He estado una semana en Toulouse (Francia), la vieja Tolosa
capital del reino visigodo occitano y uno de los núcleos de resistencia cátara.
Es una ciudad encantadora, solazada en las riberas del río Garona (siempre me
ha resultado chocante que los franceses asignen a los ríos el género femenino: “la Garonne”), un río
caudaloso alimentado por las nieves de los Pirineos. Me encanta pasear por su
casco antiguo, que conserva el trazado dieciochesco y no pocos edificios de
aquella época, y sentarme en alguna de sus pequeñas terrazas a contemplar el
paso de una gente multirracial completamente integrada en una floreciente polis
de medio millón de habitantes, tres universidades y gran aparato industrial.
Inevitablemente, mis pasos perdidos acaban siempre en la basílica
de Saint-Serin o San Saturnino de Tolosa, una monumental iglesia románica de
las más grandes de Europa, que me hace recordar la importancia que tuvo Tolosa en
el Medioevo como centro de acogida de peregrinos del Camino de Santiago, antes
de dar el salto a los Pirineos por el paso de Canfranc hacia Jaca, o ya de
vuelta. Es un edificio soberbio, de poderosos muros y arriesgada arquitectura. De
planta cruciforme, su nave central eleva sus pilares a gran altura, y sus
cuatro naves laterales, dos a dos, están recorridas en lo alto por una amplia
tribuna que bordea todo el templo. Sobre el crucero apoya una esbelta
torre-campanario octogonal de cinco cuerpos y aguja con gallo en la veleta. Sus
relieves, tallados en piedra con detallismo de orfebre, me recuerdan los
estilos y las manos de los maestros canteros que también trabajaron en las
iglesias y claustros románicos españoles. Ante los ojos observadores desfila un
complejo programa iconográfico en el que se entremezclan lo sagrado y lo
profano lanzando un mensaje que ya no tiene receptores porque el hombre moderno
ha perdido las claves para interpretarlo como lo hacían los peregrinos
medievales.
Reanudando una vieja costumbre, he preparado un reportaje
con algunas imágenes de tanta maravilla. Espero que les guste.