jueves, 14 de abril de 2011

Desde mi higuera (19)

Acabo de regresar de Roma. La Ciudad Eterna está tomada por miríadas de adolescentes de caras granujientas y calzones a media anca, que graznan todas las lenguas imaginables con evidente predominio del slang yanqui. Imposible pasear por los foros con cierta tranquilidad y sosiego. Aquellas venerables ruinas que invitan a la meditación sobre la levedad del ser y en las que antaño uno podía encontrarse con el eco de la arenga de Cicerón contra el malvado Catilina (Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra?...); aquellas nobles inscripciones epigráficas ante las que uno revitalizaba su oxidado latín clásico, ahora son pasto del trote juvenil, parejitas que pasan sin ver, entretenidas solamente en mirarse arrobadas, con ojos de cordero degollado, por los efluvios venéreos. La Vía Sacra calla: ha visto tanta necedad hollar sus enormes adoquines a lo largo de más de dos mil años que debe estar ya de vuelta de todo.

Sólo los pinos del Palatino parecen ajenos a todo y mecen sus serenas siluetas mientras cae la tarde…

4 comentarios:

Xiruquero-kumbaià dijo...

Se me ha hecho corto. Espero que los puntos suspensivos presagien una segunda parte.

rAnita nOe dijo...

ME ha pasado lo mismo en londres, la solemnidad y la historia han dejado paso a las fotos rápidas del tipo "yo estuve aquí" y las conversaciones a gritos.

Pero al buen observador el ruido no le distrae..

saludos

Swirlies dijo...

Una griega. Heráclito tenía mucha razón en decir que hasta las piedras se mueven. Esa movilidad creo yo, es terrible y hermosa a la vez. Las ruinas son la creación de ese movimiento.

Tessitore di Sogno dijo...

Hola Yayo, que bello escribes, quizás eso compense un poco todos esos graznidos yanquis. Un abrazo.