lunes, 19 de mayo de 2008

Cultura y producto cultural

“La cultura sucumbe bajo el volumen de la producción, la avalancha de letras, la locura de la cantidad”.
(M. Kundera: La insoportable levedad del ser, cap. 5)

He leído varias veces esa novela por el goce disidente con quien piensa que la vida de cada cual es esencialmente insignificante y sentirla tan leve le resulta insoportable. Para mí en esa levedad está la maravilla de sentirme vivo, no la angustia de saberme inútil. Me tranquiliza. Pero no es de eso de lo que quería hablar. En esta lectura me he detenido a pensar en la frase entrecomillada que abre esta entrada.

La frase encierra una verdad a medias. Es cierto que vivimos desde hace años inmersos en un mercantilismo que afecta también a los procesos de producción artística en sentido lato, y esa productividad tutelada ha afectado sobre todo a los países socialistas en los que el “producto cultural” se ha intentado (vanamente) ponderar en términos de determinismo social. El modelo o la idea de cultura de Kundera, más cercana quizás al ideal renacentista de lo artístico, se ha visto ahogada por el panfletarismo, por la cultura de masas.

En el occidente del libre mercado la avalancha de productos culturales se pondera, en primer lugar, en términos de royalties, de beneficios económicos, y, en segundo lugar, como incidencia en la sociedad a través de un complejo maridaje que cierra el ciclo con trabazón de mercadotecnia.

Pero en ambos casos, aunque desde presupuestos diferentes, el creador de productos culturales no es un ser libre e independiente sino un trabajador mediatizado.

Sin embargo, al contrario de lo que expone el pensamiento de Kundera (de ahí su verdad a medias), la cultura es un concepto, una infraestructura que no puede sucumbir en modo alguno. Podrán hacerlo determinados rasgos culturales, pero no la cultura.

Con el paso del tiempo las sociedades (los verdaderos pilares de la cultura) van depurando esas toneladas de productos culturales y arrojando al muladar lo que resulta inservible, que suele ser mucho. La Historia es una dura censora, al fin y al cabo.

7 comentarios:

Marcos dijo...

Hola!! que grato ver tu regreso al blog!! :D

Pienso que la cultura es algo dinámico, siempre cambiante, que temer a esos cambios no conduce a nada.

Mientras exista respeto por el otro, por la diversidad, y mientras que los demás estén presentes de alguna manera en nuestras acciones, el cambio, ese desechar lo que no sirve del que hablas, tendría quellevar a algo bueno.

Saludos, que esté muy bien

Eugenia dijo...

que lindo descubrir tu blog. De Kundera me encantaron simpre los cuentos de El Libro de los Amores Ridículos.
un saludo,

Júlia dijo...

Ui, ya tiene unos cuantos años, me trae recuerdos... contenta de saludarte!

gabrielaq dijo...

viva la levedad soportable.
posmodernismo.

saludos

pk dijo...

un gusto pasar por aquí, leerte y recordar al buen kundera. creo que tengo que releer esa gran novela, pues hace como diez años que juega en mi memoria. saludos

Swirlies dijo...

Creo que tienes razón, la cultura no puede sucumbir con nada, el capitalismo le ha abierto las puertas a muchas otras propuestas diferentes. Así como cerrárselas a puntos importantes de la cultura, pero si embargo ahí está, y sigue latente.

Un abrazo, señor Yayo.

melody dijo...

hola!! definitivamente Kundera es obligatorio para entender el espíritu de nuestros tiempos, la cultura de masas... otra razón más para leerlo por primera vez. Coincido con ud. en que la levedad del ser despoja -a nivel personal- de egocentrismo, aunque a otros les provoque el sentido contario: les es insoportable

¿podría decirme a qué libro en específico se refiere de Milan Kundera con este post?

Saludos desde México
...Itaca me trajo aquí...