Una de mis corresponsales habituales es mi amiga Ángela, especialista en encontrar por la red cosas raras o curiosas. Hace unos días me envió la imagen que viene a continuación:

En el pie, tan sólo “Miguel Ágel EEUU”.
La cosa tiene enjundia, la mires por donde la mires. Es evidente que la imagen parodia al David de Miguel Ángel, y una primera lectura sería que si el exquisito escultor tuviera hoy que esculpir un David adolescente, el modelo más frecuente que encontraría en EEUU sería como el de la foto. Pero detrás de ello hay una realidad con visos de futura tragedia: el exceso de peso, la obesidad en la población juvenil, la colesteronemia, las enfermedades cardiovasculares…
Para nuestras madres (las de los sesentones españoles actuales), que el niño estuviera algo gordito era un feliz desiderátum que indicaba salud y bienestar en la casa. Eran tiempos de hambres y necesidades aquellas décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado, por lo que había pocos niños gorditos. Ahora, gracias al fast food, a las chucherías y golosinas y a otras ofertas alimentarias dudosas, se ganan kilos con facilidad. Lo peor es que, lejos de corregir el problema, está surgiendo una nueva estética e incluso una moda específica para entrados en kilos.
Un amigo cirujano me comentaba en cierta ocasión que casi se les había muerto un gordo con apendicitis en el hospital porque pesaba 327 kg (ellos lo llaman obesidad mórbida) y no había ninguna mesa de quirófano capaz de soportar ese peso. Tuvieron que improvisar una mesa con un tablero y borriquetas de acero. ¡Y yo preocupado porque estoy rozando los 85 kilos!