A menudo, sentado bajo la higuera, pienso que ya no me queda nada que decir... Nada que decir en general, porque diría y digo muchas cosas a personas concretas a diario. Una cierta sensación de decepción me empapa cuando observo impotente los derroteros por los que deambulan la política y los políticos, la filosofía y sus acólitos, la religión y sus prosélitos... El mundo se me antoja un inmenso decorado de cartón-piedra pintado de colorines y me siento incapaz de entrar entre los bastidores. No me siento actor.
He de dejar esto ahora: acaba de llegar mi sobrina, que tiene 15 años, está perdidamente enamorada, es infeliz y quiere que hablemos de ello. Viejo mundo...
domingo, 21 de julio de 2013
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