmente. El problema es que, en
general, el español se habla mal, cada vez peor y por eso surge la polémica.
Nunca he sido partidario de los autoritarismos, y en esto
del lenguaje la RAE
no “hace” el idioma, sino que lo cuida. El idioma lo hace la gente que lo usa
para comunicarse, y mientras pueda comunicarse el idioma es válido. La RAE ya se encargará de analizar
los cambios y las adiciones necesarias para que la lengua evolucione.
Pero, ¿qué sucede cuando en el habla común alteramos los
pilares gramaticales que constituyen el espinazo del idioma? Sencillamente, que
hablamos mal. No es un problema de la lengua sino de quien la usa. Y en eso
estamos asistiendo cotidianamente a verdaderas defenestraciones del lenguaje
correcto porque la educación y los
conocimientos de la lengua española, que se aprenden en la calle pero también
en la escuela, cada día son más pobretones. En realidad en la escuela, tan
moderna, se enseña o se aprende poca gramática.
Cuando el lenguaje se empobrece es fácilmente colonizado por
préstamos de otras lenguas e invenciones que hacen fortuna gracias a los medios
de comunicación, renovando constantemente una especie de lenguaje “cheli” que
sustituye palabras y expresiones correctas por otras que no lo son pero que su
uso da al usuario cierto aire de moderno, de estar al día, de “estar al loro”, diría
el cheli ya un tanto trasnochado. Y la
RAE está en su perfecto derecho de advertir a la sociedad que
se está pasando de la raya, aunque no mandará a los civiles a que laven la
lengua con salfumant a los usuarios recalcitrantes.
Es un hecho que el vocabulario habitual se está empobreciendo
gracias a la telebasura, la radiobasura y la prensabasura, en manos de unos
negados (salvo honrosas excepciones) que tratan a batacazos la lengua española
y todos les reímos las gracias. Se podría aplicar la copla a otras lenguas de España
y, probablemente, del extranjero, pero el tema va aquí del español.
Y encima está ahora la polémica de si el español es sexista
o no. ¡Vaya gilipollez! Hace años, cuando estaba en su mayor efervescencia el
feminismo, me sucedió una anécdota. Dictaba yo una conferencia sobre un tema de
Prehistoria y, a lo largo del discurso, empleaba expresiones como: “El
descubrimiento del fuego fue uno de los primeros grandes logros del hombre”. Al
terminar la conferencia, en el coloquio que se suscitó, una señora de buen ver
me hizo observar (en realidad se quejaba) que no había usando en ninguna ocasión la palabra mujer. Si es que en la Prehistoria no había
mujeres… Amablemente le respondí que sí debía haberlas porque la humanidad
creció multiplicándose de la forma habitual que conocemos. Pero que, en cualquier caso, era
evidente que yo había utilizado el término hombre como sinónimo de ser humano,
categoría que incluye obviamente a las mujeres, dando por supuesto que todo mi
auditorio lo entendería así. Dejando aparte el ramalazo reivindicativo sexista, mi interpelante parecía haber olvidado que la palabra hombre tiene otros significados además del de macho de la especie, según el contexto en el que se use el vocablo.
Pues así siguen las cosas.
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viernes, 13 de enero de 2012
Desde mi higuera (27)
Hasta hace no muchos años se decía por Europa que el españolito medio era un señor bajito, moreno y constantemente cabreado porque pensaba que follaba poco y mal en comparación con los europeos. Este clisé ha cambiado pero el cabreo de ellos y ellas se ha incrementado notablemente en las últimas semanas tras el fiasco que ha resultado de las pasadas elecciones generales. El oro y el moro que nos prometían los que resultaron ganadores ha quedado sólo en el moro (que lo hay, y mucho, en nuestras calles, dicho sea sin el menor atisbo de xenofobia). El oro nos lo están arrebatando de nuestros magros bolsillos a base de desdecirse de lo dicho en campaña, subirnos los impuestos, congelar y vituperar a los pobres funcionarios de carrera (que se han convertido en moradores de un gheto constantemente amenazado con refinamiento nazi) y otras lindezas. Pero de bajarse drásticamente el sueldo y las prebendas los políticos, de eso nada. Nuestra clase política no tiene la menor vergüenza, manden tirios o troyanos. Además, el querido y esperado Rajoy nos tendrá que explicar “para que le entendamos” (muletilla que usa con frecuencia), cómo hacer para, al mismo tiempo, apretarnos el cinturón y bajarnos los pantalones, una idea que ha circulado recientemente en un correo ampliamente distribuido.
Nada de todo esto me viene de nuevas. Ya lo sugerí en alguna otra ocasión. Era y soy perfectamente consciente de que los gastos faraónicos de las políticas anteriores había que pagarlos con dinero del bolsillo de los españoles. No hay otra fuente de ingresos. ¿Quiere usted olimpiadas?, págueselas. ¿Quiere usted aeropuertos sin vuelos ni aviones?, págueselos. Y así un largo etcétera… Pero págueselos no por lo que valen sino por lo que costaron, que suele ser unas tres veces más que su valor real. Y los que no quieran olimpiadas ni aeropuertos vacíos ni puertos deportivos ni más circuitos de Fórmula 1 que se fastidien y paguen, que el bien común lo exige.
Y mientras tanto, van saltando a la prensa los casos judiciales de los sinvergüenzas que, amparados en su estatus político o de la entrepierna, han estado robando a manos llenas dinero público, es decir, dinero de usted y mío que previamente nos habían detraído legalmente para “hacer grande la patria”. Son sólo la punta del iceberg. La inmensa mayoría está oculta y probablemente así seguirá.
Van a reformar la Constitución Española. Ya verán como, a la vista de que los resortes judiciales actuales todavía permiten meter mano a los políticos que se dejan cazar, de la reforma salen más protegidos y encastillados para poder seguir pastando en un monte que, para ellos, será todo de orégano. Y si no, al tiempo...
Nada de todo esto me viene de nuevas. Ya lo sugerí en alguna otra ocasión. Era y soy perfectamente consciente de que los gastos faraónicos de las políticas anteriores había que pagarlos con dinero del bolsillo de los españoles. No hay otra fuente de ingresos. ¿Quiere usted olimpiadas?, págueselas. ¿Quiere usted aeropuertos sin vuelos ni aviones?, págueselos. Y así un largo etcétera… Pero págueselos no por lo que valen sino por lo que costaron, que suele ser unas tres veces más que su valor real. Y los que no quieran olimpiadas ni aeropuertos vacíos ni puertos deportivos ni más circuitos de Fórmula 1 que se fastidien y paguen, que el bien común lo exige.
Y mientras tanto, van saltando a la prensa los casos judiciales de los sinvergüenzas que, amparados en su estatus político o de la entrepierna, han estado robando a manos llenas dinero público, es decir, dinero de usted y mío que previamente nos habían detraído legalmente para “hacer grande la patria”. Son sólo la punta del iceberg. La inmensa mayoría está oculta y probablemente así seguirá.
Van a reformar la Constitución Española. Ya verán como, a la vista de que los resortes judiciales actuales todavía permiten meter mano a los políticos que se dejan cazar, de la reforma salen más protegidos y encastillados para poder seguir pastando en un monte que, para ellos, será todo de orégano. Y si no, al tiempo...
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